Simon Pegg es un cómico inglés tan talentoso
como completo. No sólo actúa como los dioses sino que ha firmado los guiones de
sus películas más personales entre las conocidas por estos lugares. En la
fabulosa Muertos de risa (Shaun of the dead )(2004) se ríe de los films de
zombies. En Arma fatal (Hot fuzz) (2007), mi favorita hasta la fecha, se burla
de los policiales estilo Arma mortal, Duro de matar y hasta de los ambientes
cerrados plagados de asesinos de Agatha Christie. En Corre, gordo, corre (2007)
se divierte a lo grande a expensas de la comedia romántica. Como se ve, al
hombre le gusta la parodia, pero se diferencia de la escuela de ¿Dónde está el
piloto? (la saga de La pistola desnuda, Scary movie, etc.) y se acerca a
algunos de los mejores films de Mel Brooks (El joven Frankenstein, La última
locura del Dr. Mel Brooks, Los productores) porque elige desarrollar una
historia antes que supeditarse a gags sueltos o a diálogos brillantes pero
deshilvanados. Prefiere ceñirse a personajes bien armados que caen en
situaciones que van corriéndose de lo real y se expanden en el absurdo;
privilegia historia, personajes y situaciones antes que un efecto cómico
gratuito; persigue la sonrisa constante antes que la carcajada ocasional, que
también llega, pero como consecuencia natural, por acumulación, explosión o
desenlace lógico.
En Paul, escrita en conjunto con su co-equiper
actoral de Shaun of the dead y Hot fuzz, el gordito Nick Frost, le ha tocado el
turno a los films con alienígenas. Dos amigos ingleses (Pegg y Frost) llegan a
los EEUU para una convención de cómics de ciencia ficción y afines, y se
embarcan luego en un itinerario que deambula por los lugares míticos de
encuentros de extraterrestres y esas cosas. Se chocan con Paul, un alienígena
que huye de la NASA y que debe ir al encuentro de una nave que lo devolverá a
su mundo de origen. Paul, que fuera asesor de Spielberg para ET (se oye la voz
del vero Steven en una conversación telefónica; Nick Frost, fana de verdad del
cine de ciencia ficción confesó que casi muere de la emoción cuando conoció a
Spielberg), no se parece en nada al personaje de ET. Es cínico, bebe como un
cosaco, fuma más que Humphrey Bogart (en su caso, no sólo cigarrillos de tabaco
ya que también lo pierden los porros) y es un experto en malas palabras. Los
dos ingleses y el alienígena conocerán a una fanática religiosa que usa una
remera inolvidable y serán perseguidos por un trío de hombres trajeados que se
las traen.
En consonancia con los modelos elegidos, Shaun
of the dead y Hot fuzz son ácidas y chirriantes, pero Corre, gordo, corre y Paul
son más tiernas y hasta ingenuas. Paul divierte de punta a punta y hasta regala
algunos momentos altamente gozosos. Maneja varios running jokes (chistes
continuos con variación de reacciones) desopilantes, en especial, el de la
cubierta del libro de historietas que hizo el gordito, el del autor que adoran,
pero que casi nadie conoce, y el de que todos los toman por una pareja gay.
Las películas con cómicos exigen prerrequisitos
para su completo disfrute: que se guste del cómico en cuestión, que se acepte
su estilo (no es lo mismo Jacques Tati que Olmedo), y que se esté dispuesto a
entregarse al juego que proponen y a las convenciones y características del
género. Uno no debe sentarse a ver una película cómica con la misma actitud y
expectativa que enfrentamos un film de Bergman. Perdonen si lo que digo les
parece de una obviedad supina que los insulta, pero conozco espectadores y
críticos que se olvidan de esta premisa básica, y se sentaron a ver La pistola
desnuda como si estuvieran por ver un Visconti. Por algo hay dos caretas
representando al teatro, la de la risa y el llanto; usar los mismos parámetros
para analizar un bufón y a un trágico es como pretender que es único lo que es
doble. Ya demasiado castigo tienen los cómicos con ser ignorados en las
premiaciones como para encima cargar con el equívoco crítico de que deben
hacernos reír con las prolijidades del drama épico.
En resumen, una de risa, muy pero muy buena.
Un abrazo, Gustavo Monteros
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