Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.
Hoy: El deseo en mí – Wild Rose, sigue tu propia canción
En El deseo en mí
(Bo we mnie jest seks en el original,
Autumn Girl en su título en inglés,
dirección de Katarzyna Klimkiewicz, 2021), la actriz y cantante polaca, Kalina
Jedrusic (Maria Debksa) anda por la vida guiada primordial y exclusivamente por
su sensualidad. Tiene si no un matrimonio abierto con Stanislaw (Leszek
Lichota), uno con menos restricciones que el del resto de los mortales, lo que
permite que incluya un vínculo estrecho con un cantante de moda, Lucek
(Krzysztof Zalewski). Kalina, considerada la Marilyn Monroe polaca, es un
sex-symbol que brilla fulgurante sobre todo en la televisión, hasta que se
cruza con el nuevo director de la emisora, Ryszard (Bartlomiej Kotschedoff) que
se aprovecha de quejas sobre exhibición obscena (un escote pronunciado con un
crucifijo, imperdonable para parte de la sociedad mojigata de la Polonia de
principios de los sesenta) y la destierra de ese medio. Entonces…
En Wild Rose (o
Wild Rose, sigue tu propia canción según
título de Argentina, Tom Harper, 2018) la joven escocesa Rose-Lynn (Jessie
Buckley) ha venido viviendo a los tumbos, con la única contención de su madre,
Marion (Julie Walters). Anda por la veintena pero ya carga dos hijos, un pasado
de drogadicta y una estadía en la cárcel. Y a pesar de que Glasgow es un lugar
poco propicio para la música que le gusta (el country estadounidense), desde
los catorce canta canciones de esa corriente con singular talento. Su ambición
es visitar y cantar en la Meca del country o sea Nashville, Tennessee. Recién
salida de la cárcel va a trabajar de sirvienta a casa de la rica e influyente
Susannah (Sophie Okonedo) que puede ayudarla a cruzar el Atlántico, pero a la
que nuestra Rose le oculta, al principio casi de casualidad, después a
propósito, su presente maternal y su pasado de errores. Entonces…
Estas son dos películas protagonizadas por mujeres que
cantan para vivir (y a veces sobrevivir) a las que el entorno busca doblegar. A
Kalina para que se amolde a una sociedad reprimida y agobiante, a Rose para que
deje de ser un torbellino de irresponsabilidades y se haga cargo de lo que sus
elecciones de vida le han deparado. Podríamos decir, sin caer en spoilers que
Kalina se sale con la suya, pero que Rose es doblegada (no hay spoiler,
insisto, porque lo que importa es lo que no cuento o sea el cómo).
Los que tendemos a vivir más por la razón nos cuesta
aceptar y entender a los que como Kalina viven según la sensualidad, la intuición,
la sensación. Los sensuales siempre nos parecen individualistas, arrogantes,
narcisistas. No siempre lo son, pero así nos parecen. Y aunque no es mi caso,
comprendo que muchos como la madre de Rose consideren que los que viven a los
tumbos son unos irresponsables autodestructivos incapaces de asentarse o echar
raíces. Como hay hijos de por medio, uno tiende a darle la razón a la mamá de
Rose, aunque hay mucha belleza en vivir como si no hubiera un mañana y fuéramos
a quedarnos por siempre jóvenes. No todo es blanco o negro. Y nunca sabremos
cómo debe haber sido vivir de otro modo al que nos tocó o elegimos vivir, sin
embargo para eso están las películas, para darnos una idea y no andar
levantando tanto el dedo como si la única verdad nos perteneciera.
Gustavo Monteros