domingo, 11 de julio de 2010

Chéri

A Michelle Pfeiffer le iba bien con el corset. Dos de las mejores películas en que participó (Relaciones peligrosas y El fin de la inocencia de Martin Scorsese) tuvieron que ver con esa torturante prenda femenina. Aquí se reencuentra con el director (Stephen Frears) y el guionista (Christopher Hampton) de Relaciones peligrosas para transcribir al cine las novelas de Colette sobre Chéri. Estamos en la Belle Epoque y Consolata Boyle, la diseñadora de vestuario decidió que el personaje de la Pfeiffer se adscribiera entre las vanguardistas de la moda que abandonaban el corset. Michelle no debió aceptarlo. Debió insistir con el corset. Por cábala.


Chéri no es una mala, pero llama la atención, por los antecedentes de los nombres involucrados en el proyecto, que sea tan leve, tan insustancial, tan incorpórea. La historia está contada, los conflictos son claros, todos actúan bien, los rubros técnicos son irreprochables, pero el tono elegido es muy superficial. Hay elegancia, cinismo, sabiduría erótica, educación sentimental, sin embargo la historia no seduce, no nos hace partícipes. Quizá la línea que dice la Pfeiffer sobre el personaje de Chéri defina asimismo al film: No puedo criticar su carácter porque no parece tener ninguno.


Eso sí, no sé si será que el Art Nouveau me puede, pero me pareció una de las películas más bellas desde la dirección de arte que vi este año. El cuarto de la Pfeiffer, bah, toda la casa, son deslumbrantes. Y el hotelito de Biarritz, ni les cuento. Ah, y la música de Alexandre Desplat acaricia los oídos. Al fin un poco de melodía y no los colchones sonoros atmosféricos con que nos tortura el cine comercial contemporáneo.


No se padece, entretiene, pero no convive mucho con nosotros, se la olvida pronto.

Un abrazo,
Gustavo Monteros

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