viernes, 2 de mayo de 2025

Querido diario - Hoy: La semilla de la higuera sagrada


 

Como todos los cinéfilos del mundo he aprendido a seguir con mucha atención las películas que compiten en el Festival de Cannes. Allí hacen su presentación en sociedad las películas de las que hablaremos durante el año. Habrá algunas que aparecerán en otros lados, pero el grueso de las que dan vuelta en esta temporada de premios, al igual que en las temporadas anteriores, se estrenó en Cannes. 

 

Cuando leí las críticas a The Seed of the Sacred Fig / La semilla de la higuera sagrada (2024) del iraní Mohammad Rasoulof, reparé en que quizá lo que cuestionaban como incoherente o poco claro podría deberse a que no saben por experiencia directa lo que es vivir bajo un régimen totalitario. Y ahora al verla, compruebo que es así. No es lo mismo padecer una dictadura, que criarse en una democracia en la que se respetan los derechos civiles. Los que padecimos la dictadura cívico-militar argentina de 1976-1983 lo sabemos.

 

La semilla de la higuera sagrada tiene dos partes claramente discernibles. En la primera se da a conocer el tipo de sociedad que engendra la locura de la segunda parte. No es que de repente los personajes se vayan al carajo. No, solo se ven las repercusiones de vivir tan acorralados. Se pasa de lo macro a lo micro, como les gusta decir a los economistas.

 

Todo arranca con el ascenso del hombre de la casa, un abogado que queda a un paso de la judicatura. Tendrá un mejor sueldo, el acceso a una casa más grande, aunque no todo será para mejor. En realidad, heredó el cargo de alguien que se negó a hacer lo que él se verá obligado a cumplir: firmar sentencias de muerte sin indagar demasiado.

 

Su familia, compuesta por esposa y dos hijas, una en edad universitaria, la otra todavía en los primeros años del secundario, deberá bajar el perfil en las redes sociales y llevar una vida impecable. Las rigideces del sistema serán insoslayables para ellas. Algo que se dificulta porque en la calle se desatan manifestaciones contra la teocracia y el hijab.

 

Y como en toda sociedad en el que el sometimiento de las mujeres es extremo, estas han aprendido a establecer una sociedad paralela, por pura sobrevivencia nomás. Y aquí cobra relevancia el personaje de la madre, enteramente sometida al régimen, pero con herramientas para sortearlo si se da el caso. De todos modos, su aceptación del status quo se verá convulsionada, porque el régimen reprime los pedidos de cambios con violencia y ella no podrá hacer la vista gorda.

 

Algo que tampoco podrá ignorar y que gravitará en su vida cotidiana es que el ascenso del marido vino con una pistola, que él debe llevar encima en todo momento para defenderse si la ocasión lo amerita. La desaparición de la pistola y cómo el pater familias lidia con esa falta es el conflicto dominante en la segunda parte.

 

Y es donde las críticas negativas arreciaron. A muchos les pareció que algo no cierra del todo en cómo reaccionan los personajes. Y es donde la experiencia de padecer una dictadura cuenta.

 

Siempre me preocupó e intrigó cómo una dictadura opera en las cabezas de los que la sufren puertas adentro. Nunca llegué a una respuesta satisfactoria. El miedo permanente que se tranquiliza con alguna suposición que se imagina viable (si nos detienen, el cura que nos conoce sin duda podrá hacer algo, por ejemplo; o no puede ser que todos sean asesinos, otro ejemplo; o si esto se nos vino encima es porque así cómo estábamos no podíamos seguir; o tenemos que seguir viviendo, si ahora a las cosas se las tenemos que pedir a los militares, se las pedimos y listo; y así un largo y vergonzante etcétera) termina engendrando pensamientos sinuosos, oblicuos, espiralados.

 

Se instala una paranoia dominante, no se confía en nadie plenamente, y no se habla del elefante en la habitación. Se calla el miedo, la incertidumbre, la angustia. Y todo eso junto no puede producir un pensamiento limpio, directo, discernible, lógico. Se reacciona entonces de un modo que parece incongruente a los que jamás han tenido que pensar tan enrevesadamente.

 

Volviendo al film, si no se acepta que los personajes respondan así, debería considerarse el tramo final como simbólico. En un mundo convulsionado y agresivo, la violencia es inevitable. Y ya se sabe, una vez desatada, en general es imparable.

Gustavo Monteros

Adenda necesaria: La película se abre con este concepto que refiere al título elegido: "El Ficus Religiosa es un árbol con un ciclo de vida inusual. Sus semillas, contenidas en los excrementos de los pájaros, caen sobre otros árboles. Las raíces aéreas brotan y crecen hasta el suelo. Luego, las ramas envuelven al árbol huésped y lo estrangulan. Finalmente, el higo sagrado se sostiene por sí solo".


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.