Aunque uno no haya convivido
más que con un viejo perchero, sabe que en cuanto a relaciones humanas se
refiere, nada hay más difícil en el mundo que un divorcio. Y entre ellos, el de
Vivian Ansalem figura sin discusión entre los más difíciles.
Gett:
El divorcio de Vivian Ansalem (protagonizada por Ronit
Elkabetz, y escrita y dirigida por ella misma, junto a su hermano Shlomi) es la
última parte de una trilogía que indaga la situación de la mujer contemporánea
en Israel.
La pobre Vivian quiere el
divorcio de su marido, Elisha (Simon Abkarian) y para ello se presenta ante un
tribunal de rabinos, quienes no podrán concedérselo a menos que Elisha lo
quiera. Y la férrea negativa de Elisha iguala a la indeclinable voluntad de
Vivian.
La acción no se apartará
jamás de la sala de audiencias, su antesala y un pasillo adyacente. Este drástico
encierro acentuará lo kafkiano del asunto y por raro que parezca no se volverá
teatral, por más que un par de detalles remitan al teatro: el histrionismo de
los testigos y vuelta del argumento sobre la cita en un café que involucra al
abogado de Vivian, Carmel (Menashe Noy), trampa melodramática para fortalecer
la atención, muy típica de las obras de juicio.
Más allá de las peculiares
características del asunto, lo humano de la cuestión es tan fuerte que uno se
ve de inmediato involucrado emocionalmente y nuestro interés no decae jamás.
Las actuaciones son
extraordinarias, a los ya mencionados hay que sumar al grandioso Sasson Gabai
como el rabino Simon, hermano de Elisha y que oficia como su abogado defensor.
Gabai protagonizó dos películas estrenadas en nuestros cines: La visita de la banda (Eran Kolirin,
2007) y Cuando los chanchos vuelen
(Sylvain Estibal, 2011).
En resumen, una película
imperdible, por momentos devastadoramente angustiosa.
Gustavo Monteros
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