domingo, 11 de julio de 2010

La pivellina

La pivellina es de esas películas que dan ganas de invertir los términos del diálogo y decir: véanla y después cuéntenme. No es por pereza sino porque creo que se disfrutará incluso más si se la ve y se la va descubriendo sin preconceptos. Probemos, entonces, hacer el trabajo de la manera más objetiva posible.


Respecto al argumento, transcribiré lo que dice la página web de los cines de La Plata: Mientras deambula por los suburbios de Roma en busca de su perro Hércules, Patty se encuentra con una niña abandonada. La pivellina tiene dos años y dice llamarse "Aia" (por "Asia"). Como no hay ni rastro de sus padres, Patty decide llevársela con ella a la caravana en la que también vive Walter, su compañero sentimental y laboral, pues ambos trabajan juntos como artistas de circo. Aunque dudan seriamente si dar parte de lo sucedido a la policía, pronto comenzarán a encontrarse a gusto cuidando de la encantadora Asia. Algo similar le ocurrirá a Tairo, el joven hijo de otra familia de la zona, que se convertirá en un amigo inseparable de la pequeña.


Sus directores, el matrimonio integrado por Tizza Covi y Rainer Frimmel, (italiana, ella; austríaco, él), vienen del documental. Proponen con La pivellina una reformulación del neo realismo. (Plenamente lograda, déjenme añadir). Más de un despistado ha dicho también que hay algo felliniano. Un disparate, Fellini usaba el circo como una imagen desmesurada del mundo que llamamos “normal” o como una corte de los milagros de la que no podía prescindir. Sospechar de felliniana a toda película italiana que tenga algo que ver con el circo es un despropósito. A las pruebas me remito, véase con atención, el show que presentan. Es tan felliniano como La guerra gaucha.


No es gratuito que los personajes tengan los mismos nombres que los protagonistas, Patrizia Gerardi, Tairo Caroli, Asia Crippa, y Walter Saabel. Es que en la vida real son lo que representan en la película.


Insisto, véanla y cuéntenme que les “pegó” más. En lo personal, me “mató” la imagen de familia que dan. En estos días en que se discute la ley de matrimonio igualitario y la posibilidad de la adopción, y muchos insisten (¡todavía!) en que el único modelo de familia posible es el de La familia Ingalls, ver que una familia puede definirse también como cualquier ámbito humano en el que se da el amor, la contención, el compromiso, el hacerse cargo del otro, es muy conmovedor.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

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