viernes, 1 de marzo de 2024

Querido diario - Hoy: Meg La Reina de la Rom Com Ryan o Lo que sucede después


 

Mientras duró el descanso, elegí películas para nuestras secciones habituales de Programa doble, Películas que ya tendría que haber visto o Películas con títulos de una palabra evocadoras de ciudades, países o accidentes geográficos, etc. Pensé también en nuevas secciones: 50 años no es nada (donde repasaría films que este año cumplen 50 años de su estreno, como Chinatown), Reverdeciendo laureles (en la que vería si algunos clásicos sigue vigentes o ya perecieron), El original y la copia (análisis de obras que tuvieron su remake feliz o desafortunada) o Al mal tiempo, feel-good movies (espacio para contrarrestar la deshumanización ya instalada o para celebrar la poca humanidad que nos queda, revitalizando costumbres perdidas, como la solidaridad, la generosidad, la amabilidad) Pero a medida que se acercaba el momento de concretar las ideas y sentarme a escribir, me dominaba un sentimiento de Déjà vu, de ya lo hice antes y mejor quizá, de para qué insistir. ¿Acaso se me habían pasado las ganas de hablar sobre cine? No, me contesté. Solo es hora de variar el ángulo, de correrse de las estructuras practicadas, de abandonar las rigideces a las que obligan las formas elegidas de ejercer este amor por la narración audiovisual. Se me ocurrió entonces intentar uno de los recursos más viejos: el clásico y confesional Diario. Allá vamos.

 

Diario de un cinéfilo desesperado en tiempos de oscuridades político-sociales

 

(Juego a ser el ghost writer de Meg Ryan y la hago hablar de su carrera y de su última película)


Hasta para envejecer hay que tener suerte. Catherine Deneuve tiene una estructura ósea tan perfecta, que es bella a cualquier edad. Sophia Loren, también. Y en esto no se aplica el chiste de El club de las divorciadas, ese de que Sean Connery siempre es un semental sin importar su edad. A lo que voy, es que en esto los hombres no son la excepción. Omar Sharif terminó por ser un viejo tan apuesto como lo fue en su juventud. Pero Gregory Peck perdió con la edad gran parte de su encanto y James Stewart fue lisa y llanamente un viejo feo, que solo remitía de nombre al joven atractivo que supo ser. Yo tuve lo mío, un montón de películas lo atestiguan. No fui bella, pero si atractiva. Linda, pero no en el sentido de Ava Gardner, más bien en el de Betty Hutton. No pasaba desapercibida, se me consideraba hermosa, la cámara amaba mis mohines, tanto que me fijó en un solo perfil de personajes. El de la rubia un poco despistada, aunque encantadora. Sexy, sin exagerar e inteligente. Nada de rubia, algo bobalicona y tremendamente sexy, como Marilyn Monroe. Nada de rubia, muy sexy y algo hueca como Goldie Hawn. Un poco neurótica, pero sin llegar a los extremos de Diane Keaton. Fui la rubia que se salió del molde, la rubia inteligente. Todo gracias a Nora Ephrom y su guion para Cuando Sally conoció a Harry, que fue cuando mi carrera cambió. Hasta entonces, me había hecho notar un poco, llegué hasta ser ¡la novia del protagonista! Pero después de Sally fui una estrella. Claro, también soy una actriz y quise probar otras cosas, fuera de la romanticona que ve su vida completa cuando consiguió el beso abrasador de su galán. Probé con ser una alcohólica, una heroína militar con medalla y todo, una policía un tanto siniestra, la esposa de un secuestrado y hasta una representante de boxeadores. Me salí de las seudo actitudes virginales de la protagonista romántica y me puse provocadora y muy sexuada. Todo muy interesante para mí, pero todos pedían a la rubia más leve que se enamoraba y lograba su galán. Y se las dimos, hay peores maneras de ganarse la vida. Pisando los cincuenta, me dije: aunque la cara no se me cayó, la vergüenza, un poco sí. Por más vueltas de argumentos que les den a los guiones, voy a quedar ridícula si a una edad en la que ya alguna cosa tendría que tener clara, persisto en tener como única preocupación vital conseguir un hombre o mantenerlo al lado. No vivimos en las novelas de Jane Austen, hay más cosas en la vida de una mujer que un hombre. Me di una pausa en el cine, participé de algunas series y me puse a planificar mi debut como directora. Fue por entonces que se filtraron unas fotos en las que se me veía de mi edad. Tenía un poco de bótox, que entre las actrices que pierden la lozanía es como descubrirse con mal aliento y mejorar la higiene bucal. Algo tan natural como ser encantadora. Y como ahora cualquier cosa es un escándalo, se pusieron a especular que por mantener la belleza me había sometido a cirugías plásticas que me arruinaron la cara, que en vez de envejecer “naturalmente”, me ponía a emular a la recauchutada duquesa de Alba. Lo irónico del caso es que yo no me había hecho nada, estaba envejeciendo “naturalmente”, salvo que yo no tengo la suerte de la Deneuve o la Loren, o Sharif o Lassie, yo estoy más del lado de Jimmy Stewart. De mayorcita doy fea. Comedia, muchachos, comedia. Incorporarse, sacarse los restos del pastelazo de la cara y a seguir viviendo. Y debuté nomás como directora con Ithaca, sobra la novela de William Saroyan, The Human Comedy, sobre un carterito que durante la Segunda Guerra Mundial en un pueblo de los Estados Unidos debe repartir los telegramas de defunción de los soldados que cayeron en acción. Pasó con más pena que gloria, aunque me gustó hacerla y no me salió tan mal. Y me dije si lo que más quieren de mí es la rubia comediante de problemas amorosos, démosela. Aunque más no sea porque le debo un homenaje a Nora, Ephrom, claro. Y elegí llevar al cine la obra teatral de Steven Dietz, Shooting Star / Estrella fugaz y con Steven, Kirk Lynn y yo armamos el guion. Una expareja se reencuentra en un aeropuerto que interrumpe sus funciones por una tormenta de nieve. Son dos mayorcitos con la vida hecha que pasa en claro lo que pasó entre ellos y lo que hicieron después de ya no verse. Hoy la recuerdo porque es 29 de febrero que es cuando transcurre la acción y que por ser algo que no ocurre todos los años viene con su carga de magia excepcional. Y si a Ithaca prácticamente la ignoraron, a What Happens Later / Lo que sucede después le tiraron con toda la artillería conocida y por conocerse. Está bien, está bien, se basa en una obra de teatro y más allá de todos mis esfuerzos por darle variedad a su único escenario, un aeropuerto semi desierto, puede que denote por momentos su origen teatral y puede que haya insistido demasiado en hacerlos pasearse en el carrito eléctrico transportaequipaje, está bien secuenciada, el cuento se cuenta y se comparte bien, hay réplicas ingeniosas y una química palpable con mi coequiper David Duchovny. Y aunque no me crean por ser parte interesada, es una buena película. Ahora, gracias a las musas del celuloide, las películas no caen rápido en el olvido, los streamings son muchos y necesitan llenar archivos monstruosamente grandes, de ahí que todas las películas que se hacen tengan asegurada su ventana de acceso. Como a toda película que se ha elegido odiar, porque sí, porque alguna tiene que tener ese destino, porque hay que destilar veneno, porque hay que castigar la ilusión de glorias pasadas que quieren reverdecer sus laureles, o por lo que sea, más temprano que tarde, cuando ya no se tenga nada que ver, cuando se la elija para comprobar si es tan mala como se dice, en alguna noche de insomnio, en una tarde perdida de lluvia, se la descubrirá y será gozada, por lo que es, una buena comedia hecha con el mucho o poco arte que sus hacedores tengan, pero con un oficio aceitado en años de saberes aprendidos. Y se la querrá, se la asociará a otros recuerdos míos, tan actos de amor como este. Porque yo no envejeceré bonito, pero tuve la suerte de ser La Reina de la Rom Com y las coronas no son para cualquiera, son para los que las saben portar.

(Gustavo Monteros)


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