domingo, 18 de julio de 2010

Miss Tacuarembó

Siempre son bienvenidas las experiencias que se atreven a lo diferente. Aunque también, como dice el clisé, de “buenas intenciones está lleno el camino del infierno”. Miss Tacuarembó no arderá en los fuegos del infierno, pero tampoco tocará la lira en las nubes del paraíso. A lo sumo la espera un purgatorio amable, donde se felicitará por haberlo intentado y se lamentará por no haberlo logrado.


La película está armada en base a guiños y homenajes a los ochenta. Que sean muchos no es el problema, sino que no hayan pasado por el tamiz del camp para trascender la mera exposición. Tal como están estimularán el regocijo nostálgico de los que añoran esa época. Los que no, sonreímos ante el absurdo de lo pasado de moda y nos preguntamos para qué evocarlos si no se va a resignificarlos. Por sí solos mucho no dicen, porque convengamos que los ochenta no son precisamente “el siglo de Pericles”.


Más allá de estos reparos, atribuibles a su director, Martín Sastre, creo que debe verse. Porque la historia de Dani Umpi es sólida, tiene una gran voluntad de contar, desgrana secretos de a poco y aunque desaprovechados, abunda en los delirios gozosos. Asimismo siempre seducen e identifican las desventuras de los perdedores tan obstinados como equivocados. Y se instala, persiste y envuelve la suprema ironía de ver a una perdedora de ley interpretada por una triunfadora de aquéllas.


Después de Música en espera y Francia, Natalia Oreiro me convirtió en su fan. Con lo que hace aquí, dos papeles a falta de uno (la protagonista y su antagonista, una catequista brujísima de dibujo animado) sigo lejos de arrepentirme de haberle puesto unas fichas. Es una actriz talentosa e inteligente que resplandece en el cine. El numeroso elenco está bien, salvo Diego Reinhold que ya pudre con la repetición de su personaje de siempre, que a esta altura ya parece la imagen pública que quiere dar de sí mismo. Y curiosamente, la coreografía que ideó es muy pero muy mala. Algunas de las canciones de Ale Sergi (el chico de Miranda) son buenas, otras piden a gritos que las eliminen. Tarda en llegar, pero casi justifica el film la iconoclasta secuencia con Mike Amigorena.


Con el tiempo, quizá, como Grease (1078) o Xanadú (1980), Miss Tacuarembó se convierta en objeto de culto. Como los ejemplos mencionados, claro, y perdonen la rima, por los motivos equivocados. En el cine, los yerros también son motivo de veneración.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

2 comentarios:

  1. yo no eh mirado la pelicula aun pero bien dice no ardera en las llamas del infierno pero tampoco tocara el cielo y por los comentarios que eh escuchado la pelicula le falto un poco mas de realidad

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  2. Muchas gracias por comentar. Cuando la vea, me encantará saber qué le pareció

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