viernes, 13 de diciembre de 2024

Querido diario - Hoy: Dos obras maestras del cine de oro japonés



 

Kiyoko es una de esas heroínas que ya no abundan…menos mal.

 

Estamos en el Japón de los cincuenta. Y aunque las costumbres están cambiando, Kiyoko observó la tradición del casamiento arreglado por casamentera para unirse a Shinji.

 

Mejor no lo hubiera hecho, más que quererse, valorarse o respetarse, se toleran amablemente.

 

Viven en la casa de la suegra, Yumiko, una anciana matriarca viuda, que tiene un almacencito que está más cerca del cierre que de la prosperidad. A Kiyoko, para mejorar la situación económica, se le ha ocurrido iniciar un café en la dependencia que se usa como depósito. Idea que la suegra resiste, vive la innovación como una amenaza a su autoridad. Entre las razones que enuncia la vieja para negarse está el gran gasto afrontado recientemente de la dote para la hermana menor de Shinji, que también va a casarse por concertación.

 

Otro matrimonio que se augura infeliz. El novio se le duerme en las citas y ya al mes de casados, la chica regresa a pasar unos días en su antigua casa porque necesita unas vacaciones de su marido.

 

El que también regresa supuestamente por unos días es el hermano mayor de Shinji, Zenichi, que tiempo atrás, harto de la vida provinciana se fue a Tokio, donde se casó y tuvo una hija. Ahí trabajaba en una empresa que cerró y ahora, con la cola entre las patas, se aparece con mujer e hija a que la casa familiar lo cobije.

 

Kiyoko no abandona la idea del café y por medio del hermano de una amiga, Kenkichi, que trabaja en un banco, consigue un préstamo de 300.000 yenes.

 

Como a la fuerza la visita de Zenichi, esposa e hija de unos siete años se prolonga, el hermano mayor de Shinji termina por reconocer que está sin trabajo y que necesita que le faciliten 300.000 yenes para abrir un restaurante.

 

Yumiko, que se oponía a la idea del café de Kiyoko, está más que de acuerdo con que le den el dinero a Zenichi. Shinji se niega echándole en cara que por qué se fue, él tuvo que quedarse a hacerse cargo del almacén, algo que no le interesaba y que ahora Zenichi no puede venir a exigir nada.

 

Yumiko, Zenichi y esposa, menos la nena que juega y vive en su mundo como todo chico, presionan a que Shinji habilite el dinero. Shinji y Kiyoko resisten como pueden.

 

Un día Yumiko le pide a Kiyoko que interceda ante Shinji para que deponga el resentimiento que tiene contra su hermano. Kiyoko no promete nada, pero Yumiko hace de cuenta de que aceptó y cuando Shinji regresa de una ida a las carreras, Yumiko le dice que Kiyoko está de acuerdo con la entrega del dinero.

 

Entre estas idas y vueltas Kiyoko y Kenkiche fortalecieron una relación de amistad que ya bordea el amor.

 

Shinji termina por adelantarle 200.000 yenes a Zenichi, que desaparece por unos días, en los que todos suponen acertadamente que se está dando la gran vida sin importarle más nada.

 

Shinji le dice a Kiyoko que, si se quiere divorciar, él no se lo impedirá y que haría bien en vivir su amor por Kenkiche. Kiyoko niega estar enamorada de Kenkiche y querer divorciarse.

 

Zeniche le escribe una carta a su mujer en la que le pide que deje a la hija a cargo de la familia y que ella sola regrese a Tokio. La familia acepta y la esposa de Zeniche se va.

 

Shinji y Kiyoko hacen planes para seguir con el café, se dicen que lo comenzarán de a poco y con modestia, pero que lo abrirán.

 

Contado así, parece un relato coral, pero no lo es, todo gira o se supedita alrededor del personaje de Kiyoko. Es la protagonista absoluta.

 

El diccionario de la Real Academia dice que “abnegado/a” significa “que se sacrifica o renuncia a sus deseos o intereses, generalmente por motivos religiosos o por altruismo”

 

Y es el adjetivo que mejor define a Kiyoko, ella es abnegada. Y en estos tiempos de individualismos, su postura sobresale como la mosca en la sopa. Su punto de vista asombra y nos interpela. ¿Por qué insiste en quedarse en una familia que no la valora, en proseguir con un matrimonio que nunca la hará feliz, por qué acepta ayudar a cuidar y crear una hija que no es propia y cuyos padres no merecen ningún respeto, por qué insiste con la idea del café cuando sabe que es una ambición que tarde o temprano los demás boicotearán, porque sus anhelos no le importan a nadie salvo a ella?

 

La respuesta abarcadora quizá sea porque ella es fiel a sus elecciones primeras. Ella eligió casarse sin amor, pertenecer a esta familia con sus más y sus menos, y no desviándose cree que está construyendo algo que a la larga le hará bien a ella y a los demás, a la familia y a la sociedad. En esas cosas pensaban antes.

 

Secreto de esposa o A Wife´s Heart (Corazón de esposa) en inglés es una película idiosincrática del maestro Mikio Naruse. Se dice que de haberse inventado o usado el término en la época en que creaba, su cine se habría considerado “feminista”, porque miraba el universo femenino muy en detalle. Sabrá Dios si Naruse hubiera estado de acuerdo con el mote.

 

Como su cine no me es muy familiar (conozco solo unos pocos títulos) no sé si critica o ayuda a sostener la sujeción opresiva de la mujer a las costumbres antiguas. Dicho de otro modo, la postura de Kiyoko ¿refleja la opinión del autor o este solo la patentiza con la intención de que cambie pronto?

 

Hideko Takamine es Kiyoko, Toshiro Mifune es Kenkichi, Keiju Kobayashi es Shinji, Yoko Sugi es Yumiko, y Minoru Chiaki es Zenichi.

 

Hideko Takamine y Toshiro Mifune, dos gigantescas estrellas del cine japonés volverían a reunirse en 1958 para otra obra maestra, esta vez del director Hiroshi Inagaki: El hombre del carrito o The Rickshaw Man, en inglés.

 

Matsugoro (Mifune) es un portador cargasilla fuerte, expansivo, lábil, bienhumorado generalmente, noble, bromista, agradable, violento si lo provocan, sincero. Un tipo bárbaro, dirían en el bar.

 

Estamos a fines del siglo XIX. Un buen día Matsugoro le devuelve a una madre, la señora Yoshiko Yoshioka (Hideko Takamine) su hijo herido, Toshio, al que le había dado un mal consejo. Le dijo que no fuera llorón, que se subiera al árbol como le pedían sus amigos, que no iba a pasarle nada. Error, cuando el cargasilla volvió a pasar por donde jugaban los chicos, halló al niño en piso con el tobillo esquinzado y llorando, obviamente se cayó y mal.

 

La madre quiere que a Toshio lo vea un médico de inmediato. Matsugoro acepta llevarlos, pero no quiere recompensa ni por el viaje ni por el favor.

 

Cuando el padre de Toshio, el capitán Kotaro Yoshioka (Hiroshi Akutawa) conoce a Matsugoro, queda encantado. Se da cuenta de que es bruto como un arado, tanto en modales como en analfabetismo, pero bueno y generoso como ninguno. Y a pesar de la diferencia de clases y de educación, lo adopta como amigo.

 

El capitán no tarda en morir y Yoshiko le pide a Matsugoro que la ayude a hacer de Toshio un chico fuerte y sano. Y así el cargador se convierte en el tío Matsugoro para Toshio.

 

El tiempo pasa y cuando Toshio parte a la universidad en la gran ciudad, Yoshiko sufre el nido vacío y Matsugoro ya no puede evitar revelarle el amor y la pasión que siente por ella. Yoshiko queda consternada y Matsugoro, rechazado, se propone beber hasta morir.

 

El relato general se construye sobre pequeñas anécdotas o historias. Según dicen, esta no es una película típica de Hiroshi Inagaki, al que se le daban mejor las épicas samuráis de largo aliento, “un gran sentido estético basado en las pinturas del concepto de belleza denominado ukiyo-e”. Aquí si bien hay escenas multitudinarias y majestuosas, predomina lo pequeño, íntimo, delicado casi.

 

Y si en Secreto de esposa todo giraba alrededor de la protagonista Kiyoko, aquí todo gira alrededor de Matsugoro (o Matsu para sus amigos). Personaje conmovedor si los hay, que construye su vida para un chico que siempre lo considerará un sirviente y para una mujer que nunca superará las convenciones sociales que los separan. Yoshiko y Toshio quieren a Matsu, pero ni sueñan con elevarlo a la categoría a la que ellos pertenecen.

 

O sea, no lo querían lo suficiente. Quizá el capitán lo quiso y apreció más. A la hora de la verdad, la diferencia social no le importó, solo que Matsu era un buen hombre, íntegro y a cultivar. Sin embargo, de haber vivido el capitán, Matsu no hubiera tenido preeminencia en la vida de Yoshiko y Toshio. Paradoja tan triste como el amor de Matsu, que fue correspondido, pero hasta ahí.

Gustavo Monteros


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.