Programa doble, sección en la que repasamos dos películas
con aspectos en común.
Hoy: Excelentísimos cadáveres – Todo modo
Excelentísimos cadáveres (Cadaverice
eccellenti, Francesco Rossi, 1976) se abre con un hombre viejo, de aspecto
saludable, bien vestido que visita las catacumbas de Palermo. Observa con
atención las momias. La cámara con llamativa insistencia procura dar hasta los
detalles más insignificantes de los embalsamamientos. Como si con estos
acercamientos obsesivos pudiera descubrir alguna verdad que ocultan. El hombre
sale y en la calle es asesinado. Sabremos de inmediato que era un Juez de
Instrucción.
La investigación del crimen recae en el Inspector Rogas
(Lino Ventura), un casi infalible sabueso policial. Como es de manual comienza
a investigar a la víctima, para saber si existen motivos que pudieron llevar a
el o los asesinos a matarlo. Descubre fortunas no declaradas y otros indicios
de corrupción. El jefe de policía rompe estas pruebas y le dice que no investigue
más por ese lado y se concentre en hallar a los criminales.
Otros dos jueces son asesinados y Rogas halla que los tres
constituyeron alguna vez un tribunal con fallos contra inocentes. Uno de los
cuales pudo haberlos matado.
Debido a que algunos jóvenes pelilargos fueron vistos
huyendo de los escenarios de los dos últimos crímenes, los jefes de Rogas
deducen que los autores sin duda pertenecen al área más radicalizada del
Partido Comunista y lo instan a que escarbe por ese lado. Rogas persiste en una
investigación clásica que lo llevará hasta el Presidente de la Primera Corte
(Max von Sydow), el ministro de Justicia (Fernando Rey) y un experto en
escuchas ilegales (Renato Salvatori).
En definitiva, nada es lo que parece y en términos formales
cuando el jefe de Policía destruyó las pruebas incriminatorias del primer juez
asesinado, Rogas debió irse, porque el poder al resguardarse se volvió
inexpugnable y lo que siguiera solo podía ser un juego político de idas y
vueltas para justificar la consecución y dominio de una facción dominante, la
de siempre, la que entroniza injusticias para los de abajo y beneficios para
los de arriba.
Y la cámara como al principio con las momias, se ha
acercado al misterio obsesivamente, no al de quién o quiénes son los asesinos,
sino al de los entresijos del poder.
En Todo modo (Elio Petri, 1976) el país (se
presupone que es Italia) está asolado por una pandemia, camiones con altavoces
recomiendan que toda la población se vacune, se ven centros de vacunación
ambulantes a los costados del camino por donde va el líder M (Gian Maria
Volonté) a un retiro espiritual en una especie de spa religioso. El lugar es
frío, lúgubre, oscuro y geométrico.
Asisten también al retiro, partidarios y opositores al
partido que lidera M (se dice que el personaje encubre a Aldo Moro). En sus
aposentos lo espera su esposa, Giacinta (Mariangela Melato) quien se supone no
debía acompañarlo y no porque en el retiro no haya mujeres, las hay, pero
pertenecen a la oligarquía encumbrada, a las familias patricias, a las
herederas de la industria.
El retiro es dirigido por un cura, Don Gaetano (Marcello
Mastroianni) que por lo que se entrevé tuvo con M una relación borrascosa en la
que quizá hasta hubo sexo. M está en una crisis personal y política. Se lo
presenta como un hombre débil, inseguro, maniobrable, de convicciones
quebradizas, acomodaticio, volátil y muy amanerado.
Don Gaetano, en cambio, es un hacedor de reyes al que le
hubiera gustado ser rey. Sabe lo que quiere y cómo lograrlo, a cómo dé lugar,
con todas las manipulaciones del caso. Es que el poder de M está en un estado
de transición, y la pandemia les viene al pelo, para barajar y dar de nuevo.
Si M quiere seguir a cargo del gobierno, las cosas se
repartirán de otro modo, de ahí que seguidores y opositores, más representantes
del clero, de la industria, la banca, y demás están aquí para decidirlo,
moderados o más bien guiados por Don Gaetano.
Pero una muerte aquí y allá alterarán el encuentro. Y como
por más poderosos que sean deben respetar las instituciones, o al menos
aparentarlo, aparecerá un comisario (Renato Salvadori) para llevar a cabo la
investigación. Algo inútil porque los cadáveres se apilarán en profusión
incontenible. ¿El poder se desmiembra? No, solo se quita el lastre.
El título Excelentísimos cadáveres hace referencia
al juego inventado por Breton (un papel es plegado en varias partes, cada
jugador dibuja una parte del ser humano en su porción, sin ver lo que han dibujado
los anteriores, cuando todos los jugadores hayan concluido, se despliega el
papel y se ve el resultado, que no puede ser sino monstruoso o al menos muy
peculiar) y a los cadáveres de los altos magistrados que no pueden ser sino
excelentísimos, como el apelativo que recibieron en vida)
El título Todo modo hace referencia a una cita de
San Ignacio de Loyola respecto a lo que es la espiritualidad en el ser humano: "Todo
modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocalmente y
mentalmente y de otras espirituales operaciones que preparan y disponen al alma
a quitar de sí todas las afecciones desordenadas y después de quitadas buscar y
hallar la divinidad, voluntad en la disposición de su vida para la salud del
alma".
Estas dos películas, un thriller con ingredientes, una, una
sátira devastadora, la otra, se basan en novelas de Leonardo Sciascia, Il
contesto / El contexto (1973), la primera, y en la homónima de 1974, la
segunda.
Leonardo Sciascia (1921 – 1989) fue uno de los autores italianos
ineludibles del siglo XX.
Fue maestro, periodista, concejal, diputado. Comenzó con
novelas neorrealistas que atacaban a la mafia, que por entonces era vista
folklóricamente, visión que eludía la organización delictiva y la presentaba
como una cofradía que defendía el honor y hacía justicia por mano propia, de
manera expeditiva para sortearse la lentitud de la ley.
Sciascia desnudó el procedimiento mafioso de cómo
enquistarse en el poder institucional, corrompiendo a los funcionarios, para
así vaciarlo de eficacia y someterlo a las necesidades de la “organización”,
estimulando el silencio de todos como medida de supervivencia, hasta erigirse
en la única autoridad confiable, un estado paralelo al Estado, que no desea
subvertirlo sino vivir desangrándolo sin matarlo del todo.
Las primeras novelas de Sciascia plantean víctimas y culpables.
En las siguientes se desinteresó de los culpables y comenzó a indagar en las
estructuras que permiten que el crimen tenga lugar, lo que subyace en el poder,
lo que lo construye.
Y estas dos películas que vimos se nutren en esa idea, no
importa determinar quienes mataron sino por qué y en nombre de quién. Son indagaciones
sobre la esencia del poder.
Más adelante en su carrera, Sciascia confesó carecer de
imaginación para plantear tramas atrapantes y desempolvó viejos expedientes sobre
casos policiales o judiciales célebres por sus peculiaridades.
Y en este viaje al pasado, cuestionó lo que se sabía (tal hizo
qué y mató a quién) y dio por válido lo que no se sabía y esta inversión del
modo de trabajo habitual, desmoronó la construcción dada por válida y produjo
conjeturas que desnudaban las solideces que erigen el poder.
Nos aclara Diego Ameixeiras: “Como Borges, por el que
sentía una profunda admiración, Sciascia creía por encima de todo en la
literatura. «Nada de sí mismos ni del mundo entienden la generalidad de los
hombres si la literatura no se lo explica». «La literatura es la forma más
absoluta que puede asumir la verdad». Bajo estas afirmaciones, reiteradas
frecuentemente en sus textos, late una certeza hermenéutica: la de que la
verdad, cuya madre es la historia (Borges), tiene que ver menos con lo sucedido
que con nuestra interpretación de lo sucedido. Los hechos son los que son, pero
la interpretación de los hechos depende de muchos factores, empezando por
nuestros prejuicios. Justamente porque las cosas son así es por lo que la
literatura constituye uno de los lugares privilegiados de la verdad.
«Literatura» quiere decir aquí narración congruente, búsqueda de sentido. Puede
tratarse de la Biblia, la Historia de la caída y decadencia del Imperio
Romano o La cartuja de Parma. «No es la literatura lo que es fantasía
—escribe en El caso Moro—, sino la realidad tal como es tomada y
sistematizada por el poder».”
Volviendo a nuestras películas, Excelentísimos cadáveres
y Todo modo nos hablan de la claridad del cine italiano para plantearse
problemas candentes mientras bullían y se desarrollaban. No esperaron a tomar
distancia, a tener una perspectiva. Los miraban de frente y los analizaban. Una
urgencia ejemplar que hoy deviene envidiable.
Volviendo a Sciascia, creo que hoy en que las derechas
vuelven a engendrar fascismos, hay que volver a leerlo, analizar sus
conclusiones e ir más allá. Hoy las circunstancias son otras, A las que él
conoció se suman las más evidentes la derivación de la universalización del capitalismo
en internet, redes sociales, interconexión universal en segundos, etc., pero el
Poder es el mismo. Y hay que encauzarlo, equilibrarlo, para que no nos destruya
a todos. A menos, claro está, que se nos ocurra una sustitución viable, algo
muy difícil, llevamos unos cuantos siglos de historia del hombre y no se nos ha
ocurrido nada.
Otro factor une a estas dos películas: la censura durante
la dictadura. Hasta la disolución del Ente Calificador con el advenimiento de
la democracia, ambas estuvieron prohibidas. Se sabe que un distribuidor
presentó ante el Ente una copia de Excelentísimos cadáveres para su
consideración. Se estima que el hombre o era muy despistado o no la había visto,
suponiéndola un thriller más, de los que hacía con frecuencia por entonces Lino
Ventura. La copia jamás salió del Ente.
Todo modo se pudo exhibir caída la
dictadura. Limitadamente. Siempre fue muy difícil de ver. Es angustiosa, asfixiante,
demandante y alejada del tiempo en que fue concebida, sabrá Dios qué les decía
a los espectadores de la recién advenida democracia argentina.
Excelentísimos cadáveres jamás
se estrenó en cine. Resurgió en el auge del video club primero y en la proliferación
del cable, después.
Si se gusta del cine político o del cine provocador o que
alimenta debates o ideas alternativas, estos dos ejemplos de pararse ante el
mundo son de visión imprescindible.
Ah, las une también que, en las dos, Renato Salvatori hace
un papel secundario.
Gustavo Monteros