Si nada se sabe de esta película, Bring Them Down / Acaba
con ellos (Chris Andrews, 2024), su primera parte puede resultar desconcertante,
pero si se persiste con ella, lo que no resulta muy difícil porque la narración
es atrapante, de a poco las piezas se acomodan y la historia alcanza su
plenitud.
Estamos en Irlanda, en la zona rural, entre pastores de
ovejas, que intentan duramente sobrevivir en este ambiente agreste. En el
prólogo hay un accidente cuyas consecuencias se comprenderán luego. Hay un salto
a unos veinte años después, o sea la actualidad.
Michael (Christopher Abbott) ha vuelto recientemente a ayudar
a su padre Ray (Colm Meaney) que está impedido de ocuparse de las tareas de
granja y pastoreo de ovejas. Michael nota que una tranquera está derribada.
Ray recibe un llamado telefónico de un granjero vecino Gary
(Paul Ready) que le dice que dos carneros han aparecido muertos en su propiedad.
Gary está casado con Caroline (Nora-Jane Noone) exnovia de Michael (presente en
el accidente que vimos al principio) con quien tiene un hijo, Jack (Barry
Keoghan).
Michael va al mercado de animales a reponer los animales
perdidos y comprende que Gary ha mentido respecto de los corderos. Entonces le pide
a Gary que se los restituya, este dice que no y casi se van a las manos, lo que
otros granjeros impiden.
Cuando Ray se entera de que Gary tiene los carneros, le
exige a Michael que los rescate a cualquier precio. Todo derivará en un
enfrentamiento que tendrá derramamiento de sangre.
A medida que nos vamos enterando de estos acontecimientos,
notamos que hay saltos en el desarrollo de la historia, huecos que hacen que el
desenvolvimiento de los personajes sea un poco extraño, lógico quizá, pero no
del todo comprensible.
Es que la historia será contada desde dos costados. Primero
veremos la versión de Michael y después veremos la versión de Jack y todos los
elementos se integrarán y completarán la trama. Y en el final acordaremos que esta
historia que se perfilaba como un thriller de venganza quizá roce la tragedia.
Hay un viejo chiste de music-hall que dice que el campo es
el lugar en que los pollos andan vivos. El chiste contrasta campo y ciudad. En
la ciudad, los pollos pertenecen a las carnicerías. Y los citadinos nos
desentendemos de que antes de que su carne estuviera lista para nuestro
consumo, fueron alimentados y criados. Andaban vivos por ahí. Las historias
campestres nos enfrentan a realidades que cotidianamente elegimos ignorar. Para
decirlo con humor comprendemos que la carne que comemos no crece en los
árboles, ni se cultiva de la tierra. Todo este palabrerío viene a cuento de que
hay en esta película un elemento de salvajismo sobre el que conviene advertir.
En un momento de la trama, las ovejas sufren un ataque
criminal que espanta incluso a los granjeros y pastores que tienen con los
animales una relación menos parcial que la nuestra, saben que los crían para
matarlos. Matarlos, sí, pero no para someterlos a sufrimientos inútiles. Estos actos
de salvajismos no se ven, solo atestiguamos sus consecuencias. O sea, nuestra
sensibilidad está comprometida, pero no interpelada, lo que se agradece. No es
la intención de los narradores escandalizarnos.
Bring Them Down / Acaba con ellos es el
primer largometraje de Chris Andrews que lo presenta como un director a no
descuidar. Narra con brío, sabe dirigir actores, y mantiene el interés de lo
que cuenta. No es poco.
Christopher Abbott nos da un personaje con el que nos
relacionamos fácilmente, a pesar de su parquedad. Barry Keoghan vuelve a estar
muy bien, pero se lo nota un poco crecidito para el papel, la verdad sea dicha.
Y nos reencontramos con Nora-Jane Noone, lo que nos
regocija, aunque aquí no tenga un personaje muy proactivo, más bien reacciona a
los entreveros de sus hombres. (Nora-Jane Noone es una de las protagonistas de The
Magdalene Sisters / En el nombre de Dios (Peter Mullan, 2002) y quien allí
la ha visto no la olvida ni en la desmemoria más rampante, Irlanda tiene
historias movilizadoras como pocas)
En resumen, Bring Them Down / Acaba con ellos atrapa,
entretiene y nos hace reflexionar. A mí me dejó una idea resonante: pocas cosas
hay más perniciosas que lo que no se dice.
Gustavo Monteros
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