Paolo Genovese (Una
famiglia perfetta, 2012, Tutta colpa
di Freud, 2014, Sei mai stata sulla
luna?, 2015) ejerce la comedia popular, no la que se inscribe en la
tradición de la Commedia all’italiana que directores como Mario Monicelli,
Luigi Comencini, Nanni Loy, Pasquale Festa Campanile, Ettore Scola, Pietro
Germi, Antonio Pietrangeli, Dino Risi, Steno o Lina Wertmüller hicieron famosa
en el mundo entero, sino más bien la que se emparienta con el exitoso teatro
burgués de la segunda mitad del siglo XX (burgués no en sentido marxista de la
palabra, bueno, o casi, también, sino más bien según la definición de la Real
Academia Española que reza: integrante de la clase media acomodada)
Tanto se identifica con este estilo que, si bien este
film tiene un guión como Dios manda, no es difícil imaginarlo en una versión
teatral. No solo en el estilo se entronca con el teatro de “diversión para
antes de la cena”, asimismo el tema elegido es favorito en esta línea teatral:
el del desenmascaramiento, amable, de hipocresías varias. Apela, es obvio, a
nuestra curiosidad chismosa, ver x tipo de personajes en una compostura moral
determinada, para después contemplarlos sin dicha protección, algo que
podríamos definir como un strip-tease ético. Como ejemplo se me ocurre un título
antediluviano, muy representado en la televisión de mi infancia como
tragicomedia divertida y profunda, Cena
de matrimonios del dramaturgo español Alfonso Paso, otro ejemplo, más
cercano en el tiempo, es la taquillerísima Brujas
de Santiago Moncada, también español. Sí, hablamos del tan preciado y rendidor “lavado
de la ropa sucia” en un comedor o living lujosos.
Aquí la cosa va así: tres parejas de variopintas
profesiones y personalidades se reúnen a cenar, como lo hacen siempre, hay un
séptimo comensal que les presentará en esta ocasión a su nueva pareja (algo que
al fin de cuentas no ocurrirá). Andan entre el fin de la treintena y la
medianía de la cuarentena, y puede que alguno sea más joven o mayor que las
edades apuntadas, pero la descripción da una buena idea del corte etario. En
esta noche particular hay un eclipse y ya se sabe que los fenómenos astronómicos
generan sinceramientos (no hay comprobación científica de que esto ocurra en la
realidad, pero en la ficción no hay fenómeno astral que no despierte verdades o
provoque enamoramientos), la cuestión es que en la charla surge el inevitable
tema moderno de los teléfonos celulares, nuestra dependencia a los mismos y
cómo generan un protocolo que atenta contra el disfrute concreto del aquí y
ahora. Alguien menciona también que son poseedores y testigos de nuestros
secretos y que no podríamos socializarlos sin revelar alguna intimidad
vergonzante. Deciden entonces jugar con esta noción, los pondrán sobre la mesa
y leerán para todos los mensajes que entren y contestarán, con el altavoz
puesto, las llamadas entrantes. Mensajes y llamadas no tardarán en entrar y
unas cuantas verdades, algunas bastante incómodas, saldrán a la luz. Y no menos
reveladoras serán las reacciones que despierten en todos estos secretos
inesperados.
Para que este tipo de comedia funcione como el mentado
relojito es necesario que el ritmo no decaiga y que el elenco despierte una
inmediata simpatía. Ambos requisitos se cumplen aquí a rajatabla. El armado, o
sea el espaciamiento de secretos a descubrir, es eficaz, y Giuseppe Battiston,
Anna Foglietta, Marco Giallini, Edoardo Leo, Valerio Mastrandea, Alba
Rohrwacher y Kasia Smutniak no serán Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Marcello
Mastroianni, Ugo Tognazzi, Nino Manfredi, Sofia Loren, Aldo Fabrizi, Walter
Chiari, Stefania Sandrelli, Vittorio de Sica, Monica Vitti, Claudia Cardinale,
Carla Gravina, Adolfo Celi, Lando Buzzanca, Gina Lollobrigida, Totò, Renato
Salvatori, Giancarlo Giannini o Mariangela Melato, bah, nadie lo será nunca,
pero generan interés y empatía.
En resumen, es un remanso más que agradable escuchar
hablar en italiano después de tanta película en inglés. Attenti, tampoco verla con mucho apetito, aquí comen bastante y uno
no es de palo y evoca sabores, que no en vano es tan famosa la cocina
mediterránea.
Gustavo Monteros
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