Al principio de Wil (Tim Mielants, 2013), una voz en off, la de Wil sin duda, nos dice que costó sobrevivir como policías en Amberes durante la ocupación alemana de la Segunda Guerra. Entonces todo comienza.
Wilfried, el Wil del título (Stef Aerts) y Lode (Matteo Simoni) son dos policías primerizos que les toca como primera misión acompañar a un soldado alemán a “conseguir que una familia judía acepte ir a trabajar a una fábrica”. Es de noche, hay una intensa tormenta y el soldado debería estar acompañado, según protocolo, de otro soldado.
Pero el soldado alemán no va a eso que dice, sino a
extorsionar y hacerse de un buen dinero. El soldadito en cuestión es feroz y
lleno de anfetaminas. Como en la casa no hay dinero, sacan a la familia (padre,
hija y nieta pequeña) a buscar dinero que tienen en otro lugar.
En la calle, el soldado se extralimita en los golpes hacia
la hija que intentó huir, Lode interviene y pone su cuerpo para evitar que siga
golpeando a la mujer, el soldado pierde el poco control que le quedaba y muele
a Lode a golpes. Wil defiende a Lode y un poco por accidente, más que
intencionalmente, mata al soldado.
Lo meten en una alcantarilla cercana. Wil y Lode se juran
no contarle nada a nadie. Pero como llegan a sus casas sucios de barro y
desencajados les cuentan a sus respectivas familias.
El padre de Wil es empleado municipal y tiene conexiones
con el jefe de un movimiento antisemita colaboracionista de los nazis. Will y
su padre le indican a este sujeto la alcantarilla donde Lode y Wil dejaron el
cadáver del alemán, pero al abrirla comprueban que está vacía. El antisemita
dice que Wil le pagará con favores su silencio.
Al soldado lo sacaron y lo tiraron en un muelle la
resistencia, en la que está comprometida la familia de Lode. Hay un jerarca
nazi que anda husmeando, el jefe de los policías, aunque vio que Lode y Wil se
iban con el soldado niega que este se haya acercado al cuartel.
Yvette (Annelore Crollet) hermana de Lode y partisana
fanática entra en amoríos con Wil. El jerarca nazi que sospecha que Wil y Lode
tuvieron algo que ver con la desaparición del soldado los lleva para que vean
el fusilamiento de 10 socialistas como compensación por la muerte, no
confirmada todavía, aunque supuesta del soldado alemán.
El líder antisemita le pide a Wil que cuide una casa que le
quitó a unos judíos y la use como atelier, porque Wil es un pintor de talento.
Wil oculta en la casa a la familia judía atormentada por el soldado muerto.
Más tarde Lode y Wil consiguen unos documentos falsos y
ponen a la familia judía en un tren a Bruselas. Wil toma unos tragos con los
antisemitas y se entera de una redada a los judíos que tendrá lugar pronto. Más
tarde, Yvette y Wil husmean los documentos que tiene en la casa el líder
antisemita, aprovechando que este está en un bar atiborrándose de alcohol.
Mientras están hurgando los papeles, aparece el líder antisemita acompañado de
una rubia, a la que en el bar le había prometido una propiedad que es de los
judíos.
Yvette y Wil logran huir sin ser vistos y recalan en un antro
en el que la tía de Wil festeja su amor hacia ¡el jerarca nazi! Wil en un
principio se niega a beber con los nazis, hasta que comprueba que no le queda
otra y se emborracha. En el estupor alcohólico se pelea con un nazi al que
amenaza matar y tirar en el muelle para que le haga compañía al soldado
perdido.
El jerarca nazi espera a que se le pase la borrachera y al
día siguiente hace que recojan a Wil de su casa. Le muestra que está torturando
con una sucesión de agua hirviendo y agua helada al jefe de policías. Le
muestra también que tienen prisionero al líder de la resistencia, que fue el
que hizo los documentos falsos para que la familia judía huyera a Bruselas, y
que también develó la identidad secreta de todos ellos en la organización
subversiva.
El jerarca nazi le dice a Wil que lo protegerá, junto a su
familia, a Yvette y a Lode a cambio de que ahora en más trabaje para él y le
pase información falsa a la resistencia. Wil sale del lugar de torturas y va a
ver a Yvette y a Lode a quienes les cuenta que los nazis saben todo y que deberá
obedecer para sobrevivir.
Yvette se niega y le exige a Wil que le dé el nombre del
barrio en el que harán la redada antijudía. Wil se lo da, pero la redada tendrá
lugar en otro lado. Wil y Lode son obligados por sus compañeros a participar
activamente en la redada y deshumanizarse como todos los demás.
Yvette los ve a la distancia y echa a correr. Wil la sigue
hasta unas vías. Un tren se aproxima a alta velocidad e Yvette a propósito se
deja arrollar. Fin. Wil y Lode sobrevivieron.
Al principio pareció que estábamos frente a un registro dramático social del nazismo, pero a poco de andar nos dimos cuenta de que transitábamos el viejo y querido melodrama, radicalizado con sangre, vómitos, perversiones varias, porque el nazismo no fue precisamente un presente de cuento de hadas.
Sisu es una película finlandesa
escrita y dirigida por Jalmari Helander.
Antes de empezar nos aclaran “Sisu es una palabra
finlandesa que no puede traducirse. Significa una forma de valentía y
determinación inimaginables. Sisu se manifiesta cuando se ha perdido toda
esperanza.”
Después aparece la leyenda Finlandia, 1944. En un campo
agreste, un hombre tamiza arena en un arroyo y descubre unas pepitas de oro, lo
acompañan su caballo y un perro chico mezcla de caniche y sabrá Dios qué. Se
nos aparece otra leyenda que dice: Capítulo 1 – El oro (habrá otros que se
titularán: Los nazis, Campo minado, La leyenda, Tierra quemada, Mátalos a todos
y Capítulo final.
Para no entrar en mayores detalles, que aquí en realidad
son los que cuentan, digamos que hay un minero buscador de oro, que se cruza
con unos nazis que son de lo peor, que quieren matarlo y quedarse con su oro,
aunque mejor ni lo intentaran, porque el hombre es un excomando finlandés, más
letal que la estricnina y con mucho sisu.
La película es la vieja y querida mezcla de géneros que
aquí funciona de lo más bien. Es tanto un comic, un spaghetti western, una de
terror, un policial negro, una de guerra, una de aventuras y así. Hay una
fuerte voluntad narrativa de ilustrar el famoso sisu y los géneros utilizados
se amalgaman bien. Es gore, hay despanzurramientos, desmembramientos,
explosiones muy gráficas, pero uno ni pestañea, porque el cuento está bien
contado y los nazis merecen lo que les pasa y si me apuran por momentos el
protagonista se queda corto. Convengamos que después de Sam Peckinpah y
alrededores, los enemigos se deshumanizaron de tan malos y no está mal que se
los elimine sin piedad con lo que se tenga a mano. Hasta entonces, los enemigos
alcanzaban cierta identidad y merecían algo de respeto y consideración. Pero
desde que, al empezar una película, alguna monstruosidad los describe, pierden
toda humanidad y adelante que vale todo.
No es que tenga un ataque moral, solo describo lo que veo y
lo clasifico según mi buen (o mal) entender. Aquí la situación base es que un
puñado de nazis quiere hacer desaparecer de la peor manera imaginable al
protagonista, que este queda habilitado para devolverles el favor y como
imaginación es lo que le sobra, las instancias son seductoras y apagan nuestra
estimulada sed de sangre.
Jorma Tommila es el protagonista y por esta película ya es
una estrella internacional. Logro ganado en buena ley. Entre los nazis hay
algunas caras conocidas por películas suecas, dinamarquesas, noruegas, y
aledañas: Aksel Hennie, Jack Doolan, Onni Tommila. Mimosa Willamo encabeza el
sexteto femenino, unas prisioneras que llevan los nazis y a las que someten
sexualmente cuando se les antoja. Las chicas tendrán la posibilidad de
desquitarse. A Aino (la citada Mimosa Willamo) no le falta carácter y es de
armas tomar.
Una película ideal para un domingo a la tarde en la que uno
ande de humor negro y con poca y nada de esperanza para la redención de los
congéneres.
Wil y Sisu podrían haber
pertenecido a mi sección de Programa doble. Ambas transcurren en la Segunda
Guerra Mundial, que más que un telón de fondo, ofrece sustento a las historias.
Otros ámbitos y tiempos las habrían dificultado.
Gustavo Monteros