viernes, 31 de marzo de 2023

Festival LGBTQ+ - Cuarta jornada


 Inicio la cuarta jornada de mi festival LGBTQ+ con Mario (Marcel Gisler, 2018). Mario (Max Hubacher) es un alemán que se foguea en las inferiores del fútbol suizo con la intención de pasar el próximo año a alguna liga profesional. Es un delantero. A mitad de la temporada, el club presenta a Leon (Aaron Altaras) que ya está prácticamente en el fútbol profesional, pero por motivos que nunca quedan claros, las autoridades lo hacen trabajar un tiempo más en las inferiores. Leon es otro delantero y trabaja muy bien en tándem con Mario. Como la profesionalidad de ambos se da por descontada, el club los hace convivir en un departamento de la institución. La convivencia expone un secreto que ambos ocultan, son gay. Y pese a resistencias iniciales, terminan por tener sexo y eventualmente se enamoran. Las idas y vueltas de Mario a aceptar la relación hacen que se descuiden y sean vistos por otro jugador, no tan talentoso y que de pura envidia va a hacerles la vida imposible. Cuando el rumor de la relación llega a las autoridades se evidencia que la homosexualidad en el fútbol es más común de lo que se supone y acepta, pero lo que sigue siendo tabú, caca, inadmisible es que se haga público. Desatado el conflicto, habrá reacciones en el entorno tanto familiar como profesional, y habrá decisiones que repercutirán en el modo en que se elige vivir. Buena película que conmueve e interpela.


Continúo esta cuarta jornada con otra película alemana, Jonathan (Piotr J. Lewandoski, 2016) tan bella y triste como entrañable. Jonathan (Jannis Niewöhner) es un adolescente que trabaja en la granja familiar junto a su padre Burghardt (André Hennicke) y su tía Martha (Barbara Auer), estos hermanos llevan años sin hablarse, algo que ahora es muy relevante porque Burghardt está muriendo de un cáncer terminal de piel con metástasis en el cerebro. Jonathan cuida a su padre con amor, afecto que es extrañamente rechazado por el moribundo. Jonathan quiere que le hable de su madre muerta a la que prácticamente no conoció. Burghardt se niega. Un buen día llega un extraño, Ron (Thomas Sarbacher) preguntando por Burghardt, al que Martha aleja de la propiedad a escopetazos. Una recaída hace que Burghardt sea hospitalizado, Martha lo visita con renuencia, lo halla dormido, pero ve una foto muy manoseada cerca de la cama en la que se ve a dos hombres jóvenes en una piscina. Sospechamos primero y comprobamos después que Ron fue amante de Burghardt, pero también el gran amor de Martha. Ahora Jonathan debe lidiar con un conflicto con el que ni soñaba. Su padre no solo es homosexual sino que esta determinación sexual pudo haber tenido mucho que ver en la muerte de su madre. Pero, claro, no hay mucho tiempo para andar rumiando traumas, Burghardt se está muriendo. Por suerte para Jonathan, con él anda Anka (Julia Koschitz) una enfermera sabia y sensual que contrató Martha para que lo ayudara con Burghardt. Anka sabe lo que es trabajar con la muerte, aprendió que la sensualidad la espanta y que nadie muere si antes no ha hecho las paces con las deudas pendientes. El film es tanto un coming of age para Jonathan como una elegía para el amor de Burghardt por Ron. Lo interesante es que lo que pasó cuando los personajes mayores eran jóvenes no se explicita demasiado, si no que se trabaja solo con las consecuencias de las elecciones que tomaron. Sin embargo, es fácil armar lo que pasó y deducir el motivo de las conductas. Porque, por desgracia, no es necesario que nos detallen la no aceptación de las sexualidades ajenas ni la homofobia ni la aceptación de mandatos sociales que deberíamos haber mandado al diablo mucho tiempo antes de lo que lo hicimos y que debemos trabajar día a día para que no vuelvan jamás, ya que no provocan más que tristeza y desamor.


Termino esta cuarta jornada con una curiosidad casi marginal, Johan (Philippe Valois, 1976) película que mezcla el cine arte, el documental y el porno, uniendo estas variantes desde el metalenguaje. El relato dominante se estructura en las cartas que Philippe le escribe a su amante Johan que está en la cárcel. Es verano en París y el cineasta Philippe tiene a su disposición el equipo prometido para hacer la película, que iba a protagonizar Johan, que por no estar libre debe ser reemplazado. Y como en la película habrá desnudos y sexo, el casting se hace levantando muchachos. De ahí que nos muestren como es el levante en el Jardín de las Tullerías y el uso que se le da a los baños públicos. En algún momento la narración se desvía hacia los sitios de turismo gay y se habla de las facilidades para el sexo ocasional que ofrece New York. Entra en escena Manolo (Manolo Rosales) que es un cubano exiliado. Por momentos prima la confusión geográfica, porque nos hablan de New York pero nos muestran París, aunque después por suerte se aclara. Hay otro desvío documental por prácticas y juguetes sexuales, pero después se vuelve a la búsqueda del sustituto de Johan. El film es narcisista, exhibicionista, a la vez que liberador y desvergonzado. Se enorgullece de la diversidad sexual y documenta como la comunidad gay se percibe en ese tiempo, como se muestra y se celebra. Entonces el film adquiere una importancia extracinematográfica. Al ser fiel al registrar el momento, se vuelve histórico. Nada nuevo, ratifica aquello de lo del diario de ayer es para envolver huevos, pero el de hace tres años, es Historia.

Fin de la cuarta jornada

Gustavo Monteros

viernes, 24 de marzo de 2023

Festival LGBTQ+ - Tercera Jornada


 

Inicio la tercera jornada de mi festival LGBTQ+ con Bros (Nicholas Stoller, 2022), comedia romántica de un gran estudio que se suponía rompería las barreras de un público de nicho, en este caso los homosexuales, y que atraería a un público masivo en general. No lo logró por culpa de un mal manejo de mercadeo (pésima fecha de estreno, una errada campaña publicitaria) según los expertos en el tema. Si bien falló en el aspecto comercial, en el frente artístico ostenta varios logros.


Bobby (Billy Eichner, además de protagonista, coautor del guion con el director), un influencer aguerrido en temas LGTBQ+, que ha escrito libros para niños sobre la homosexualidad, tiene un podcast en debate y demuele lo que se le pone en frente y forma parte de la junta directiva de un futuro museo LGTBQ+ conoce y se enamora de Aaron (Luke Macfarlane), un abogado corporativo que trabaja en legados y testamentos. Y como en toda rom-com (abreviatura de romantic comedy) que se precie habrá un flirteo conflictivo, una consolidación temprana, una ruptura más que justificada y el suspenso por una reconciliación final a toda orquesta.


Tres características se destacan y a pesar de altibajos (¿ineludibles?) se imponen. Primero, logra hacer interesantes y entrañables a dos protagónicos que en los papeles se inclinan por lo contrario. Bobby / Eichner es un gritón enojoso y agresivo al que uno quiere callar todo el tiempo, una especie de personaje de Walter Matthau, más joven y gay, pero igual de gruñón, frustrado y mal arriado. Aaron / Macfarlane es la variación habitual del gay musculado, testosteronoso, esteroidiado. O sea el típico narcisista, vacuo, hueco. Y también, por supuesto, como corresponde, buenmozo como para partir veredas y de una voz que derrite témpanos. Pero de a poco los actores imponen sus personajes, explotan su humanidad y los vuelven atractivos, empáticos. Segundo, la comedia ubica la problemática gay en otro peldaño, no hay aquí ni salidas del clóset problemáticas, ni parientes cercanos discriminadores, ni ambientes censores que impiden el desarrollo de la cultura gay, no, su realidad es otra, todo eso forma parte del museo que inaugurarán en breve. Esto no implican que duerman en un lecho de rosas, la lucha por los derechos y la aceptación plena continúa, pero en otro nivel. Y la trama respira así un aire libre y fresco que se agradece por lo novedoso. Tercero, pese a la acumulación de temas (el poliamor, la pareja de a tres, la necesidad de confrontar a los niños con la problemática gay desde siempre y no esperar a que crezcan para presentárselas, la admisión sin tapujos de lo qué y quién se es, la discriminación positiva que suele ser tan nociva como la negativa y algún otro tema que se me escapa) que es una marca de fábrica de quienes trabajaron o trabajan con el definidor de este tipo de comedia, o sea Judd Apatow, se nota la libertad, el desparpajo y el valor de no censurarse a la hora de crear y plantear disquisiciones. Esta suerte de pongamos todo lo que se nos ocurra no sea cosa que no haya o no podamos hacer otra película, típico de algunas operas primas ansiosas o desesperadas, apabulla, sí, pero también reconforta, porque no desdeñan o desconfían del público sino que lo consideran un adulto con discernimiento.




Sigo mi tercera jornada con Fire Island (Andrew Ahn, 2022) con la que Joel Kim Booster, actor protagónico y a la vez guionista, se propuso, nada más ni nada menos que reformular el clásico de Jane Austen, Orgullo y prejuicio en versión contemporánea y gay. Para lograr el terreno en que distintas clases sociales convivan, manda a todos los personajes a unas vacaciones a Fire Island, definida en la película como el Disney World de los gays. Aquí la familia Bennet de la novela mencionada estaría compuesta por Erin (Margaret Cho) una lesbiana veterana que gracias a una indemnización laboral pudo comprar una casa en la isla en la que recibe a los demás personajes o sea a Noah (Joel Kim Booster, que representaría a la inefable Elizabeth Bennet de la novela), Howie (Bowen Yang), Luke (Matt Rogers), Keegan (Tomas Matos) y Max (Torian Miller). Todos ellos son como el Lado B del mundo gay, son pobres, asiáticos y latinos. Como todo grupo humano, el mundo gay se hermana ante enemigos comunes, pero establece categorías en tiempos de paz. De ahí que esta subespecie sea mirada con desdén como vulgar, ruidosa y arribista, por la cresta WASP (blanco-protestante-anglosajona) de la isla, representada aquí por unos profesionales exitosos que alquilan una mansión en franca oposición a la casa de Erin. Ellos son Will (Conrad Ricamora) que equivaldría al famoso Darcy de la Austen), Charlie (James Scully), (objeto de amor de Howie), y los orgullosos y muy clasistas, Braden (Aidan Wharton) y Cooper (Nick Adams). Y como en la novela de Austen, habrá conversaciones sorprendidas sin querer por quien no debiera oírlas, intrigas creadas a base de mentiras, enconos enardecidos que no son sino tensión sexual no reconocida, chantajes, entuertos y desenlaces gloriosos. Salvo el enfrentamiento Elizabeth Bennet-Mr Darcy, no hay equivalencias directas con los personajes y situaciones de la novela de Austen, pero los elementos principales están y se reconocen y el resultado final es delicioso. Y la transcripción es válida, porque el amor y la lucha de clases son eternos.



Y para terminar esta tercera jornada veo Three Months (Jared Frieder, 2022, también guionista). Caleb (Troye Sivan) terminó la secundaria y en el verano anterior a su ida a una universidad, tiene un atroz percance, después de tener sexo casual con un turista, este le informa que el condón que usaron se rompió y que se acaba de enterar de que es seropositivo. Caleb recurre al centro contra el SIDA y le dicen que el análisis para saber si es portador de VIH toma tres meses, tiempo en el que no tiene que tener sexo y no perderse los análisis respectivos. El doctor que lo atiende, el Dr. Díaz (Javier Muñoz) le recomienda que asista al grupo de ayuda y contención que dirige. Allí conoce a Estha (Viveik Kalra), un adolescente indio que está en la misma situación. Esta nueva amistad que derivará en romance resiente su relación con Dara (Brianne Tju) excompañera de escuela, actual compañera de trabajo y amiga de toda la vida, que tiene una relación tormentosa con Suzanne (Judy Greer) la dueña del minimercado en el que trabaja con Caleb. Benny (Louis Gossett Jr.), la pareja de la abuela de Caleb, Valerie (Ellen Burstyn) descubrirá la ordalía por la que pasa Caleb y lo obligará a que la asuma ante Valerie, que es la familia directa que le queda, ya que el padre murió y la madre está ausente armando otra familia.


Three Months es básicamente una coming of age (película de pasaje a la adultez) fluida, elocuente, sincera que no esquiva los aspectos oscuros, pero que no pierde jamás una bienvenida amabilidad que hace que sigamos la trama con una tierna sonrisa.

Fin de la tercera jornada.

Gustavo Monteros

viernes, 17 de marzo de 2023

Festival LGBTQ+ - Segunda jornada

 


Para la segunda jornada de mi festival LGBTQ+ comienzo con Plynace wiezowce (Floating Skyscrapers / Rascacielos flotantes) de 2013, película polaca escrita y dirigida por Tomasz Wasilewski.

Kuba (Mateusz Banasiuk) vive con su madre Ewa (Katarzyna Herman) y su novia Sylwia (Marta Nieradkiewicz). Kuba es un nadador talentoso que intenta ingresar al equipo olímpico. Y un poco por casualidad y otro poco porque tarde o temprano tenía que pasar, se enamora de Michal (Bartosz Gelner). Pero la decisión de Kuba de aceptar su homosexualidad no le será nada fácil, dado que las mujeres que lo rodean, madre y novia, son acérrimas defensoras de la heteronormatividad patriarcal. Como la mayoría de la sociedad en la que viven.

Estos Rascacielos flotantes conmueven, interpelan, perduran. Durante siglos significaron la infelicidad (y a veces la muerte) de miles de personas.


Sigo mi festival con The Man With The Answers, coproducción chipriota-creco-italiana de 2021, escrita y dirigida por Stelios Kammitsis.

Victoras (Vasilis Magouliotis) va de mal en peor. No tiene trabajo estable, del temporal que tenía le dicen que ya no lo necesitan, situación nada desconocida en la Grecia contemporánea en la que transcurre la acción, para colmo no va y se muere la abuela con la que vivía y su madre con la que se comunica esporádicamente por teléfono no dejará ni por un segundo a su nueva familia en Alemania para acompañarlo. Victoras que es un clavadista de competición venderá las medallas de oro obtenidas, desempolvará un viejo Audi que la madre dejó atrás y se irá a buscarla para echarle en cara su abandono. Y en el camino, se topará con Mathias (Anton Weil), un alemán que es al menos en personalidad su opuesto.

Este hombre con las respuestas es una mezcla amable de road movie y buddy movie que sabe lo que hace y adónde se dirige. Se sigue con deleite.


Termino mi segunda jornada con Hot Guys With Guns, película de 2023, escrita y dirigida por Doug Spearman. Ejemplo de gay sexploitation si los hay. Patrick “Pip” Armstrong (Brian McArdle) participa de una orgía donde todos son drogados y robados. A él le robaron un Rolex que le dejó su padre y se llevaron el auto de lujo que maneja. Como a la policía no puede recurrir, le pide ayuda a su exnovio, Danny Lohman (Marc Anthony Samuel), camarero aspirante a actor, que como ambiciona participar de una serie policial toma un curso de detective, dictado por un expolicía o exdetective, no queda claro y no importa, Jimmy Peppice (Alan Blumenfeld). El slogan de la película dice “Es como si en Arma mortal, Mel Gibson y Danny Glover fueran jóvenes y sexis exnovios” En realidad podrían no ser ex, pero la mamá de Pip, Patricia Armstrong (Joan Ryan) una delirante certificada no le gusta Danny para su hijo.

Cuando empecé a ver cine, el cine de explotación era mal mirado, era como el hijo bastardo de los géneros, pero después vino el postmodernismo y nos liberó de las cadenas del esnobismo y nos hizo admitir que todos los géneros son iguales ante el dios-pantalla.

El cine de sexploitation tiene sus propias reglas y parámetros. Por sobre todo debe ser disparatado, excéntrico, caótico, ilógico y muy divertido. Y este ejemplo es todo eso, así que para espanto del típico espectador neoclásico, concluimos que se trata de un buen film. Y si alguien no está de acuerdo, como dice el lugar común de las películas de los noventa…Sue me!

Fin de la segunda jornada

Gustavo Monteros

viernes, 10 de marzo de 2023

Festival LGBTQ+ - Primera Jornada

Repaso en mi colección de películas las que me faltan ver y compruebo que se me han acumulado las de temática LGBTQ+. Decido hacer un festival privado.


Para comenzar la primera jornada voy a lo seguro. God’s Own Country (por aquí Tierra de Dios, 2017), el aclamado debut en el largometraje del actor Francis Lee.

Dice la gacetilla que acompaña el film: “Primavera. Yorkshire. El joven granjero Johnny Saxby adormece sus frustraciones diarias con las borracheras y el sexo casual, hasta que la llegada de un trabajador migrante rumano para la “paridera” (época en la nacen los corderos) enciende una relación intensa que pone a Johnny en un nuevo camino.”

La trama se resuelve con cuatro personajes, Johnny (trabajo consagratorio del joven Josh O’Connor al que le darían el personaje del Príncipe Carlos en The Crown), su padre Martin (el siempre excelente y querible Ian Hart), su abuela Deirdre (Gemma Jones) y el ya mencionado objeto amoroso Gheorghe Ionescu (el también rumano Alec Secareanu).

Johnny no se quiere mucho, de ahí que beba hasta el desmayo y practique un sexo duro, seco, al borde de la animalidad. La homosexualidad no tiene cabida en el ambiente en que se ha criado. El padre fue víctima reciente de un ACV que lo ha dejado incapacitado para el trabajo rural. La abuela Deirdre tiene siempre la comida lista, la ropa de Johnny lavada y planchada, pero no es afectuosa.  Gheorghe es todo lo contrario de estos tres ingleses. Sabe quién es, no se avergüenza, no rehúye de la intimidad y la ternura y tiene la prestancia de no aceptar el maltrato, así venga justificado por las circunstancias.

Hermosa historia de amor, contada como los dioses (por ahí ayuda ponerlo en el título), actuada inolvidablemente.


 

Sigo con Riot (Jeffrey Walker, 2018), película para la televisión australiana, vista en los cines en el resto del mundo. Está protagonizada por Damon Herriman, actor al que conocí en la mejor miniserie que vi el verano pasado, The Tourist (Harry y Jack Williams, 2022), encabezada por el magnético Jamie Dornan y la irresistible Danielle Macdonald. Damon Herriman era uno de los villanos y sus peculiaridades lo hacían inolvidable, gracias a la impar caracterización a puro talento del actor.

Riot se hizo para conmemorar el 40 aniversario del Primer Mardi Gras (la traducción sería Carnaval, equivalente a lo que llamamos Marcha del Orgullo Gay-Lésbico de Sydney, que se llevó a cabo el sábado 24 de junio de 1978.

El film comienza en esa noche y va para atrás para contarnos vida y obra de los que gestaron el evento y los precios personales y profesionales que tuvieron que pagar para luchar por derechos, que hoy de tan asentados se dan casi por añadidura y se olvida la violencia, la desolación y la tristeza que trajo conquistarlos.

Se trata de una crónica elocuente, muy bien contada y recreada que nos recuerda que todo, absolutamente todo, lo que se apartaba de la heteronormativa patriarcal, era lisa y llanamente una aberración, que se penaba con exclusión, cárcel y más casos de los que se quiere admitir martirologios. Altamente recomendable.



Termino esta primera jornada de mi festival con otra película para televisión, The Normal Heart (Ryan Murphy, 2014) llena de estrellas (entre las más rutilantes: Mark Ruffalo, Jonathan Groff, Taylor Kitsch, BD Wong, Jim Parsons, Matt Bomer, Alfred Molina y last but not least, ¡qué va!, la inmensa Julia Roberts.

Se basa en la obra de teatro del mismo nombre de Larry Kramer, que junto con Angels in America, el grandioso díptico de Tony Kushner, interpelan a la sociedad norteamericana en su tratamiento inicial de la pandemia del HIV-SIDA.

The Normal Heart tiene dos ejes, el personaje de Mark Ruffalo, Ned Weeks, un activista y el de Julia Roberts, la Dra. Emma Brookner. Ella está postrada en una silla de ruedas y fue víctima del anterior virus mundialmente dañino, el de la poliomielitis. Alrededor de Weeks-Ruffalo se nuclean los aspectos personales y políticos de la comunidad homosexual y alrededor de Brookner-Roberts, los científicos y también los políticos.

El surgimiento de la crisis HIV-SIDA promovió en sus primeros tiempos lo que llamaríamos una tormenta perfecta: una negación casi suicida en la comunidad gay, más la inacción del gobierno de Ronald Reagan, más las divisiones en los movimientos de obtención de derechos, más la indiferencia primero y luego las actitudes oscurantistas del resto de la sociedad. El escalamiento del número de víctimas terminó por poner las cosas en su lugar y encarriló la lucha, sino unificada al menos cohesiva contra el virus.

El prolífico Ryan Murphy (creador de Glee, Nip/Tuck, The New Normal, Scream Queens, Feud, Hollywood, The Politician, Pose, Halston, American Horror Stories, Dahmer-Monster: The Jeffrey Dahmer Story, 9-1-1, The Watcher, Ratched, y menciono solo las series) garantiza elencos tan estelares como talentosos.

Con la COVID todavía pisándonos los talones, no queda sino preguntarnos ¿estaremos alguna vez, si no todos, la gran mayoría a la altura de la circunstancia planteada por una crisis epidemiológica? Aprender de las precedentes ya no es una opción, es una obligación.

Fin de la primera jornada

Gustavo Monteros

viernes, 3 de marzo de 2023

Desafío del mes de San Valentín - Quinta semana

Y llegué nomás al final y completé la lista. Y el desafío cumplió con el propósito de crearme una línea secundaria de pensamiento y así no me encerré en las decisiones a tomar y en los condicionamientos a aceptar. Me dijeron que la premisa era falsa, que con la cantidad de películas de amor que había, cómo no iba a encontrar 28. Sí, pero la dificultad radicaba en el “que de verdad me gustaran”. Uno es uno y soy parcial, por ejemplo, con el policial negro, con la comedia o con el musical, pero con las de amor, soy peculiar y quisquilloso. Aunque no solo llegué a completar la lista sino que hasta me quedaron muchas en el tintero. No sé si llegan a otras 28, cosa que no comprobaré porque no se trata de llegar al fondo del baúl sino de entretenerse un rato con juegos de charla de café.

Sábado 25 de febrero de 2023


Día 25: Notting Hill (Un lugar llamado Notting Hill, Roger Michell, 1999)

Estamos siempre tan hambreados de justicia que cada vez que nos cuentan una versión de la Cenicienta, como la copita de ginebra holandesa, nos estimula y sienta bien. Notting Hill es eso, una Cenicienta invertida en la que él (Hugh Grant) es la fregona y ella (Julia Roberts) el príncipe azul que no destiñe. Claro que como todo es moderno, él no friega sino que tiene otros encantos. Es un librero, que entre los mercachifles, es el más encumbrado. Vende al menos sustento para el alma y el intelecto y no cigarrillos o tuercas. Ella es perfecta como toda estrella. Pero como sabemos los que tuvimos la suerte de conocer alguna de entre casa, las estrellas son como todos los demás, solo que con las ventajas y peculiaridades del empleo elegido. Por eso le puede decir aquello de Soy solo una chica parada frente a un chico pidiéndole que la quiera, que es el fino y poético de Soy accesible hasta para vos, chabón. Claro que él todavía tiene que perder el zapato que en su caso es enredarse con la baja estima y comportarse como un reverendo pelotudo. Pero como no es una novela rusa clásica, el final feliz está en ciernes y entonces ponen She de Aznavour cantado por Elvis Costello y si bien ya veníamos enamorados de Julia Roberts desde los tiempos de Pretty Girl (otra Cenicienta), la canción nos recordaba todos los motivos para amarla y obedientes nos volvíamos a enamorar de Julia hasta la masmédula, que no existe, que es un invento de Oliverio Girondo, pero que debería existir. Y por más policiales negros que consumamos, siempre nos van a gustar las versiones de la Cenicienta porque es un cuento de progresión social ascendente y por más que el garcaje le enseñó a algunos de nosotros a odiar a los que de mal van para bien en términos de ascenso, los demás nos vamos a enganchar con la esperanza secreta de que alguna vez nos toque echar buena y quedarnos con la Julia Roberts que liguemos, porque con ella hasta el pan y cebolla va a ser caviar y centolla.

 

Domingo 26 de febrero de 2023


 Día 26: Zee and Co. (Salvaje y peligrosa, Brian G. Hutton, 1972)

Preguntas del millón. ¿Qué es el adulterio? ¿Cuándo empieza? ¿Por qué? Es una enfermedad de pareja monogámica. En parejas abiertas o poliamorosas no aplica. ¿Es venial si es solo sexual? ¿Es mortal si involucra sentimientos? ¿Es ignorado o negado? ¿Es un juego de poder? ¿Surge para salpimentar una relación agotada? ¿Comienza en la mente mucho antes de ocurrir o solo se da? La o el tercero en discordia ¿ambiciona ocupar el lugar del o de la traicionada? ¿Acepta participar en un juego en el que tiene más para perder que ganar? Ya sea que se supere ¿el fantasma de lo que pasó queda de por vida? ¿Es consentido si no se hace nada para evitarlo? ¿Gana el o la que se queda con la convivencia del objeto de pasión? ¿Hay ganadores o solo perdedores? ¿Hay verdadero amor en una relación que nace en la clandestinidad y que implica traición? ¿Surge de la insatisfacción ante la pareja o de un impulso ingobernable de una de las partes? Una vez establecido y tolerado ¿es para toda la vida como el matrimonio católico? ¿Hay víctimas y victimarios o solo victimarios? Si surge como una aventura y no se corta a tiempo ¿se complica? ¿Es más grave entre los tradicionalistas que entre los bohemios? Elizabeth Taylor como la esposa, Michael Caine como el marido y Susannah York como la amante barajan respuestas en Salvaje y peligrosa. Pero ¿hay respuestas correctas cuando se presenta una anomalía donde no debería haberla?

 

Lunes 27 de febrero de 2023

 
Día 27: The Shop Around the Corner (El bazar de las sorpresas, Ernest Lubitsch, 1940)

Con una falta de originalidad digna de ninguna causa, en las aulas, ante las peleas reiteradas, se intenta disuadirlas con un perogrullo que se supone freudiano: Los que se pelean, se quieren. Casi nunca es verdad y en escasísimas oportunidades es disuasorio, pero en el caso de Klara Novak (Margaret Sullavan) y Alfred Kralik (James Stewart) es cierto de toda certeza y se puede jurar sobre su veracidad no sobre una, sino sobre siete Biblias. Los dos trabajan en el Bazar Matuschek que queda a la vuelta de alguna esquina en el centro de Budapest. Estamos en los años precedentes a la Segunda Guerra Mundial y nada presagia los funestos delirios expansionistas de Hitler. En este ¿bazar? que es más bien una marroquinería, su vendedor estrella, el mencionado Kralik y su vendedora más reciente, la susodicha Novak, en persona, se detestan a más no poder, pero, por carta, (sin saber quiénes son en realidad porque usan seudónimos) están más que cerca de formalizar un noviazgo. Solo hace falta el detonante para que la tensión sexual ya desatada y el amor en ciernes exploten, se fusionen y comiencen los prolegómenos de cazar perdices. El bazar de las sorpresas es una de las piezas claves del maestro Ernest Lubitsch y reapareció en 1949 como un vehículo de lucimiento para Judy Garland (In the Good Old Summertime, llamado aquí La novia incógnita) dirigida por Robert Z, Leonard, acompañada por Van Johnson (en la escena final hace su debut en el cine una nena de tres años llamada Liza Minnelli) y en 1998, convenientemente aggiornada, para que otra vez se enreden sentimentalmente Tom Hanks y Meg Ryan (You've Got Mail / Tienes un e-mail) con dirección de Nora Ephron) Y desde 1963 es un delicioso y logradísimo musical de Broadway con el título de She Loves Me, con libro de Joe Masteroff, música de Jerry Bock y letras de Sheldon Harnick. Todas se basan en la obra teatral de 1937, Parfumerie, del húngaro Miklós László. Pero como suele suceder en algunas familias es la primigenia la más agraciada y querida. Los que vienen detrás, a llorar a la iglesia o a rumiar a terapia.

 

Martes 28 de febrero de 2023

Día 28: New York, New York (Martin Scorsese, 1977)

Fue un fogonazo de luz, calor y belleza, cuando en la calle hasta el aire diáfano olía a sangre, los alaridos sospechados te desvelaban en el silencio de la siesta y el miedo nos atería de frío incluso en el ardiente calor del verano. Se estrenó el 5 de enero de 1978. Y menos mal que no era ni crédula ni jovial. No andábamos como para ingenuidades ni optimismos. María von Trapp nos hubiera fastidiado hasta la indigestión. Scorsese dice que es un noir musical y no le falta razón. La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar y él, el saxofonista Jimmy Doyle (Robert De Niro), quizás por haber visitado el Infierno, es un desencantado que por más que lo intenta no puede confiar ni querer y la rabia por no poder hacerlo se le vuelve violencia y desprecio por sí mismo. Ella, la cantante Francine Evans (Liza Minnelli) no es perfecta, muchas veces no sabe qué hacer con él, pero comparte el perfil de las nobles minas del tango, es fiel y de gran corazón, y hasta le da un hijo. Cuando él por fin consigue un poco de paz y aquieta sus demonios, ella ya está en otra y no quiere volver atrás. La frase matadora del afiche decía: El amor es como una canción, es hermoso mientras dura. Y yo, un veinteañero reciente que alcanzaba la edad de oro en años de plomo, mientras duraba esta película casi no tenía miedo y el mundo me parecía menos hostil y doloroso. Por eso la amo. Fin.

Gustavo Monteros