Al revés
de tanto bodoque que se cree la hostia sin serlo, James Garner fue la hostia y
jamás se lo creyó. Quizás porque llegó a la profesión casi por accidente, quiso
ser marino mercante hasta que descubrió que se mareaba. De allí, quizás
también, su mejor perfil fue el del héroe a pesar suyo, aquel hombre que terminaba
haciendo la hazaña porque no le quedaba otra.
Sus más
grandes éxitos fueron series en la tele, primero con Maverick (de 1957 a 1962) y después con Archivo confidencial o The Rockford files (de 1974 a 1980) y que se ramificó en
películas para la TV hasta bien entrados los noventa). Aunque también en el
cine nos regaló protagonistas inolvidables. Sin ser su intención desbarataba el
tácito amor que había entre Audrey Hepburn y Shirley Mc Laine en La mentira infame (The children’s hour, William Wyler, 1961). En el mismo año, 1963 fue
dos veces galán de Doris Day, primero en La
salsa de la vida (The thrill of it
all, Norman Jewison) y después Yo,
ella y la otra (Move over, darling,
Michael Gordon). Fue uno de los dos mejores galanes de Julie Andrews (el otro,
claro, es Christopher Plummer) primero en la fabulosa Nunca
comprarás mi amor (The
Americanization of Emily, Arthur Hiller, 1964), en la ahora mítica Víctor-Victoria (Blake Edwards, 1982) y
en el telefilme navideño Una noche
especial (Roger Young, 1999). Se ganó su única nominación para el Óscar (y
sí, los actores que nos hacen felices jamás ganan premios) como el maduro galán
de la querible Sally Field en El romance
de Murphy (Martin Ritt, 1985). Y ya que hablamos de romance, la purretada
lo recuerda por el viejito enamorado de Gena Rowlands en Diario de una pasión (The
notebook, Nick Cassavetes, 2004).
También
estuvo en muchas películas para varoncitos: El
gran escape (John Sturges, 1963), 36
horas (George Seaton, 1965), Grand
Prix (John Frankenheimer, 1966), La
hora del revólver (John Sturges, 1967), Apoye
a su comisario (Burt Kennedy, 1969), Marlowe
(Paul Bogart, 1969), Un hombre llamado
Sledge (Vic Morrow, 1970), Látigo
(Suppor your local gunfighter, Burt
Kennedy, 1971), Sólo matan a sus dueños
(James Goldstone, 1972), Asesinato en
Hollywood (Sunset, Blake Edwards, 1988) en la que compartía honores con el
también inmenso Bruce Willis, no pudo faltar en la versión cinematográfica de Maverick (Richard Donner, 1994) delicia
en la que estaban uno de los mejores Mel Gibson y la siempre resplandeciente
Jodie Foster, y tampoco faltó en la comedia geriátrica espacial de Clint
Eastwood, Jinetes del espcio, 2000.
Cada vez que entrabas a escena me desatabas una
sonrisa que me duraba hasta la palabra fin, no creo que te guste que cambie
ahora porque te hayas ido. Aunque, amigo, la verdad sea dicha, con la sonrisa
se me mezcla ahora un lagrimón.
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