Contra lo que pudiera suponerse, cuando
enfrentamos una cinematografía que desconocemos, decodificar una película
popular es más difícil que hacerlo con una de cine arte. Estas últimas están
hermanas por influencias que podríamos considerar cosmopolitas, mientras que
las populares por identificarse con raíces y vertientes de las sociedades que
las producen, son, a pesar de su simplicidad aparente, más misteriosas y
elusivas.
Imaginen por un segundo a un georgiano, o a un
macedonio, o a un tibetano que ve. de repente y sin ninguna advertencia, uno de
los ejemplares de Los bañeros más locos
del mundo. Entendería, claro, algunos chistes chabacanos, las chicas
semidesnudas, pero la lógica de muchas secuencias y las razones del estilo
elegido se le escaparían. Exhibámosle al mismo sujeto una película de
Torre-Nilsson y a los pocos instantes la navegará como un experto y no le
resultará extraña para nada.
Virus (Gamgi, Sung-soo Kim, 2013) es una película
surcoreana de repentina popularidad en Netflix debido a la pandemia que
padecemos. Pertenece clara e indiscutiblemente al cine industrial, es decir
popular, de su país. Arranca como una comedia romántica, enmarcada en un
problema policial y deriva en el cine catástrofe. No tiene nada raro ni
incomprensible, salvo el estilo y algunos saltos en la verosimilitud, que
decodificamos y aceptamos a pesar de su extrañeza, pero que su público original
debe tener muy incorporados.
Por el lado policial, hay un caso de
contrabando de personas en un conteiner, que terminará con un sobreviviente,
poseedor del anticuerpo que devendrá en vacuna, que aliviará la epidemia de
gripe aviar, que también contribuyó a esparcir. Por el lado del romance
tendremos a una médica infectóloga que, por un accidente, conocerá a un bombero
con el que, aunque se nieguen ambos a reconocerlo, tendrán mucha química. Él viene
con un amigo-compañero cómico a cuestas y ella con una hija pequeña a cargo. Se
presume que la nena es angelical, pero es a todas luces insoportable. Con los
chicos en el cine, dicho esto con humor, hay algo fascistoide. Deben caernos
bien por imperativo, aunque sean unos monstruos precoces de comportamientos adultos,
combinados con los berrinches y caprichos propios de su edad.
Como sea, esta nena adorable o
insoportable, según cómo se la vea, se relacionará con el sobreviviente,
contagiándose primero y necesitándolo después para curarse. Mientras esto
sucede a su alrededor se desata la epidemia, que obligará al aislamiento de una
zona que de tan populosa parece una ciudad, y que debe ser cercada, sí o sí,
para salvar a la más populosa Seúl.
La historia tiene muchas
casualidades, demasiadas, para un lugar tan denso poblacionalmente hablando,
algo que debe ser visto como natural por el público original al que está
dirigida. Y el estilo, exacerbado, desmadrado, llevado permanentemente a los
extremos, también debe parecerles natural. Según nuestra óptica habitual es un
poquito excesivo…para decirlo con sutileza.
Una vez instalada la epidemia en el
film rige la lógica del cine catástrofe. Y como las características de este
género nos son familiares y afines, aceptamos las convenciones sin sorpresa ni
protesta.
Virus de tan colorida y
exagerada es atrapante, sobre todo porque por sus exageraciones hace catártico
los temibles efectos de la epidemia, que es el motor mórbido que nos hace
acercarnos a esta película.
Virus puede verse en
Netflix.
Hasta mañana,
Gustavo Monteros
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.