Steve Jobs es una película
de Danny Boyle (Tumba al ras de la tierra,
1994, Trainspotting, 1996, Vida sin reglas, 1997, La playa, 2001, Exterminio, 2002, Millones,
2004, Sunshine: alerta solar, 2007, Slumdog millionaire-¿Quién quiere ser
millonario, 2008, 127 horas,
2010, En trance, 2013) con un guión
de Aaron Sorkin (Cuestión de honor,
1992, era esa película con Tom Cruise, Demi Moore y Jack Nicholson, sobre
juicios y abogados militares, ¿se acuerdan?), Daños corporales, 1993 (esta era con Alec Baldwin (cuando todavía
no se había comido más que el pavo todo el gallinero de Acción de Gracias), Nicole Kidman (cuando era todavía solo la
chica linda y la esposa de) y Bill Pullman (cuando ya era… Bill Pullman), uno
de esos thrillers noventosos, muy tramposos con vueltas de tuerca efectistas y
muy rebuscadas), Mi querido presidente,
1995 (una comedia romántica presidencial con Michael Douglas de presidente y la
deliciosa Annette Bening de enamorada), Juego
de poder, 2007, (o La guerra de
Charles Wilson, sobre los tratos de un congresista tejano en Afganistán y
esas cosas, con el trío súper-estelar de
Tom Hanks, Julita Roberts y Philip Seymour Hoffman), Red Social, 2010 (su guión más recordado sobre el creador de
Facebook y protagonizada por el personalísimo Jesse Eisenberg) y El juego de la fortuna, 2011 (esta era
en la que Brad Pitt procuraba reunir un
equipo de baseball con un presupuesto limitado y según los análisis de
computadora sobre las capacidades de los probables jugadores o algo así, digo, porque
en realidad no la vi). Bueno, como se ve, un director y un guionista de
encumbrados currículos. Y como bien informa el título, es una biopic sobre
Steve Jobs (la segunda en menos de tres años: en 2013 hubo una protagonizada
por Ashton Kutcher y dirigida por Joshua Michael Stern, no tuve el gusto o el
disgusto de verla, ¿y ustedes?)
Este segundo Steve Jobs es protagonizado por el ya
más que ascendente, instaladísimo Michael Fassbender y en vez de seguir una
cronología de la corta vida de su sujeto, se acota en tres hitos importantes de
su vida profesional (adornados con convenientes flashbacks cuando es necesario).
El primero, rodado en 16mm, transcurre en 1984 en los momentos previos a la
presentación de la primera Mac. El segundo, rodado en 35mm, transcurre en 1988,
en los momentos previos a la presentación del sistema NeXT. Y el tercero,
rodado en digital, transcurre en 1998 en momentos previos a la presentación de
la iMac.
Hay algo teatral en esta
forma de estructurar la película, como si se tratara de tres actos de una pieza
de teatro. En las tres partes, Jobs dialoga, se pelea, maltrata, seduce o se
reconcilia con un socio del principio de su carrera, Stephen Wozniak (Seth
Roger), con un colaborador de toda la vida, Andy Hertzfeld (el talentosísimo
Michael Stuhlbarg), un CEO, John Sculley (Jeff Daniels) mezcla de amigo, figura
paternal, y riguroso contrincante corporativo. Y en un plano personalísimo, con
la expareja, Chrisann Brennan (Katherine Waterson) y con la hija que le dio y
que él no reconoció, Lisa (interpretada primero por Makenzie Moss, después por
Ripley Sobo y por último por Perla Haney Jardine, “según pasan los años”, como
quien dice).
Y en párrafo aparte, su
particular relación con su asistente, jefa de prensa, mano derecha o sombra
ineludible, Joanna Hoffman, o sea la maravillosa, magnífica, incandescente Kate
Winslet. Indiscutiblemente, por lejos, tanto en el armado del personaje como en
la soberbia interpretación, lo MEJOR (sí, así con mayúsculas) de la película.
Como se basa en un libro “no
oficial” y por lo tanto no panegírico de Walter Isaacson, el retrato tiene,
como se dice habitualmente, luces y sombras. Y adentrándonos más en el lugar
común, a veces priman las luces y en otras, muchas, para deleite de los
chismosos, las sombras.
En resumen, si a usted le
interesa el personaje, la pasará bárbaro de principio a fin; si no le interesa
para nada, se quedará con otra historia de superación y reconciliación, y
notará que el guión, más allá de su indudable pericia, tiene también luces y
sombras, o sea hallazgos remarcables y torpezas evitables. Y si a usted le
gustan las películas de “actores”, esas de mucho diálogo, con escenas largas
con pocos cortes, en las que se los ve “adentrarse”, “respirar” y “corporizar”
el personaje, también la pasará muy bien. Y si usted es admirador o admiradora
de Kate Winslet, no se la puede perder, se convertirá en un recuerdo imborrable.
La chica tiene mucho talento y aquí lo luce con generosidad.
Gustavo Monteros
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