Y la batalla fue perdida. Los docentes, que
intentaban la derogación del artículo dos de la resolución que los obligaba a
concurrir a sus lugares de trabajo en medio de la pandemia, no lo lograron. O peor,
recayó en sus manos la decisión, porque el frente gremial después de reunirse
con las autoridades de educación obtuvo un compromiso de que solo podrían
volver a las escuelas, cuando estas eestuvieran en condiciones higiénicas, y
como por ahora tal estado era inalcanzable, aconsejaban a los docentes a no
asistir a sus lugares de trabajo. Y a los docentes dubitativos, que esperan
respuestas concretas, desaconsejarles no hacer algo los sume más en la
inacción. Eventualmente se supo que la “distrital” facultaba a directores a
tomar la decisión de armar guardias mínimas, turnos y dispensas de no ir. Y como
hay también directivos dubitativos, más predispuestos a bajar órdenes que a
decidir, se entregaron estos a la desesperación, al lamento de quedar en tal
predicamento, y hasta recurrir al insulto a quienes votan funcionarios
incapaces de decidir con claridad (la ironía de ver en el otro lo que ellos
tampoco pueden hacer se les escapa). De modo que docentes y directivos se
debaten entre ir o no ir, entre hacer cumplir o no hacer cumplir disposiciones,
de las que no saben todavía si respaldan o no. Como es día de zonas grises,
vayamos por una película igual de difusa: ¡Madre!
(Mother!, Darren Aronofsky, 2017).
Como ante toda película de Darren Aronofsky (Pi, 1998, Réquiem por un sueño, 2000, La
fuente de la vida, 2006, El luchador,
2008, El cisne negro, 2010 y Noé, 2014) debemos prepararnos para
comprobar cuán raro puede llegar a ser lo raro.
Una mujer, identificada en el reparto como la
Madre (Jennifer Lawrence) está casada con un poeta, identificado en el reparto
simplemente como Él (Javier Bardem). Ella, sola, con sus propias manos, le está
reconstruyendo a su esposo poeta la casa devastada por un incendio. Se supone
que sabe de albañilería, carpintería, plomería, electricidad, etc. Él solo debe
dedicarse a escribir, tarea que se presenta titánica porque no se le ocurre
nada, su creatividad está en blanco. La casa parece estar viva, tiene “heridas”
que sangran, que se niegan a cerrar, a desaparecer. Ella toma un medicamento,
un polvo amarillo que disuelve en agua y que parece calmarle los nervios o
espasmos de alguna dolencia. Ella se sentirá invadida, primero por el Hombre
(Ed Harris) un traumatólogo que hace buenas migas con Él, o sea, el poeta. Como
los males no vienen de a uno y los intrusos tampoco, pronto al Hombre se le
unirá la Mujer (Michelle Pfeiffer), esposa del Hombre, claro. La irrupción
traerá un despertar del deseo y Ella, la Madre, o futura Madre, para ser más
precisos, quedará embarazada. Entonces…
Aronofsky, como en todas sus películas,
procura nuestra inmersión en la historia y la trabaja desde lo visual, lo
auditivo y la extrañeza que pueda provocar con ambas herramientas. Ejemplo, las
“heridas” de la casa, lo que se oye o no, los comportamientos lábiles de la
Madre y así. De a poco, uno se enfrenta como con El cisne negro con tres posibilidades. Una, la película es ¿el
retrato de un descenso al desequilibrio psíquico, primero, y a la locura,
después? Dos, procura el director ¿mostrarnos simbólicamente lo que siente una
mujer ante la maternidad?, de ahí la importancia del hogar, de la pertenencia,
de lo que se comparte y de lo que no. O tres, estamos quizá ante un película de
terror a secas y ¿hay algo diabólico detrás de estas “posesiones”, “transformaciones”,
“revelaciones”?
Estas son las tres posibilidades que se me
ocurrieron a mí, ustedes pueden descubrir u ocurrírseles muchas más. No hay que
olvidar que ante lo indeterminado, todo está permitido. Si para ustedes esta
Madre es una costurera de Marte que se enajena porque no puede dar con una
buena receta de buñuelos, todo bien, es una posibilidad más. Si el director
busca perdernos en lo gris, en lo que tiene múltiples sentidos o
interpretaciones, todas están permitidas, todas son bienvenidas, ese es el
juego. Por los motivos que sean, no quiere que el blanco sea blanco y el negro
sea negro. Piedra libre para todos nosotros, entonces.
Ah, como hijos del Hombre y de la Mujer
aparecerán los hermanos en la vida real, Brian Gleeson y Domhnall Gleeson, y
como este último nació en el 83 y el primero en el 87, hacen de Hijo Mayor y
Menor, respectivamente.
La indeterminación no tiene por qué ser
angustiante o tediosa, también puede ser desafiante y atractiva. Si te sentís con
ganas de ver algo diferente, que se aparte de lo habitual, que te incite a
inquietudes impensadas, esta es hoy una opción a no desestimar.
¡Madre!
(Mother!, en el original) puede verse
en Netflix. No te quiero condicionar, pero que los personajes no tengan nombres
y el signo de admiración del título pueden ser indicativos de algo, ¿de qué?
Ah, vos dirás.
Hasta mañana,
Gustavo Monteros
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.