jueves, 25 de mayo de 2017

El esgrimista

El esgrimista (Miekkailija en el original, 2015) es una sorpresa. Por suerte agradable. Se trata de una película estonia, coproducida por Finlandia y Alemania. Como es de rigor, con casi el 99, 9 % de las películas actuales, se basa en una historia verdadera. Aunque al menos esta vez no pretenden contarnos vida y milagro de sus personajes, sino centrarse en una peripecia de vida de su protagonista, que le trajo gloria y castigo casi por partes iguales.


Endel Nelis (Märt Avandi) es un esgrimista campeón, que en 1952 debe huir de Leningrado, porque están a punto de descubrir un secreto de su pasado que lo enviaría de seguro a Siberia. Regresa, entonces, a su ciudad natal en Estonia, Haapsalu, donde lo espera un puesto de profesor de educación física en la única escuela del lugar. El director (el antagonista, un personaje que se desmarca de la caracterización que se intenta dar de él, más que nada porque en la vida real la maldad y el resentimiento escapan a veces en su profundidad a los límites de la ficción) le hará la vida imposible. A Endel no le quedará más remedio que recurrir a lo que más sabe, la esgrima. Y será toda una sorpresa que los chicos se interesen por esta disciplina que parece obsoleta o arcaica. Pero la paradoja radica en que termina por mostrar y compartir los saberes que debía ocultar, lo que en plena purga stalinista tiene un precio a pagar.


Eso sí, seamos sinceros, este film de Klaus Härö siembra en el mismo campo fértil en que ya cosecharon los Rockys, los Karate Kids, y otros cuantos beisbolistas, basquetbolistas, futbolistas, y tenistas, o sea la vieja y querida historia del patito feo deportista que llega a cisne campeón, o si se prefiere la Cenicienta de liga menor que se queda con el trofeo Príncipe. Solo que esta vez la excusa argumental es la esgrima.


La pone a salvo del cinismo de la industria, la elegancia de la realización, la nobleza de su elenco, la singularidad de la historia y la convicción de la guionista y su director de estar contando una hazaña deportiva que merece conocerse, por lo que costó en dicha y desdicha.


Touché.

Gustavo Monteros


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