viernes, 27 de marzo de 2020

Día 13 - Terremoto - La Falla de San Andrés

Hay películas que cumplen lo que prometen, que dan lo que se espera de ellas. Si uno ve el afiche o el tráiler de Terremoto: la Falla de San Andrés (San Andreas, Brad Peyton, 2015), sabe de inmediato que se trata de una película catástrofe, diseñada como vehículo de lucimiento para Dwayne Johnson (ex La Roca) Y uno, sin ser experto en metalenguajes, comprende en el acto, antes de ver la película, que volará, o más bien en este caso se partirá, todo de manera muy espectacular, mientras él no salva al mundo (a los yanquis se les está haciendo muy difícil vender ese zapallo) sino a su familia y a otro núcleo familiar adoptado que encontraron por el camino.


Hay dos tramas en realidad, una científica (o pseudo científica, porque no sé nada del tema) con Paul Giamatti a la cabeza, que lleva tranquilidad a la platea, porque nos informa que se pueden predecir con cierta antelación los terremotos, lo que no salvará a todos, pero sí a muchos. Y la otra trama, claro, tiene a Dwayne ex La Roca Johnson como líder.


Los musculosos en el cine han evolucionado. Desde los primitivos Maciste, Hércules, Sansón y demás a Jason Momoa y John Cena, hay toda una parábola de crecimiento. Arrancó Stallone inventándose un par de personajes icónicos, que desarrolló en sendas sagas. Schwarzenegger, con uno de los apellidos más difíciles de la historia del cine, se desmarcó del héroe fisiculturista y probó la comedia y siempre que pudo, dentro de sus notorias limitaciones actorales, extendió el arco de sus personajes. Hace poco Jean Claude Van Damme descubrió la infinita gracia de la autoparodia, y así si nos fijamos en las carreras de cualquier musculoso desde los ochenta hasta ahora, veremos que algo intentaron para no quedarse en la zona de confort del héroe pétreo con mejor escote que Hedy Lamarr (antológico chiste de Groucho Marx a propósito de Victor Mature, compañero de la diva en Sansón y Dalila (Cecil B de Mille, 1949))


Dwayne está en la penúltima ola (después vienen los mencionados Momoa y Cena) y ya es toda una estrella consagrada. Aquí y en otras películas, deseoso de mostrar que no es solo una pila de músculos sino también un hombre sensible, ¡qué joder! Esto explicaría lo rebuscado del conflicto que padecen él y su familia, con pasado trágico a superar y esas cosas. Eso sí es un pilín absurdo que la nueva pareja de la probable futura exesposa de Johnson sea un egoísta tan mayúsculo y su hermanita tremenda bruja. Pero, bueno, había que subrayar que la familia original, con sus peores cosas, es siempre mejor que lo que se pueda conseguir. Bueno, che, es para agrandar al héroe, no por un conservadurismo a ultranza, no vayas a creer…


Todo avanza según lo previsto, y ahí está el goce. La comprobación, paso a paso, de lo que esperamos. La realización de nuestras expectativas. Si se lo piensa un segundo, no es poco. Si lo tomamos con Filosofía, hay mucha tela que cortar aquí.


Por supuesto no pueden evitar ser patrioteros y batir banderitas yanquis. Aquí como todo es a lo grande, se despliega una gigantesca al final con la promesa de la reconstrucción.


En su momento no vi esta película, porque no tenía ganas de corroborar lo que sabía. Ahora, pandemia mediante, tengo esas ganas y disfruté corroborando precisamente eso, lo obvio. Por eso el cine industrial resiste, no solo de grandes maestros se nutre el paladar cinéfilo. Las papas fritas resisten y resisten, a los malos aceites, a la cuenta de calorías, a la amenaza de colesteroles, no pueden ser erradicadas. Porque dan lo que prometen. Antes incluso de llevárnoslas a la boca, sabemos cómo son, a qué saben. Bueno, esta gran rama del cine es como las papas fritas.

Hasta mañana

Gustavo Monteros





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