viernes, 23 de febrero de 2024

Querido diario - Hoy: El 74 de Giannini


 

Mientras duró el descanso, elegí películas para nuestras secciones habituales de Programa doble, Películas que ya tendría que haber visto o Películas con títulos de una palabra evocadoras de ciudades, países o accidentes geográficos, etc. Pensé también en nuevas secciones: 50 años no es nada (donde repasaría films que este año cumplen 50 años de su estreno, como Chinatown), Reverdeciendo laureles (en la que vería si algunos clásicos sigue vigentes o ya perecieron), El original y la copia (análisis de obras que tuvieron su remake feliz o desafortunada) o Al mal tiempo, feel-good movies (espacio para contrarrestar la deshumanización ya instalada o para celebrar la poca humanidad que nos queda, revitalizando costumbres perdidas, como la solidaridad, la generosidad, la amabilidad) Pero a medida que se acercaba el momento de concretar las ideas y sentarme a escribir, me dominaba un sentimiento de Déjà vu, de ya lo hice antes y mejor quizá, de para qué insistir. ¿Acaso se me habían pasado las ganas de hablar sobre cine? No, me contesté. Solo es hora de variar el ángulo, de correrse de las estructuras practicadas, de abandonar las rigideces a las que obligan las formas elegidas de ejercer este amor por la narración audiovisual. Se me ocurrió entonces intentar uno de los recursos más viejos: el clásico y confesional Diario. Allá vamos.

 

Diario de un cinéfilo desesperado en tiempos de oscuridades político-sociales

 

También fui actor. Mi carrera de tan modesta fue casi secreta. Los pocos fulgores que disfruté fueron los entusiasmos inesperados de conocidos y parientes que no esperaban nada de mi talento y que en noches de estreno a regañadientes concedían que quizá no fuera histriónicamente tan negado y algo pudiera lograr con mi insistencia de hacerlos reír y emocionarse. En noches de insomnio fantaseo con los papeles con los que me hubiera gustado consagrarme en el teatro o el cine, la tele no me moviliza demasiado, soy un nadie con pretensiones. Y como soy enciclopédico y me gusta solazarme con las carreras ajenas, se me da por pensar si tal o cual actor comprendió la trascendencia de su labor en el momento en que encaraba el personaje que habría de hacerlo inolvidable o si lo vivió como una instancia más de su trabajo.

 

Uno de los actores que más admiro es Giancarlo Giannini, sobre todo por culpa de su Pasqualino Siete Bellezas (o Pasqualino Settebellezze, en el original), que se estrenó en Italia el 20 de diciembre de 1975 y en Argentina el 20 de octubre de 1977 (por entonces las películas tardaban en llegar y la censura no ayudaba mucho, le ponía peros hasta a Bambi). No pude encontrar detalles de fechas de producción o mucha precisión de dónde se filmó. Lo poco que pude averiguar es que se rodó en parte en Yugoslavia (las escenas de la fuga) y que el escenógrafo Enrico Job pidió que las tomas de interiores del campo de concentración se filmaran en Tívoli, en una vieja fábrica de papel erigida sobre las ruinas de un templo griego y que hay escenas en Aversa y en Nápoles, claro). Y la única fecha fidedigna que averigüé dice que en junio de 1975 estaban filmando (¿esta fecha es terminación o inicio de rodaje?, no se sabe o yo no supe averiguar más. Las maravillas no surgen de la magia. Todo tiene trabajo, dudas, sudor, detrás. No basta con la inspiración y la suerte.

 

Vi y leí reportajes a Giannini sobre Pasqualino y nadie le preguntó si tuvo consciencia durante el rodaje de que estaba inscribiéndose en la Historia del cine.

 

Y como mi curiosidad es insaciable, me dije: ya que mi inquietud está insatisfecha, puedo hacer algo que si está a mi alcance: repasar la carrera de Giancarlo desde sus inicios hasta que llegó a Pasqualino. Ambición que tuve que contener o limitar al año anterior de filmar Pasqualino, porque Giancarlo antes y después de las siete bellezas es un hombre prolífico con gran capacidad de trabajo. Y si bien internet podía proveerme todos los títulos, mi tiempo es limitado. Trabajo, tengo otras inquietudes, una vida de relación, una perra, bañarme, comer, etc. A veces, muy pocas en realidad, envidio a los copistas medievales que en las tranquilidades de sus conventos se dedicaban a una sola tarea en sus vidas.



En el año 1974, Giannini estrenó tres películas. La primera Il bestione de Sergio Corbucci, conocida en la Argentina como Nino, el bestione, una comedia costumbrista, mencionada a la pasada en el documental de Netflix sobre Corbucci producido por Quentin Tarantino. Esta comedia es tanto una de caminos (road movie que le dicen) como una de amigos o parientes desparejos (buddy movies que le dicen) Al contrario de lo que implica el título para la distribución argentina, el bestione no es Nino (Giannini)] sino el camión gigantesco que, con su compañero, Sandro (Michel Constantin) se turnan en manejar mientras van de un país a otro con la gran carga que transportan. Los dos protagonistas se detestarán en un inicio y de a poco, por problemas a superar, por aventuras compartidas, por soledades iluminadas, comenzarán a aceptarse y apreciarse. Hoy da un poco de resquemor verla. Si bien no promueve el machismo, refleja una sociedad patriarcal condescendiente y despreciativa hacia las mujeres. El aire de los tiempos en que fue hecha. Al ser fiel a su época, denuncia una necesidad de cambio urgente, porque estos dos hombres no hallan fácil vivir en este mundo patriarcal. Sostienen el statu quo por inercia, no por convicción. Hoy, las feministas rechazan de plano estas películas (quizá hagan bien) y no observan que el mundo retratado reclama el desequilibrio que no tardaría en llegar. Uno es un hombre divorciado a la que la mujer le metió los cuernos, porque se sintió frágil y abandonada por los tiempos muertos de los largos viajes y el otro se aprovecha de las necesidades de una viuda mayor con algo de dinero porque es su única posibilidad cierta de reunir el dinero para comprar su propio bestione, y ambos rechazan haber sido arrinconados a esa realidad. Son machos que no se sienten cómodos en sus roles (Ciao machio, Marco Ferreri, 1978) en los tiempos (para jugar con otro título de película) de El futuro es mujer (Il futuro è donna, Marco Ferreri, 1984)




La segunda película que Giannini estrenó en 1974 se ve sin vergüenza porque es un drama histórico progresista y bien intencionado: Fatti de gente perbene (conocido en la Argentina no por la traducción fiel de su título original, Hechos de gente bien, sino como La gran burguesía) de Mauro Bolognini. Estamos en 1902 en Italia. Linda (Catherine Deneuve, esplendorosamente bella) está mal casada con un hombre violento, abusivo, cruel. Su hermano Tulio (Giannini) decide librarla de lo que considera una muerte segura matando al marido. Linda y Tulio son hijos de un profesor de Medicina de ideas amplias, opuestas a las restrictivas del catolicismo, el doctor Augusto Murri (Fernando Rey, actor que también estará en Pasqualino Settebellezze). La verdad del crimen saldrá a la luz, pero los responsables no serán juzgados por el asesinato en sí, sino por el odio a las ideas progresistas del doctor Murri. La acción coordinada de una prensa que defiende un catolicismo a ultranza demonizará, con la ayuda del comisario investigador, transformarán el juicio en una caza de brujas. La película nos demostrará que las campañas de los medios de comunicación hegemónicos actuales no inventaron nada al demonizar a los que se oponen al ideario de ultra derecha que sostienen. El film también nos corroborará que, en esos lejanos tiempos, tal como ahora, una justicia supeditada a la opinión fanatizada de los medios dominantes no es tal sino una farsa. Un drama de época muy bien hecho y por desgracia muy vigente.




Y la tercera película que Giancarlo estrenó en 1974 es Travolti da un insolito destino nell'azzurro mare d'agosto (Abrumado por un destino insólito en el mar azul de agosto, en la traducción original). Para su estreno en la Argentina, el título se simplificó a Insólito destino, y es la película inmediatamente anterior a Pasqualino Settebellezze que hizo el tándem Lina Wertmüller, directora y guionista y su actor fetiche, don Giancarlo Giannini, el genial. Se trata de una comedia de estereotipos opuestos. En un yate de lujo, alquilado a unos cuentapropistas, veranean unos ricos. La insoportable Raffaella (Mariangela Melato), una alta burguesa caprichosa, cruel, despreciativa, insultante se destaca del resto de los veraneantes. Y la padece el camarero-tripulante, Gennarino (Giancarlo Giannini, filmado más esplendorosamente que de costumbre por Wertmüller), un proletario socialista, machista y prejuicioso. El azar y el argumento determina que Raffaella y Gennarino terminen juntos en una isla desierta. De movida la extracción social, o sea la diferencia de clases, la ideología, las experiencias de vida y los prejuicios irremontables los separarán. Pero los dos son jóvenes, saludables y sexis, así que el prejuicio de la diferencia de clases se volverá deseo, y aunque apliquen en clave erótica la dicotomía amo-sirviente, invirtiéndola a cómo se daba en el barco, la pulsión sexual aplanará las diferencias. Tanto que cuando puedan ser rescatados, preferirían no serlo para continuar con su recién descubierta relación erótica-afectiva. La comedia es efectiva, aunque ratifica verdades de Perogrullo. Si se eliminan los mandatos sociales de clase, experiencia, crianza, surgirá una lógica nueva, que quizá contenga los mandatos mencionados, ahora reacondicionados a una manera más asequible a las necesidades de los individuos que deben padecerlos. Dice también que el sexo, reprimido por las convenciones y necesidades de dominio, de mantenimiento de un equilibrio social reaccionario, liberado es la puerta a un estado nuevo, quizá revolucionario. De todos modos, la realidad como la conocemos se impondrá, aunque nadie les quitará lo bailado, de ahí que el final sea más agridulce que triste.




Y a continuación de Insólito destino, algo que no puede negarse porque se lo ve muy bronceado, y aunque habría de estrenarse en 1975, Giannini rodó por septiembre de 1974 A mezzanotte va la ronda del piacere (conocida por estos pagos por la traducción literal de su título: A medianoche va la ronda del placer) de Marcello Fondato. Se trata de una comedia ligera a la manera de Punch and Judy, porque cualquier motivo es bueno para darse mamporros (tradición cómica que hoy merece la política de la cancelación, pero que se entronca con el comienzo del teatro y de gran éxito en el Medioevo y el Renacimiento. Tina Candela (Monica Vitti) enfrenta un juicio por haber supuestamente matado a su marido, Gino Benacio (Giannini) tras una violenta pelea. Digo supuesto crimen porque no hay cadáver, dado que Gino cayó accidentalmente en un sumidero y no se supo más de su cuerpo. Gabriella Sansoni (Claudia Cardinale) casada con Andrea Sansoni (Vittorio Gassman) más preocupado por hacer dinero en dudosos negocios que en atenderla, es llamada como miembro del jurado en el juicio a Tina Candela. Gabriella, única mujer en un jurado de hombres, tiende a comprender e inclinarse por la inocencia de Tina Candela. En un principio la balanza parece inclinarse hacia ella, Gino Benacio era un marido que por todo recurría a los cachetazos y a la infidelidad. Aunque, como se comprobará después, Tina Candela no se queda atrás. En cachetazos e infidelidad. Gabriella, afecto-carenciada, imaginará que las distintas instancias por las que pasa Tina Candela, le pasan a ella y Andrea. Por todo lo dicho, hoy es una comedia vergonzante, ofensiva e injustificable, más allá de unos buenos chistes y gags que no se relacionan para nada con la violencia contra la mujer.




Nunca sabré, o al menos no por ahora, si al comenzar a filmar Pasqualino Settebellezze, Giancarlo Giannini fue consciente de que entre manos tenían una genialidad. Lo que queda en evidencia es que le puso todo el amor a su profesión y el máximo compromiso con su histrionismo. El mismo empeño responsable que le puso a estos proyectos de variado propósito y resultados. Los actores que aman su profesión encaran cada proyecto con la creencia de que saldrán de la mejor manera. Y a veces sus esperanzas se cumplen.

Gustavo Monteros


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