viernes, 26 de agosto de 2022

Programa doble: El deseo en mí - Wild Rose, sigue tu propia canción



 Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: El deseo en mí – Wild Rose, sigue tu propia canción

 

En El deseo en mí (Bo we mnie jest seks en el original, Autumn Girl en su título en inglés, dirección de Katarzyna Klimkiewicz, 2021), la actriz y cantante polaca, Kalina Jedrusic (Maria Debksa) anda por la vida guiada primordial y exclusivamente por su sensualidad. Tiene si no un matrimonio abierto con Stanislaw (Leszek Lichota), uno con menos restricciones que el del resto de los mortales, lo que permite que incluya un vínculo estrecho con un cantante de moda, Lucek (Krzysztof Zalewski). Kalina, considerada la Marilyn Monroe polaca, es un sex-symbol que brilla fulgurante sobre todo en la televisión, hasta que se cruza con el nuevo director de la emisora, Ryszard (Bartlomiej Kotschedoff) que se aprovecha de quejas sobre exhibición obscena (un escote pronunciado con un crucifijo, imperdonable para parte de la sociedad mojigata de la Polonia de principios de los sesenta) y la destierra de ese medio. Entonces…

 

En Wild Rose (o Wild Rose, sigue tu propia canción según título de Argentina, Tom Harper, 2018) la joven escocesa Rose-Lynn (Jessie Buckley) ha venido viviendo a los tumbos, con la única contención de su madre, Marion (Julie Walters). Anda por la veintena pero ya carga dos hijos, un pasado de drogadicta y una estadía en la cárcel. Y a pesar de que Glasgow es un lugar poco propicio para la música que le gusta (el country estadounidense), desde los catorce canta canciones de esa corriente con singular talento. Su ambición es visitar y cantar en la Meca del country o sea Nashville, Tennessee. Recién salida de la cárcel va a trabajar de sirvienta a casa de la rica e influyente Susannah (Sophie Okonedo) que puede ayudarla a cruzar el Atlántico, pero a la que nuestra Rose le oculta, al principio casi de casualidad, después a propósito, su presente maternal y su pasado de errores. Entonces…

 

Estas son dos películas protagonizadas por mujeres que cantan para vivir (y a veces sobrevivir) a las que el entorno busca doblegar. A Kalina para que se amolde a una sociedad reprimida y agobiante, a Rose para que deje de ser un torbellino de irresponsabilidades y se haga cargo de lo que sus elecciones de vida le han deparado. Podríamos decir, sin caer en spoilers que Kalina se sale con la suya, pero que Rose es doblegada (no hay spoiler, insisto, porque lo que importa es lo que no cuento o sea el cómo).

 

Los que tendemos a vivir más por la razón nos cuesta aceptar y entender a los que como Kalina viven según la sensualidad, la intuición, la sensación. Los sensuales siempre nos parecen individualistas, arrogantes, narcisistas. No siempre lo son, pero así nos parecen. Y aunque no es mi caso, comprendo que muchos como la madre de Rose consideren que los que viven a los tumbos son unos irresponsables autodestructivos incapaces de asentarse o echar raíces. Como hay hijos de por medio, uno tiende a darle la razón a la mamá de Rose, aunque hay mucha belleza en vivir como si no hubiera un mañana y fuéramos a quedarnos por siempre jóvenes. No todo es blanco o negro. Y nunca sabremos cómo debe haber sido vivir de otro modo al que nos tocó o elegimos vivir, sin embargo para eso están las películas, para darnos una idea y no andar levantando tanto el dedo como si la única verdad nos perteneciera.

Gustavo Monteros

El deseo en mí puede verse en Netflix y Wild Rose en Prime Video 

viernes, 19 de agosto de 2022

Programa doble: Combate en la isla - Con gusto a rabia


 

Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: Combate en la isla - Con gusto a rabia

En Le combat dans l'île (Combate en la isla, Alain Cavalier, 1962) Anne (Romy Schneider) no anda haciendo buenas elecciones de vida. Dejó una promisoria carrera de actriz teatral para centrar toda su atención en Clément (Jean-Louis Trintignant) el que, si mis tenues nociones psicoanalíticas no me fallan, es un psicópata de aquellos. Y cuando no le pega ni tortura a Anne, canaliza su violencia entrenando en la célula terrorista de ultraderecha a la que pertenece con orgullo. Clément, que no tiene nada de clemente, participa en un atentado que tiene curiosas consecuencias. Debe por ello alejarse de una brumosa París en blanco y negro y refugiarse en el campo. Anne se empeña en acompañarlo, es una chica muy abnegada para decirlo con amabilidad. Los acoge un amigo de Clément, Paul (Henri Serre) que nada sabe de las oscuras conexiones políticas de Clément, y cuando se entera, lo echa. A Clément no le queda otra que salir del país y recala en, adivinen dónde, sí, en la Argentina, no comments, please. Anne se queda unos días más en el campo y así llega a conocer mejor a Paul, que es más bueno que Lassie atada and, of course, se enamora de él. Paul la impulsa a volver al teatro, donde triunfa en una obra escrita por la esposa muerta de Paul. Y cuando están por comer perdices, cha, cha, cha, chán, aparece el loquito de Clément, más inclemente que nunca, entonces…

 

En Con gusto a rabia (Fernando Ayala, 1965) Ana (Mirtha Legrand) es una alta burguesa sin ninguna otra ocupación que gastar la plata de un marido ricachón al que no quiere mucho, o sea Ramón, al que hace Jorge Barreiro. De puro aburrida se enreda con Diego (Alfredo Alcón) un provinciano venido a menos que compensa frustraciones participando en las andanzas de una célula extremista de ultraderecha de afiliación nazi-fascista. Diego, en realidad, es novio de Teresa (Marcela López Rey), pero Ana no anda como para fijarse en lealtades, además Diego como que lo hace Alcón, no solo es de buen ver sino que es muy complejo (para decirlo con amabilidad) lo que lo hace más atractivo. El tortuoso Diego alterna tardes apasionadas con Ana con robos a mano armada a hospitales, raides a festivales judíos y trifulcas con manifestantes gremiales. Después de un asalto de consecuencias trágicas, debe huir con Ana al campo que perteneció a la familia hasta que fue absorbido por deudas a los bienes de Ramón. Entonces…

 

Estas dos películas, además de contar con dos protagonistas femeninas con el nombre de Ana, exhiben en la trama lateral grupos extremistas de derechas filonazis. El clímax de la película argentina se inspira en el Asalto al Policlínico Bancario. Recurro a Wikipedia y cito: “El asalto al Policlínico Bancario sucedió en Buenos Aires, Argentina el 29 de agosto de 1963. Una banda mató a dos empleados, causó heridas a otros tres y huyó con un importe que equivalía aproximadamente a 100 000 dólares estadounidenses. Parte del dinero obtenido financió actividades del Movimiento Nacionalista Tacuara, la primera guerrilla urbana de Argentina, a la que pertenecían los promotores del grupo. (…) El hecho, que causó gran conmoción en el país por la violencia y precisión con la que fue ejecutado, fue atribuido por la policía a delincuentes comunes y se estimó esclarecido; sin embargo, meses más tarde la información proveniente de la Sureté, la repartición policial francesa de que billetes provenientes del robo habían sido gastados por argentinos en un cabaret de París hizo que se reabriera la investigación y permitió individualizar a sus verdaderos autores. (…) Casi todos los participantes fueron detenidos y enjuiciados, otros permanecieron prófugos y algunos estuvieron incorporados más adelante en otras organizaciones guerrilleras.” Respecto al Grupo Tacuara, dice Wikipedia: “El grupo Tacuara fue una organización que nació formalmente en Argentina a fines de 1957, con el nombre de «Grupo Tacuara de la Juventud Nacionalista» creada por jóvenes simpatizantes del franquismo y del nacionalismo católico que en su mayoría habían militado en la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (UNES). Tenía como antecedentes tanto en el aspecto ideológico como en su aceptación de métodos violentos de acción, a la Liga Patriótica que actuó en el país en la década de 1930 y a la Alianza Restauradora Nacionalista que tenía actividad desde comienzos de la década de 1940.” Por lo expuesto, se deduce también que a estas películas las une una evidente conexión Argentina-Francia en simpatías por ideologías filonazis extremas.

 

Como puede verse en los sesenta no solo se cocían las habas de la revolución sexual y el impulso de los movimientos feministas y de derechos civiles, sino también las de movimientos de derecha y ultraderecha que provocarían cruentos golpes de estado genocidas y de sometimiento económico a las grandes potencias que derivarían en pobreza, impedimento de crecimiento industrial y científico. Como quien dice, dar un paso para retroceder dos.

Gustavo Monteros

viernes, 12 de agosto de 2022

Programa doble: Todo en todas partes al mismo tiempo - El peso del talento



 

Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: Todo en todas partes al mismo tiempo – El peso del talento

En Everything Everywhere All at Once (Dan Kwan, Daniel Sheinert, 2022) Evelyn Wang (Michelle Yeoh) tiene un día para el olvido que por los motivos equivocados se volverá inolvidable. En la lavandería, que dirige con su marido Waymond (Ke Huy Quan) que anda buscando la manera de pedirle el divorcio, festejarán el Año Nuevo Chico, con familiares, clientes y amigos. Su hija Joy (Stephanie Hsu) quiere que presente a su novia Becky (Tallie Medel) al abuelo Gong (James Hong) no como una amiga sino como lo que es, su pareja, algo a lo que Evelyn se resiste, un poco por negación y otro poco para evitarse explicaciones y reproches. Antes de los festejos nocturnos, ese mismísimo día, Evelyn, Waymond y Gong deben presentar la liquidación anual de impuestos ante una sádica agente, Deirdre Beaubeirdre (Jamie Lee Curtis). En un momento del trámite, un Waymond alternativo le explicará a una más que confundida Evelyn que existen realidades simultáneas en la que ella vive versiones paralelas de su vida, y que por esas cosas del universo, es la única que puede salvar nada menos que al Mundo de la destrucción que pretende una villana maldita que no es sino…

 

En The Unbearable Weight of Massive Talent (Tom Gormican), un Nicolas Cage, narcisista insoportable, que puede o no ser el Nicolas verdadero, pero sí uno bastante cercano al que todos imaginamos o sospechamos que es, está desesperado por obtener el rol en una película en preproducción que finalmente no conseguirá. Su representante Richard (Neil Patrick Harris) le mostrará que su situación económica es desesperada y le pedirá que acepte la oferta de “solo” aparecer en la fiesta de un fanático ricachón, Javi Gutiérrez (Pedro Pascal). Pero lo que Javi se trae bajo el poncho no es fotografiarse con él para lucirse en redes sociales ni arrastrarlo a una orgía, ni sumarlo a una colección de logros, no, lo que pretende es que Nicolas Cage lea un guión que ha escrito con la esperanza de que lo protagonice. Pero la CIA cree que Javi es el responsable del secuestro de la hija de un candidato a presidente del país innominado donde transcurre esta parte de la acción, de ahí que la CIA pretenda usar a Nicolas Cage como Caballo de Troya en la mansión de Javi, pero nada es lo que parece, ni Cage puede salir “actuando” del embrollo, entonces…

 

Estas dos películas se atreven a ser originales sin perder sus ambiciones de obtener la mayor popularidad posible. Algo que han logrado porque el espectador contemporáneo ya está ducho con los mulitiversos, las realidades paralelas, los juegos posmodernos de ficción dentro de una ficción dentro de otra ficción que remite quizá a una realidad que puede ser ¿por qué no? otra ficción. De metalenguajes está lleno el universo actual. Algo muy bueno para descifrar ficciones y algo muy malo para la realidad. Hay personas que van por la vida creyendo que la realidad no es aquello objetivo que es, independientemente de nosotros, sino lo que estas personas creen que es. Sus “subjetividades” se contraponen o anteponen a lo que es, pasa o deviene. ¿Una locura? No, una modernidad vigente. Comenzó con lo político, pero ya se extiende o otros órdenes de la vida. Confiemos que una nueva santa inquisición no esté a la vuelta de la esquina. Cruzo los dedos.

Gustavo Monteros

viernes, 5 de agosto de 2022

Programa doble: La cascada - Refugiado



Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: La cascada - Refugiado

 

En Pu bu (The Falls, La cascada, Mong-Hong Chung, 2021) Xiao Jing (Gingle Wang) parece al principio de la película la típica adolescente en crisis, le hace la vida imposible a su mamá, Lo Pin-wen (Alyssa Chia), la maltrata y destrata todo lo que puede. Pero estamos en Taiwán en plena cuarentena por la COVID y el encierro hace que a mamá la mente le juegue una mala pasada y deba depender de la hija, que se ve en la obligación de madurar a la máxima celeridad posible. La pobre mamá Lo Pin-wen tenía motivos de sobra para que le lloviera el techo: no había terminado de asimilar un divorcio con un conyugue que hasta ya tenía un hijo con la otra antes de separarse, la echaron del trabajo, está acuciada de deudas porque lleva años viviendo más allá de sus posibilidades y siente que la hija la culpa hasta del aire que respira. Pero como no todo es maldad y es posible hallar remedio si uno identifica el problema y puede expresarlo, de a poco irá saliendo. La razón de por qué el film se titula como se titula, le agrega un elemento fantástico al desencadenamiento de la psicosis que la llevó a perder la razón.

 

En Refugiado (Diego Lerman, 2014) Matías (Sebastián Molinaro) espera en vano en un pelotero que su mamá Laura (Julieta Díaz) lo venga a buscar al término de una fiesta de cumpleaños. La mamá de la cumpleañera lo llevará a su casa y al llegar descubrirán a Laura en el piso de la cocina, inconsciente y golpeada, tras una paliza propinada por su pareja Fabián (Agustín Rittano). Laura y Matías empiezan, entonces, un accidentado peregrinaje para apartarse de la violencia incontenida de Fabián. Laura intuye, y todos concordamos, que no habrá una próxima vez en que ella pueda contar el cuento. Si la hay, ella saldrá muerta. Pero los malos amores como los peores hábitos son difíciles de dejar. ¿Podrá?

 

La cascada y Refugiado se centran en dos mujeres desvalidas. Por suerte en ambas historias (más en La cascada, a decir verdad) hay gente buena, generosa, amable, dispuesta a ayudar. La corroboración, aunque sea en la ficción, devuelve la fe en lo humano. Por un rato.

Gustavo Monteros

La cascada y Refugiado pueden verse actualmente en Netflix