Me voy a tomar unos días para resolver unos problemas literarios pendientes. Lo que no quita que si vemos algo que puede ser de interés lo comentemos, así que estén atentos. Gracias. Mientras tanto conserven la elegancia de un David Niven.
Atentamente
Gustavo Monteros
lunes, 30 de marzo de 2020
sábado, 28 de marzo de 2020
Día 14 - El pantano - Freud - Ozark
Hola, me tomo el fin de semana, pero si tienen ganas de maratonear en Netflix, les dejo estas sugerencias:
viernes, 27 de marzo de 2020
Día 13 - Terremoto - La Falla de San Andrés
Hay películas que cumplen lo que prometen,
que dan lo que se espera de ellas. Si uno ve el afiche o el tráiler de Terremoto: la Falla de San Andrés (San Andreas, Brad Peyton, 2015), sabe de
inmediato que se trata de una película catástrofe, diseñada como vehículo de
lucimiento para Dwayne Johnson (ex La Roca) Y uno, sin ser experto en metalenguajes,
comprende en el acto, antes de ver la película, que volará, o más bien en este
caso se partirá, todo de manera muy espectacular, mientras él no salva al mundo
(a los yanquis se les está haciendo muy difícil vender ese zapallo) sino a su
familia y a otro núcleo familiar adoptado que encontraron por el camino.
Hay dos tramas en realidad, una científica (o
pseudo científica, porque no sé nada del tema) con Paul Giamatti a la cabeza,
que lleva tranquilidad a la platea, porque nos informa que se pueden predecir
con cierta antelación los terremotos, lo que no salvará a todos, pero sí a
muchos. Y la otra trama, claro, tiene a Dwayne ex La Roca Johnson como líder.
Los musculosos en el cine han evolucionado. Desde
los primitivos Maciste, Hércules, Sansón y demás a Jason Momoa y John Cena, hay
toda una parábola de crecimiento. Arrancó Stallone inventándose un par de
personajes icónicos, que desarrolló en sendas sagas. Schwarzenegger, con uno de
los apellidos más difíciles de la historia del cine, se desmarcó del héroe
fisiculturista y probó la comedia y siempre que pudo, dentro de sus notorias
limitaciones actorales, extendió el arco de sus personajes. Hace poco Jean
Claude Van Damme descubrió la infinita gracia de la autoparodia, y así si nos
fijamos en las carreras de cualquier musculoso desde los ochenta hasta ahora,
veremos que algo intentaron para no quedarse en la zona de confort del héroe pétreo
con mejor escote que Hedy Lamarr (antológico chiste de Groucho Marx a propósito
de Victor Mature, compañero de la diva en Sansón
y Dalila (Cecil B de Mille, 1949))
Dwayne está en la penúltima ola (después
vienen los mencionados Momoa y Cena) y ya es toda una estrella consagrada. Aquí
y en otras películas, deseoso de mostrar que no es solo una pila de músculos
sino también un hombre sensible, ¡qué joder! Esto explicaría lo rebuscado del
conflicto que padecen él y su familia, con pasado trágico a superar y esas
cosas. Eso sí es un pilín absurdo que la nueva pareja de la probable futura
exesposa de Johnson sea un egoísta tan mayúsculo y su hermanita tremenda bruja.
Pero, bueno, había que subrayar que la familia original, con sus peores cosas,
es siempre mejor que lo que se pueda conseguir. Bueno, che, es para agrandar al
héroe, no por un conservadurismo a ultranza, no vayas a creer…
Todo avanza según lo previsto, y ahí está el
goce. La comprobación, paso a paso, de lo que esperamos. La realización de
nuestras expectativas. Si se lo piensa un segundo, no es poco. Si lo tomamos
con Filosofía, hay mucha tela que cortar aquí.
Por supuesto no pueden evitar ser patrioteros
y batir banderitas yanquis. Aquí como todo es a lo grande, se despliega una
gigantesca al final con la promesa de la reconstrucción.
En su momento no vi esta película, porque no
tenía ganas de corroborar lo que sabía. Ahora, pandemia mediante, tengo esas
ganas y disfruté corroborando precisamente eso, lo obvio. Por eso el cine
industrial resiste, no solo de grandes maestros se nutre el paladar cinéfilo. Las
papas fritas resisten y resisten, a los malos aceites, a la cuenta de calorías,
a la amenaza de colesteroles, no pueden ser erradicadas. Porque dan lo que
prometen. Antes incluso de llevárnoslas a la boca, sabemos cómo son, a qué
saben. Bueno, esta gran rama del cine es como las papas fritas.
Hasta mañana
Gustavo Monteros
jueves, 26 de marzo de 2020
Día 12 - Milagro en la celda 7
Yedinci
Kogustaki Mucize, o sea, Milagro en la celda 7 en turco, es un melodrama hecho y derecho que
no tiene vergüenza de clamar su esencia a todos los vientos.
Un padre con retraso mental es acusado de un
crimen que no cometió. Su hija de 10 años creerá en su inocencia y lo
defenderá. Las circunstancias son coloridas por demás y son las que le dan
sabor a estas dos horas que se pasan volando, una vez que uno ha aceptado las
mieles y las espinas que el género depara.
Esta película se alista en la tendencia tan
en boga de copiar películas que fueron éxito en alguna cinematografía. Los
ejemplos más destacados de esta moda son, claro, Amigos intocables (Intouchables,
2011, Olivier Nabache y Éric Toledano) con Francois Cluzet y Omar Sy, copiada
por el cine argentino como Inseparables
(Marcos Carnevale, 2016) con Oscar Martínez y Rodrigo de la Serna y que fue
después Amigos por siempre (The upside, 2017, Neil Burger) con Bryan
Cranston y Kevin Hart. Bueno, esta película turca fue originalmente un exitoso
film sur coreano, después un film indio, después un film filipino y después de
ser turco, será un film indonesio. No se descarta que haya otras versiones de
otras nacionalidades.
La que nos ocupa fue dirigida por Mehmet
Ada Öztekin y protagonizada por Aras Bulut İynemli, como el padre y por Nisa
Sofiya Aksongur, como la nena.
Milagro
en la celda 7 está en Netflix y es una opción de entretenimiento
garantizado, si se gusta del melodrama.
Hasta mañana,
Gustavo Monteros
miércoles, 25 de marzo de 2020
martes, 24 de marzo de 2020
lunes, 23 de marzo de 2020
domingo, 22 de marzo de 2020
Día 8 - Virus
Contra lo que pudiera suponerse, cuando
enfrentamos una cinematografía que desconocemos, decodificar una película
popular es más difícil que hacerlo con una de cine arte. Estas últimas están
hermanas por influencias que podríamos considerar cosmopolitas, mientras que
las populares por identificarse con raíces y vertientes de las sociedades que
las producen, son, a pesar de su simplicidad aparente, más misteriosas y
elusivas.
Imaginen por un segundo a un georgiano, o a un
macedonio, o a un tibetano que ve. de repente y sin ninguna advertencia, uno de
los ejemplares de Los bañeros más locos
del mundo. Entendería, claro, algunos chistes chabacanos, las chicas
semidesnudas, pero la lógica de muchas secuencias y las razones del estilo
elegido se le escaparían. Exhibámosle al mismo sujeto una película de
Torre-Nilsson y a los pocos instantes la navegará como un experto y no le
resultará extraña para nada.
Virus (Gamgi, Sung-soo Kim, 2013) es una película
surcoreana de repentina popularidad en Netflix debido a la pandemia que
padecemos. Pertenece clara e indiscutiblemente al cine industrial, es decir
popular, de su país. Arranca como una comedia romántica, enmarcada en un
problema policial y deriva en el cine catástrofe. No tiene nada raro ni
incomprensible, salvo el estilo y algunos saltos en la verosimilitud, que
decodificamos y aceptamos a pesar de su extrañeza, pero que su público original
debe tener muy incorporados.
Por el lado policial, hay un caso de
contrabando de personas en un conteiner, que terminará con un sobreviviente,
poseedor del anticuerpo que devendrá en vacuna, que aliviará la epidemia de
gripe aviar, que también contribuyó a esparcir. Por el lado del romance
tendremos a una médica infectóloga que, por un accidente, conocerá a un bombero
con el que, aunque se nieguen ambos a reconocerlo, tendrán mucha química. Él viene
con un amigo-compañero cómico a cuestas y ella con una hija pequeña a cargo. Se
presume que la nena es angelical, pero es a todas luces insoportable. Con los
chicos en el cine, dicho esto con humor, hay algo fascistoide. Deben caernos
bien por imperativo, aunque sean unos monstruos precoces de comportamientos adultos,
combinados con los berrinches y caprichos propios de su edad.
Como sea, esta nena adorable o
insoportable, según cómo se la vea, se relacionará con el sobreviviente,
contagiándose primero y necesitándolo después para curarse. Mientras esto
sucede a su alrededor se desata la epidemia, que obligará al aislamiento de una
zona que de tan populosa parece una ciudad, y que debe ser cercada, sí o sí,
para salvar a la más populosa Seúl.
La historia tiene muchas
casualidades, demasiadas, para un lugar tan denso poblacionalmente hablando,
algo que debe ser visto como natural por el público original al que está
dirigida. Y el estilo, exacerbado, desmadrado, llevado permanentemente a los
extremos, también debe parecerles natural. Según nuestra óptica habitual es un
poquito excesivo…para decirlo con sutileza.
Una vez instalada la epidemia en el
film rige la lógica del cine catástrofe. Y como las características de este
género nos son familiares y afines, aceptamos las convenciones sin sorpresa ni
protesta.
Virus de tan colorida y
exagerada es atrapante, sobre todo porque por sus exageraciones hace catártico
los temibles efectos de la epidemia, que es el motor mórbido que nos hace
acercarnos a esta película.
Virus puede verse en
Netflix.
Hasta mañana,
Gustavo Monteros
sábado, 21 de marzo de 2020
Día 7 - Isi & Ossi
El humor no ha dejado títere con cabeza. Se ha
reído incluso de esos temas “importantes” considerados tabú durante siglos. Limitaré
los ejemplos al arte de la representación (teatro y cine), la ficción, en sus
vertientes de novela y cuento, ha sido incluso más abarcadora. Se ha reído ¿del
fascismo? La irresistible ascensión de
Arturo Ui de Bertold Brecht; ¿del nazismo y sus campos de concentración?
(dejaré de lado por la ambigüedad que me provocan La vita e bella de Benigni y la reciente Jo Jo Rabbit de Taika Waititi y consignaré las luminosas) Ser o no ser de Lubitsch (reformulada
con no menos brillantez por Mel Brooks); ¿de las purgas stalinistas? Ninotchka de Ernst Lubitsch; ¿de la dictadura
argentina y los desaparecidos? El nuevo
mundo de Carlos Somigliana; ¿de la tortura? Muerte accidental de un anarquista de Dario Fo; ¿de la muerte? Una visita inoportuna de Copi; ¿de las
sexualidades diferentes? Los productores
de Mel Brooks; ¿de la miseria y la pobreza? Feos,
sucios y malos de Ettore Scola; y así hay muchos ejemplos más para la
cartera de la dama y el bolsillo del caballero.
Esta enumeración viene a cuento de Isi & Ossi (Oliver Kienle, 2020)
comedia romántica alemana que puede verse en Netflix.
El argumento parte del siempre rendidor
esquema de Romeo y Julieta de don
Shakepeare. Niña hija de la riquísima alta burguesía se enamora de retoño del
lumpenaje más rancio. El entorno de cada uno permitirá reírse de las
diferencias sociales, étnicas, sexuales, intelectuales, etcétera, sin provocar
el menor escozor de culpabilidad, porque como todos los ejemplos mencionados,
abreva en la buena leche.
Ese es el secreto del humor para reírse de lo
que sea sin ofender: la buena leche.
Como se dijo, esta deliciosa y colorida
comedia se puede disfrutar en Netflx.
Hasta mañana
Gustavo Monteros
viernes, 20 de marzo de 2020
Día 6 - Hasta que la muerte los juntó
A esta altura, la comedia coral de velorios
es casi un género en sí misma. Ya existía antes de que la inglesa Muerte en un funeral (Death at the funeral, Frank Oz, 2007)
revitalizara este tipo de comedias y lo llevara a nuevas alturas y que resucitará,
sin duda, una vez que se hayan apagado
los ecos de alguna que fatigara a los espectadores. Sobre todo porque es fácil,
efectiva y de elenco numeroso. Características que el cine industrial aprecia.
Hasta
que la muerte, los juntó (This is where I leave you, Shawn Levy, 2014) se anota con honores en
la tendencia. Se basa en guión y novela de Jonathan Tropper. Muerto el padre,
una madre (Jane Fonda) obliga a sus cuatro hijos, Jason Bateman, Tina Fey,
Corey Stoll y Adam Driver, a cumplir con la última voluntad del finadito:
respetar una celebración religiosa judía que los compele a vivir juntos una semana y sentarse cada
tarde a recibir amigos, rezar y conmemorar al muerto. Cada uno de los hijos
tiene parejas en distintos grados de conflictos (Abigail Spencer, Dax Shepard,
Kathryn Haln y Connie Britton, respectivamente). Hay una amiga / vecina de toda
la vida, Debra Monk, con un hijo afectado por TOC peculiar, Timothy Olyphant. Y
una novia de juventud de Bateman, la siempre magnífica Rose Byrne. Y un rabino
joven que fue compañero de tropelías de los hermanos, Ben Schwartz.
La ya mencionada Muerte en un funeral determinó que haya una pareja con problemas de
fertilidad que coja a reglamento, otra con hijos que lloran o cagan a
destiempo, relaciones pendientes que por fin se concretan o reverdecen, alguna
sorpresa referida a la homosexualidad y la peculiaridad de uno o más personajes
que garantice un gag continuo. Todo esto está aquí presente, pero bien puesto y
casi no se nota que responde a una fórmula.
This is where I leave you está disponible en Netflix y es ideal para pasar un rato
entretenido.
Hasta mañana,
Gustavo Monteros
Labels:
Adam Driver,
Connie Britton,
Corey Stoll,
Debra Monk,
Jane Fonda,
Jason Bateman,
Rose Byrne,
Shawn Levy,
Timothy Olyphant,
Tina Fey
jueves, 19 de marzo de 2020
Día 5 - El rey
Estoy a punto de perder toda esperanza en el
género humano. A medida que pasan los días, se asienta la conciencia del
peligro de la propagación del virus y las medidas de prevención se vuelven más
estrictas, sin embargo algunos directivos de escuelas insisten con que los
docentes deben ir a firmar y ¡estos van! No me extraña que los veteranos convaliden
el absurdo, sus mentes hace rato que han sido canceladas por el poco uso, pero
que los jóvenes no solo no se rebelen sino que acaten el sinsentido como algo
razonable me excede y me deprime. Es hora de recurrir a la historia, no como
fuente de explicación alguna (hasta esa esperanza he perdido) apenas como
incitación al entretenimiento,
Los ingleses tienen una pulsión masturbatoria
inacabable de visitar una y otra vez algunos hitos o mitos de su historia. Aunque
esta vez, nobleza obliga, son dos australianos los que revisitan la epopeya de
Enrique V.
De entre las obras históricas de William
Shakespeare, Enrique V es la más
luminosa. Su protagonista es un héroe que lleva la bandera inglesa a la
victoria sobre los perfumados franceses. Lo secunda Sir John Falstaff, epítome
del buen vivir, no entendido como una consigna de templanza new age, más bien todo
lo contrario, como el exceso de bebida, comida y sexo. La obra termina con una
nota alta, la presentación de una reina de carácter fuerte, una badass (guarra)
precursora. Como puede suponerse todo es colorido, exultante, grandioso.
En la historia del cine, hay un par de
Enrique V y un Falstaff ineludibles. En plena Segunda Guerra Mundial, Laurence
Olivier eligió esta obra como material motivador, alentador, celebratorio, de
propaganda, bah, del indomable espíritu inglés: Enrique V (Laurence Olivier, 1944). En 1989 Kenneth Branagh debutó
con ella como director cinematográfico y cimentó de paso su carrera de actor y
puestista shakesperiano. Y claro, Orson Welles, otro shakesperiano incurable,
hizo de Falstaff el epicentro de su fallida obra maestra (valga el oxímoron) Campanas de medianoche (1965).
Y ahora el actor (y también director) Joel
Edgerton y el director David Michod (Animal
Kingdom / Reino animal, 2010, The
Rover / El cazador, 2014, War Machine
/ Máquina de guerra, 2017) la revisitan sabrá Dios por qué motivo.
Edgerton se reserva Falstaff, que abandona las
rotundeces y redondeces habituales y pasa a ser solo fornido para adaptarse a
la estampa de quien lo corporiza. Como el personaje está en su ocaso, las aristas
que lo definen (su amor por la bebida, la comida y las mujeres) están
suavizadas. Ahora disfruta más de un baño vigorizante, de masajes y de descansar
la espalda contra el piso que de entregarse a borracheras, banquetes y orgías pantagruélicas.
La posadera (Tara Fitzgerald) con su memoria alude más a la gloria de Falstaff que
este con su comportamiento.
Y Edgerton y Michod (los dos firman el guión)
le otorgan el protagónico al actor del momento, Timothée Chalemet para usufructuar su talento y carisma.
Y le crean a este Enrique, dos antagonistas,
uno, a cara descubierta y otro solapado. Robert Pattison en su Delfín se anima al
histrionismo y sale airoso. Mientras que el estupendo Sean Harris le da
intensidad a su sinuoso William.
El guión le da también espacio a otro amigo
de Edgerton y Michod, al ubicuo y omnipresente (¡no hay quien no lo solicite
últimamente!) Ben Mendelshon que le da entidad a un moribundo Enrique IV. Lily-Rose Depp, la famosa hija de Vannessa
Paradis y Johnny Depp hace de Catherine. Y el joven Dean-Charles Chapman
interpreta a Thomas, el hermano de Henry o Enrique, según el idioma que
elijamos.
La película, como toda que hará uso y abuso
de efectos de computadora, es azulina, o sea de paleta oscura. Esto subraya la
gravedad elegida para tratar el tema. No es solemne, pero sí muy seria, en
exceso quizá. Y sin nada de humor. Recién al final, Catherine y su padre amagan
un tono más leve, pero ya la gravedad está instalada. Esta ausencia de humor
hace que no haya alegría en las motivaciones de los personajes. Falstaff luce
agotado, ya casi sin vida. Los cortesanos intrigan sin morbo visible, como por
algún oscuro mandato del que no pueden desprenderse. Henry o Hal, como también
se lo llama, accede al poder como por una maldición del destino, y una vez al
mando parece que el dominio no le da ningún placer.
El guión elige estar a la sombra de Shakespeare,
más que aludirlo, se alimenta de su eco. Esto se patentiza en la arenga antes
de la batalla, uno de los más grandes hits shakesperianos.
Y en la gran batalla, Michod, pierde en
comparación con los logros exhibidos en algunos episodios de Game of Thrones que elevaron los
combates a las alturas de los de Kurosawa, ni tampoco se acerca a la recordada Braveheart (Corazón valiente, Mel Gibson, 1995)
De todos modos se deja ver y más allá de lo
discutible que pueda resultar que todos los personajes estén un chiquitín deprimidos
en demasía (la contradicción es intencional) se disfruta del trabajo de los
actores. No es poco para un encierro obligado.
Ah, El rey, como lo indica el afiche, puede verse en Netflix.
Ah, El rey, como lo indica el afiche, puede verse en Netflix.
Hasta mañana
Gustavo Monteros
miércoles, 18 de marzo de 2020
Día 4 - Spencer Confidential
Y cundió la estupidez nomás. La resolución
siguió diciendo que los docentes deben concurrir a sus lugares de trabajo,
aunque después los gremios consiguieron la atenuación: Se facultaba a los
directivos armar guardias mínimas, establecer turnos y otorgar dispensas a no
concurrir. Unos pocos, con encomiable sentido común, por no tener su escuela
comedor a cargo (como la mayoría de las que se encuentran en la ciudad)
establecieron que los no docentes limpiaran y cerraran, y que todos los
docentes se quedaran en sus casas y que desde ahí trabajaran en la continuidad
pedagógica que se enviaría online, se trabajaría online y se convalidaría
online. Los más, por desgracia, interpretaron que los gremios no habían salido
de la reunión con un NO sino con un “ni”. Según esta versión, las autoridades insistían
con que había que ir, mientras que los gremios instaban a que no, pero como no existía
una declaración perentoria al respecto, estos directivos tradujeron el
intríngulis a su lenguaje: no cumplir horario, pero venir a firmar. Atravesar
la pandemia, desparramar el virus, para ¡estampar la firma en un papel! Un
amigo sabio despotricaba que había ciudadanos que no estaban a la altura de la
excepcionalidad de la hora. Y no, y a mí, más que decepción, me da tristeza.
Papá Estado pide tres cosas. Si tienen comedor, den viandas. Garanticen la
continuidad pedagógica no presencial. Y tres, tengan hasta las paredes y los techos
limpios y desinfectados. Por supuesto, no se necesita a los docentes para las
tareas uno y tres, que requieren obviamente de ir y cumplir. La tarea dos, que es
la que les compete, puede hacerse desde sus casas. Y como Papá Estado está muy
ocupado con una pandemia que puede diezmar las filas, dijo, mirá, si me
equivoqué en alguna orden, corregila vos y decidí en consecuencia. Sin embargo,
estos ciudadanos que no están a la altura de la excepcionalidad de la hora, en
vez de corregir, se entregan a sus miserias y dicen: Ah, si yo tengo que venir
a abrir la escuela, que vengan todos los otros también, aunque más no sea… ¡a
firmar! Como se ve, es hora de quijotadas.
Todo autor de policiales con intenciones de redondear una saga sabe que debe crear su Sherlock Holmes, su Philip Marlowe, su Sam Spade, su Hercule Poirot, su Jules Maigret, su Kurt Wallander. Uno de los de Robert B. Parker fue Spencer (digo uno, porque el señor concibió también a Jesse Stone y B. L. Stryker, y por ahí, si profundizamos a algún otro). Spencer, su nombre nunca es revelado, tuvo entre 1985 y 1988 la cara de Robert Urich para una serie, primero, y entre 1993 y 1995 para unos cuatro telefilms independientes después. En 1999 solo por una vez lo corporizó Joe Mantegna. (Y por las dudas les interese, a Stryker lo hizo brevemente Burt Reynolds y a Jesse Stone, Tom Selleck en una sucesión de atendibles películas para la TV.
Y ahora Spencer renace en el cuerpo de Mark
Wahlberg.
Mark
Wahlberg ha conseguido lo que todos ambicionan y pocos consiguen: una “signature”
(firma), o sea características reproducibles que lo vuelven único. Una manera
singular de caminar, un peculiar modo de hablar, un identificable histrionismo,
una gesticulación especial. Todo circunscripto a una estampa aun hoy envidiable
(no olvidar que comenzó su carrera como modelo de ropa interior). Bah, en
definitiva poder ser imitado con claridad o caracterizado de inmediato como a un
Cary Grant, un James Stewart, un Burt Lancaster, un Humphrey Bogart o un Robert
De Niro.
Spencer es un exboxeador, un expolicía, un
actual investigador privado, pero por sobre todas las cosas es un quijote. Basta con que alguien al que haya conocido en algún momento y al que recuerda con afecto sea
maltratado, involucrado en un delito o su nombre ensuciado, para que Spencer
encienda los motores de su moralidad indignada y se lance como un bólido
imparable a deshacer estos entuertos.
Componen su mundo un viejo exentrenador de
box, Henry (Alan Arkin) dueño de un gimnasio, un monolítico luchador negro,
Hawk (Winston Duke) y una novia/exnovia/en vías de ser novia o exnovia, Cissy
(Iliza Schlesinger) una badass (guarra) a la que mejor tener de amiga y que se
ocupa de entrenar, pasear, atender perros, y uno adivina que es por los perros
por los que se conocieron: Spencer tiene una perra ya viejita y adorable como
pocas, de nombre Pearl.
El caso que le toca en esta película pinta
complejo, aunque termina por tener una resolución directa y sencilla, demasiado
quizá. No importa en realidad porque el interés pasa por otro lado, por los personajes.
Atractivos como pocos.
Este film no es ninguna obra de arte, la
narración es despareja y la intriga se vuelve obvia más de una vez, pero
entretiene y mucho porque los personajes enganchan y seducen. Ideal para una
tarde de lluvia. El final invita a una nueva aventura, ojalá el convite se
efectivice pronto, así de mucho nos han divertido.
Spencer
Confidential (Peter
Berg, 2020) puede verse en Netflix.
Hasta mañana
Gustavo Monteros
martes, 17 de marzo de 2020
Día 3 - ¡Madre!
Y la batalla fue perdida. Los docentes, que
intentaban la derogación del artículo dos de la resolución que los obligaba a
concurrir a sus lugares de trabajo en medio de la pandemia, no lo lograron. O peor,
recayó en sus manos la decisión, porque el frente gremial después de reunirse
con las autoridades de educación obtuvo un compromiso de que solo podrían
volver a las escuelas, cuando estas eestuvieran en condiciones higiénicas, y
como por ahora tal estado era inalcanzable, aconsejaban a los docentes a no
asistir a sus lugares de trabajo. Y a los docentes dubitativos, que esperan
respuestas concretas, desaconsejarles no hacer algo los sume más en la
inacción. Eventualmente se supo que la “distrital” facultaba a directores a
tomar la decisión de armar guardias mínimas, turnos y dispensas de no ir. Y como
hay también directivos dubitativos, más predispuestos a bajar órdenes que a
decidir, se entregaron estos a la desesperación, al lamento de quedar en tal
predicamento, y hasta recurrir al insulto a quienes votan funcionarios
incapaces de decidir con claridad (la ironía de ver en el otro lo que ellos
tampoco pueden hacer se les escapa). De modo que docentes y directivos se
debaten entre ir o no ir, entre hacer cumplir o no hacer cumplir disposiciones,
de las que no saben todavía si respaldan o no. Como es día de zonas grises,
vayamos por una película igual de difusa: ¡Madre!
(Mother!, Darren Aronofsky, 2017).
Como ante toda película de Darren Aronofsky (Pi, 1998, Réquiem por un sueño, 2000, La
fuente de la vida, 2006, El luchador,
2008, El cisne negro, 2010 y Noé, 2014) debemos prepararnos para
comprobar cuán raro puede llegar a ser lo raro.
Una mujer, identificada en el reparto como la
Madre (Jennifer Lawrence) está casada con un poeta, identificado en el reparto
simplemente como Él (Javier Bardem). Ella, sola, con sus propias manos, le está
reconstruyendo a su esposo poeta la casa devastada por un incendio. Se supone
que sabe de albañilería, carpintería, plomería, electricidad, etc. Él solo debe
dedicarse a escribir, tarea que se presenta titánica porque no se le ocurre
nada, su creatividad está en blanco. La casa parece estar viva, tiene “heridas”
que sangran, que se niegan a cerrar, a desaparecer. Ella toma un medicamento,
un polvo amarillo que disuelve en agua y que parece calmarle los nervios o
espasmos de alguna dolencia. Ella se sentirá invadida, primero por el Hombre
(Ed Harris) un traumatólogo que hace buenas migas con Él, o sea, el poeta. Como
los males no vienen de a uno y los intrusos tampoco, pronto al Hombre se le
unirá la Mujer (Michelle Pfeiffer), esposa del Hombre, claro. La irrupción
traerá un despertar del deseo y Ella, la Madre, o futura Madre, para ser más
precisos, quedará embarazada. Entonces…
Aronofsky, como en todas sus películas,
procura nuestra inmersión en la historia y la trabaja desde lo visual, lo
auditivo y la extrañeza que pueda provocar con ambas herramientas. Ejemplo, las
“heridas” de la casa, lo que se oye o no, los comportamientos lábiles de la
Madre y así. De a poco, uno se enfrenta como con El cisne negro con tres posibilidades. Una, la película es ¿el
retrato de un descenso al desequilibrio psíquico, primero, y a la locura,
después? Dos, procura el director ¿mostrarnos simbólicamente lo que siente una
mujer ante la maternidad?, de ahí la importancia del hogar, de la pertenencia,
de lo que se comparte y de lo que no. O tres, estamos quizá ante un película de
terror a secas y ¿hay algo diabólico detrás de estas “posesiones”, “transformaciones”,
“revelaciones”?
Estas son las tres posibilidades que se me
ocurrieron a mí, ustedes pueden descubrir u ocurrírseles muchas más. No hay que
olvidar que ante lo indeterminado, todo está permitido. Si para ustedes esta
Madre es una costurera de Marte que se enajena porque no puede dar con una
buena receta de buñuelos, todo bien, es una posibilidad más. Si el director
busca perdernos en lo gris, en lo que tiene múltiples sentidos o
interpretaciones, todas están permitidas, todas son bienvenidas, ese es el
juego. Por los motivos que sean, no quiere que el blanco sea blanco y el negro
sea negro. Piedra libre para todos nosotros, entonces.
Ah, como hijos del Hombre y de la Mujer
aparecerán los hermanos en la vida real, Brian Gleeson y Domhnall Gleeson, y
como este último nació en el 83 y el primero en el 87, hacen de Hijo Mayor y
Menor, respectivamente.
La indeterminación no tiene por qué ser
angustiante o tediosa, también puede ser desafiante y atractiva. Si te sentís con
ganas de ver algo diferente, que se aparte de lo habitual, que te incite a
inquietudes impensadas, esta es hoy una opción a no desestimar.
¡Madre!
(Mother!, en el original) puede verse
en Netflix. No te quiero condicionar, pero que los personajes no tengan nombres
y el signo de admiración del título pueden ser indicativos de algo, ¿de qué?
Ah, vos dirás.
Hasta mañana,
Gustavo Monteros
lunes, 16 de marzo de 2020
Día 2 - Overboard - ¡Hombre al agua!
Y llegó finalmente la ansiada comunicación
oficial de la suspensión de clases en todos los niveles de enseñanza para
impedir la propagación del coronavirus. Pero el anuncio presidencial no trajo
la ansiada paz entre los docentes de la provincia de Buenos Aires, quienes por
una confusa resolución de “la distrital” se verían obligados a concurrir a sus
escuelas respectivas a firmar, cumplir horario y elaborar un plan de
contingencia para compensar la pérdida de clases presenciales. Otro ejemplo más
de ser más papistas que el papa. Una mala interpretación de las palabras presidenciales
respecto a que las escuelas con comedores estarán abiertas llevó a esta resolución
poco feliz, que por puntos y comas y verbos grises es versionada por algunas
autoridades provinciales de cumplimiento fehaciente de tareas docentes, como si
no hubiera pandemia alguna. Los gremios no tardaron en reaccionar y ya hay quejas
y pedidos de derogación de la papeleta en cuestión, pero mientras se resuelve
la eliminación y la consecuente aclaración, los enajenados de siempre,
clasificación que abarca tanto a docentes, directivos como a inspectores,
enloquecen y vociferan en cómo implementar la obligatoriedad de la compulsa. El
sentido común no solo se perdió sino que
hallarlo es más difícil que ganar la lotería tres veces el mismo día. Buen momento
entonces para una comedia.
Si el drama necesita credibilidad, la necesaria creación de un verosímil para desatar la imprescindible empatía con lo que se cuenta, la comedia es un mundo cerrado regido por razones propias y una lógica ilógica. El verosímil no importa, puede reinar el disparate. Lo que importa es que el sinsentido tenga sentido en la subversión del orden establecido o en la aceptación del caos como normalidad. Dicho así parece muy complicado, pero es lo más fácil del mundo. Es un juego que todos sabemos jugar, hay una decodificación inmediata y sin esfuerzos. Todos queremos reír y aprendemos rápido a hacerlo.
En 1987, la guionista Leslie Dixon concibió
un efectivo vehículo de lucimiento para Goldie Hawn, Overboard / Hombre nuevo, vida nueva que el director Garry Marshall (Mujer bonita / Pretty woman, 1990, Un equipo muy especial / A league of their
own, 1992, Jamás besada / Never been
kissed, 1999) aceitó con singular empeño. En la misma, una rica soberbia e
insoportable (una Goldie muy inspirada) maltrataba a borde de su yate a un
carpintero contratado (un Kurt Russell de lo más oportuno). Ella terminaba por
tener un accidente, caía al agua, se despertaba con amnesia y él aprovechaba y
se vengaba de los maltratos recibidos convenciéndola de que era su esposa y de que
pertenecía a la clase trabajadora.
En 2018, la comedia reaparece, pero ahora
como vehículo de lucimiento de un actor, el mexicano Eugenio Derbez. Los roles,
claro, se han invertido. Él es el millonario insoportable y maltratador y ella,
la siempre simpática Anna Faris, ya no es carpintera sino una empleada de una
empresa de limpieza que está en el yate para sacarle la mugre a una alfombra.
Lo del accidente y posterior amnesia se mantienen, aunque, obviamente, será
ella la que lo hará pasar por su marido proletario.
Derbez es un comediante hábil y muy
histriónico y tiene lo que se necesita para sostener un protagónico y llenarlo
de matices. Faris no es tan competente como su compañero, pero suple con
encanto lo que le falta en hacer más variado su juego de comedia.
El director Rob Greenberg sabe que la comedia
necesita de secundarios tan atractivos y coloridos como los protagonistas, e
incluso más si la ocasión lo amerita. Y en un elenco de simpáticos, sobresale
el talento de tres mujeres. Una irreconocible Swoosie Kurtz (puede que la
cirugía estética le haya desdibujado el rostro que le conocimos, pero el
talento lo conserva incólume) es una madre de Faris que no será postergada por
nada. Mariana Treviño (la Cecilia Rosado de la última temporada conocida de Narcos: Mexico y la Jenny Quetzal de la
flojita segunda temporada de La casa de
las flores es la hermana música del tarambana millonario. Mientras que la
magnífica Cecilia Suárez, que gracias a su Paulina de la Mora para La casa de las flores alcanzó una
proyección mundial es la otra hermana, ambiciosa y decidida a todo. Ah, está
también una desaprovechada Eva Langoria, que esta vez no suma por el lado de la
actriz, pero que multiplica por su incandescente belleza.
Es una remake más decente que inspirada, pero
en tiempos en que la buena comedia no abunda se deja ver con agrado. ¿Qué más
se puede pedir en un encierro por virus?
Ah, Overboard / ¡Hombre al agua! puede verse en Netflix.
Hasta mañana
Gustavo Monteros
Suscribirse a:
Entradas (Atom)