viernes, 31 de marzo de 2023

Festival LGBTQ+ - Cuarta jornada


 Inicio la cuarta jornada de mi festival LGBTQ+ con Mario (Marcel Gisler, 2018). Mario (Max Hubacher) es un alemán que se foguea en las inferiores del fútbol suizo con la intención de pasar el próximo año a alguna liga profesional. Es un delantero. A mitad de la temporada, el club presenta a Leon (Aaron Altaras) que ya está prácticamente en el fútbol profesional, pero por motivos que nunca quedan claros, las autoridades lo hacen trabajar un tiempo más en las inferiores. Leon es otro delantero y trabaja muy bien en tándem con Mario. Como la profesionalidad de ambos se da por descontada, el club los hace convivir en un departamento de la institución. La convivencia expone un secreto que ambos ocultan, son gay. Y pese a resistencias iniciales, terminan por tener sexo y eventualmente se enamoran. Las idas y vueltas de Mario a aceptar la relación hacen que se descuiden y sean vistos por otro jugador, no tan talentoso y que de pura envidia va a hacerles la vida imposible. Cuando el rumor de la relación llega a las autoridades se evidencia que la homosexualidad en el fútbol es más común de lo que se supone y acepta, pero lo que sigue siendo tabú, caca, inadmisible es que se haga público. Desatado el conflicto, habrá reacciones en el entorno tanto familiar como profesional, y habrá decisiones que repercutirán en el modo en que se elige vivir. Buena película que conmueve e interpela.


Continúo esta cuarta jornada con otra película alemana, Jonathan (Piotr J. Lewandoski, 2016) tan bella y triste como entrañable. Jonathan (Jannis Niewöhner) es un adolescente que trabaja en la granja familiar junto a su padre Burghardt (André Hennicke) y su tía Martha (Barbara Auer), estos hermanos llevan años sin hablarse, algo que ahora es muy relevante porque Burghardt está muriendo de un cáncer terminal de piel con metástasis en el cerebro. Jonathan cuida a su padre con amor, afecto que es extrañamente rechazado por el moribundo. Jonathan quiere que le hable de su madre muerta a la que prácticamente no conoció. Burghardt se niega. Un buen día llega un extraño, Ron (Thomas Sarbacher) preguntando por Burghardt, al que Martha aleja de la propiedad a escopetazos. Una recaída hace que Burghardt sea hospitalizado, Martha lo visita con renuencia, lo halla dormido, pero ve una foto muy manoseada cerca de la cama en la que se ve a dos hombres jóvenes en una piscina. Sospechamos primero y comprobamos después que Ron fue amante de Burghardt, pero también el gran amor de Martha. Ahora Jonathan debe lidiar con un conflicto con el que ni soñaba. Su padre no solo es homosexual sino que esta determinación sexual pudo haber tenido mucho que ver en la muerte de su madre. Pero, claro, no hay mucho tiempo para andar rumiando traumas, Burghardt se está muriendo. Por suerte para Jonathan, con él anda Anka (Julia Koschitz) una enfermera sabia y sensual que contrató Martha para que lo ayudara con Burghardt. Anka sabe lo que es trabajar con la muerte, aprendió que la sensualidad la espanta y que nadie muere si antes no ha hecho las paces con las deudas pendientes. El film es tanto un coming of age para Jonathan como una elegía para el amor de Burghardt por Ron. Lo interesante es que lo que pasó cuando los personajes mayores eran jóvenes no se explicita demasiado, si no que se trabaja solo con las consecuencias de las elecciones que tomaron. Sin embargo, es fácil armar lo que pasó y deducir el motivo de las conductas. Porque, por desgracia, no es necesario que nos detallen la no aceptación de las sexualidades ajenas ni la homofobia ni la aceptación de mandatos sociales que deberíamos haber mandado al diablo mucho tiempo antes de lo que lo hicimos y que debemos trabajar día a día para que no vuelvan jamás, ya que no provocan más que tristeza y desamor.


Termino esta cuarta jornada con una curiosidad casi marginal, Johan (Philippe Valois, 1976) película que mezcla el cine arte, el documental y el porno, uniendo estas variantes desde el metalenguaje. El relato dominante se estructura en las cartas que Philippe le escribe a su amante Johan que está en la cárcel. Es verano en París y el cineasta Philippe tiene a su disposición el equipo prometido para hacer la película, que iba a protagonizar Johan, que por no estar libre debe ser reemplazado. Y como en la película habrá desnudos y sexo, el casting se hace levantando muchachos. De ahí que nos muestren como es el levante en el Jardín de las Tullerías y el uso que se le da a los baños públicos. En algún momento la narración se desvía hacia los sitios de turismo gay y se habla de las facilidades para el sexo ocasional que ofrece New York. Entra en escena Manolo (Manolo Rosales) que es un cubano exiliado. Por momentos prima la confusión geográfica, porque nos hablan de New York pero nos muestran París, aunque después por suerte se aclara. Hay otro desvío documental por prácticas y juguetes sexuales, pero después se vuelve a la búsqueda del sustituto de Johan. El film es narcisista, exhibicionista, a la vez que liberador y desvergonzado. Se enorgullece de la diversidad sexual y documenta como la comunidad gay se percibe en ese tiempo, como se muestra y se celebra. Entonces el film adquiere una importancia extracinematográfica. Al ser fiel al registrar el momento, se vuelve histórico. Nada nuevo, ratifica aquello de lo del diario de ayer es para envolver huevos, pero el de hace tres años, es Historia.

Fin de la cuarta jornada

Gustavo Monteros

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