Veo
en DVD Les salauds (2013) de Claire
Denis, niña mimada de la crítica y muy recordada por Bella tarea (Beau travail,
1999) y White material (2009). A la
chica le gusta el esteticismo a ultranza, las elipsis y los desnudos. Les salauds (Los canallas, Los hijos de
puta o algo de ese tenor) se presentó el año pasado en la sección Un
certain regard del festival de Cannes y no obtuvo ni un “siga participando”
porque es un bodrio tamaño Aconcagua. Se supone que es una especie de policial.
Un capitán de la marina mercante, Vincent Lindon, es llamado a París, dado que
su cuñado se ha suicidado y su sobrina está internada en una clínica
psiquiátrica en estado de shock. La hermana le dirá que el negocio familiar,
una fábrica de zapatos, está en quiebra y que quiebra, suicidio y shock son
obra del salaud, Michel Subor, quien vendría a ser el súper villano. Lindon se
instala como vecino de la amante oficial y madre del único hijo de Subor,
Chiara Mastroianni, con la que mantendrá una relación afectivo-sexual, mientras
(se presume, porque en esta película se presume mucho) prepara vengarse de
Subor. Eventualmente (muy eventualmente) el bueno de Lindon se enterará que la
hermana, el cuñado y la sobrina se “entregaron” a muy pero muy perversos juegos sexuales de Subor para… ¡salvar la
fábrica! Y la noble de Chiara que estuvo haciendo buena letra actoral,
tomándose en serio el papel, para estar a la altura de su aristocrática
prosapia (sí, es la hija de Marcello con Catherine Deneuve) optará por una
decisión oscura que la incluirá entre los aludidos por el título. ¿Fin? ¡No!
Hay una coda final con un video que muestra las perversiones sexuales de Subor,
para que quede claro, claro, claro
que hermana, cuñado y sobrina de Lindon, más allá de sus amargos desenlaces,
son unos reverendos salauds. Sí, imaginaron bien, la película termina como un
film sado porno al que le falta un rollo.
Los
bodrios del “cine arte” son cuatro veces más bodrios que los bodrios del cine
industrial. Por dos motivos: 1) porque son más ambiciosos (lo que irónicamente
podría, en este contexto, considerarse positivo) y 2) por la soberbia de los
realizadores.
La
ambición, si es hambre de gloria, está bien vista, pero si es acicate para
trepar aplastando cabezas, no. La ambición en el arte es como el trabajo del
arquero en el fútbol, depende del resultado. El arquero si no le entra ninguna
pelota es excelente, pero basta que le hagan un gol para que su tarea sea
bastardeada. En Les salauds, la
ambición artístico-conceptual quizá esté en equiparar la inmoralidad de los
negocios sucios a las más abyectas perversiones sexuales, o en suponer que una
mierda bien puede llevar a otra, algo así como que si no te importa dejar gente
en la calle, bien puede no importarte sumirte en las peores degradaciones. No
en vano se dice que cuando el poder económico te caga, te está rompiendo alguna
parte de tu anatomía sin tu placer ni consentimiento. Como se ve, la idea no es
muy original, pero si la Claire Denis la hubiera pegado, el logro artístico
taparía el lugar común. Como le salió horrible, no solo aburre sino que queda
reboluda.
Y si
a eso le sumamos la soberbia, común entre algunos artistas sin humor, de creer
que todo lo que sale de sus cabecitas es trascendente, importante, atendible,
el público entra en alerta meteorológica de tormenta bodriosa. En líneas
generales, el artesano, que trabaja para la industria del espectáculo, está a
salvo de la soberbia, ya que tiende a ser consciente que si bien lo que hace
puede terminar en una obra de arte, ante todo, en principio, pergeña un
producto. Eso lo salva de los excesos de auto-celebración permanente. Este año Asghar
Farhadi, el autor director de la genial Una
separación, nos espetó un requetecontra-híper-bodrio El pasado, con líneas, escenas y armado de personajes, que ni el
más cínico y borracho director-guionista industrial se hubiera permitido jamás.
En cambio, Asghar Farhadi no solo se permitió semejante bodrio sino que hasta
pretendió que se lo respetáramos. Aquí la Claire Denis también se concede, o lo
que es peor nos concede, una acumulación de disparates que hubieran enrojecido
de vergüenza, incluso al menos autocrítico escriba de teleteatros bajo la más
potente droga.
Moraleja:
un artista en algunas obras puede ser sublime, pero eso no implica que todo
pedo que se tire huela a rosas.
En la foto, de izquierda a derecha, Michel Subor, Chiara Mastroianni en rosa, la directora Claire Denis, el gran Vincent Lindon, Julie Bataille y Alex Descas en la presentación de 'Les Salauds' durante el 66to Festival de Cannes, el 22 de mayo de 2013.
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