Uno jamás envejece en el espejo
propio. Por mirarnos día tras día nos amigamos con las canas que ya no son
esporádicas sino frecuentes, con las arrugas y palideces que ya no son las del
sueño sino las de la edad. Tampoco envejecemos en los espejos de los que nos
circundan. Extendemos la generosidad que nos concedemos también a ellos. Pero
un día nos chocamos con alguien de nuestra edad a quien no vemos desde hace
tiempo y pensamos, aunque no lo decimos, a la mierda qué viejo está, y más
tarde que temprano nos damos cuenta de que nosotros también ya somos gallos viejos. Es en el espejo de los prójimos no tan
próximos donde notamos los estragos del tiempo. Robert Redford, Sam Elliot, Susan
Sarandon, Nick Nolte y Julie Christie eran jóvenes cuando yo era un tierno
adolescente. Ahora ya doblé la cincuentena y ellos están más que maduros. A
Chris Cooper, Richard Jenkins, Brendan Gleeson y Stanley Tucci los conocí
después, pero ya tampoco se cuecen en el primer hervor. Y sería utópico
reconocerme en el espejo de Shia LaBeouf, Anna Kendrick o Brit Marling, cuando no llegó ni al de
Terrence Howard con sus diez años menos que los míos. Acabo de nombrar, claro,
al elenco de Causas y consecuencias (The
company you keep), culpables no de tirarme encima una chorrera de años, que
de eso se ocupó la vida, sino de hacerme percatar de que ya los tengo encima.
Primero aparece Susan Sarandon y uno ya no piensa qué buena que está sino qué
bien lleva la madurez, la piedad más que bien intencionada es tendenciosa,
queremos que nos abarque. Después aparece Robert Redford y la cosa se pone un
poco patética, se supone que su personaje era veinteañero a principios de los
setenta, cuando en realidad él era veinteañero a mediados de los cincuenta,
encima tiene una hijita de la que más que padre, debería ser abuelo. Está bien
que el tiempo plancha las diferencias, que pasada la cuarentena, los lustros de
distancia importan poco o se notan menos, pero no tanto, Robert, no tanto.
Robert Redford, Susan Sarandon, Julie
Christie, Nick Nolte y Richard Jenkins pertenecían a grupos de activistas que
protestaban contra la guerra de Vietnam, un buen día, algunos de ellos, viendo
que no lograban mucho, se radicalizaron y comenzaron actos de terrorismo, una
bomba acá, un robo más allá y esas cosas. Pero un asalto salió tan mal que hubo
un par de muertos, y los supuestos responsables pasaron a la clandestinidad o
más bien a metamorfosearse en otras personas para escapar al castigo. Ahora un
inflexible representante del FBI (Terrence Howard) los persigue y un periodista
(Shia LaBeouf) quiere desentrañar los secretos que los hechos ocultan.
Causas
y consecuencias es todo lo progre que puede ser una película yanqui.
Como es bien intencionada le tendremos piedad y no señalaremos las
contradicciones que ostenta. ¿Para qué? Un yanqui progre es mejor que un yanqui
conservador pero sigue siendo hijo de una sociedad que avanza en base a
antinomias que no asume. El tiempo envejece pero no cambia al imperio. El guión
no es tan pomposo como el de las dos o tres últimas películas que dirigió
Redford, con buena voluntad, tiene algo de thriller y el inmenso talento y
carisma de los actores lo hacen seguidero y entretenido, aunque Robert, por
aquello de que el zorro no pierde las mañas, no puede evitar la solemnidad que lo
caracteriza, su escena con Julie Christie es tan envarada como acto académico.
Algunos personajes, como el de Howard, Tucci y LaBeouf rozan el estereotipo
puro, pero los actores lo superan con encanto y pasión. El final mucho no
cierra y es tan dulce que repugnaría a un goloso. Ah, y ¿qué diablos pasa con
el personaje de Susan Sarandon? La trama la pierde y la deja en el olvido.
Reparos al margen, no es mala y entretiene. Además siempre es gozoso ver todos
esos nombres juntos.
“Ahora somos una historia que se le
cuenta a los más jóvenes”, dice Richard Jenkins por ahí. Y sí, sobre todo por
Redford, la Christie, la Sarandon, que estuvieron en algunos títulos ahora
clásicos, la película se viste de nostalgia y revisita sus leyendas. A la
salida me imaginaba contándole a mi sobrina quienes eran estos viejos. Tendría
que empezar con: Cuando yo tenía tu edad e iba al cine, ellos protagonizaban
las películas que había que ver…
Un
abrazo, Gustavo Monteros
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