En un
principio pensé que se trataba de otra instancia de eso que está tan de moda
últimamente y que yo llamo “original y fotocopias” Es decir el fenómeno
comercial de cuando una cinematografía comercial de algún país produce un
argumento, que es repetido, casi sin reelaboraciones, por otras
cinematografías, como la argentina Corazón de león (Marco Carnevale, 2013)
(la de Francella que es enano y Julieta Díaz se enamora de él) que hasta la
fecha tiene una copia colombiana, Corazón de león, Emilio T.Caballero,
2015, una francesa Un homme à la hauteur, Laurent Tirard, 2016, una
peruana El gran León, Ricardo Maldonado, 2018, una mexicana, Mi
pequeño gran hombre, Jorge Ramírez Suárez, 2018 y una brasileña, Amor
Sem Medida, Ale McHaddo, 2021.
La
dinamarco-holandesa Speak no evil Christian Tafdrup, 2022, y la
estadounidense-croata-canadiense Speak No Evil (No hables con extraños),
James Watkins, 2024, caen dentro de la lógica habitual de make y remake.
Comencé por
la estadounidense, porque el tráiler me dejó con las ganas de saber si James
McAvoy acentuaba la “intensidad” de su personaje a propósito o si sufría de los
efectos secundarios de los anabólicos a los que se somete para tener cuerpo de
patovica. No prolongaré la intriga, es lo primero con arrebatos incontrolables
de lo segundo.
(En la nueva
serie de HBO, The Franchise, que divierte con moderación, porque la
comicidad depende en exclusivo de la enajenación de todos los personajes, que
están relacionados con el mundo de las narraciones visuales, cine, televisión,
juegos, etc., el personaje del actor que hace Billy Magnussen sufre
precisamente de meterse en el cuerpo anabólicos y aledaños para dar el supuesto
volumen corporal que su caracterización requiere, lo que le provoca trastornos
físicos y psíquicos. ¿La burla te alcanza, querido James?)
El argumento
de las dos Speak No Evil es muy sencillo y tiene dos partes claramente
discernibles. En la de James McAvoy, una pareja de edad mediana, Louise
(Mackenzie Davis) y Ben (Scoot McNairy), padres de una hija preadolescente,
Agnes (Alix West Leffer) veranean con un contingente en la Toscana. Allí
conocen a la pareja compuesta por Paddy (James McAvoy) y Clara (Aisling
Franciosi), también con un hijo preadolescente, Ant (Dan Hough). La paridad de
sus situaciones (misma edad, hijos de edad parecida) los lleva a relacionarse,
y congeniar en líneas generales. Las vacaciones terminan, cada pareja vuelve a
su hábitat, pasa un corto tiempo, y Louise, Ben y Agnes son invitados por
Paddy, Clara y Ant a pasar un fin de semana en la casa grande en la que estos viven,
que queda en una comarca apartada, donde los celulares no reciben conexión
satelital. Las peculiaridades de los dueños de casa surgirán sin restricciones
y los invitados enfrentarán dilemas de pesadilla.
Por tratarse
de una película anglosajona, las motivaciones de todos los personajes se
explicitan (no hasta la obviedad, como acostumbran, pero sí con una claridad
subrayada) y así sabremos que el matrimonio de Louise y Ben está más cerca de
la disolución que de la continuación, con el perdón de la rima, que Agnes se
resiste a abandonar la infancia, de ahí que no pueda estar sin su peluche, al
que, sin embargo, olvida en todas partes.
También la
relación de Paddy y Clara, y las historias que los llevaron a unirse serán
dilucidadas en detalle y el final no se apartará de lo que el público aprendió
a esperar.
La original
del director dinamarqués Christian Tafdrup tiene otra agenda y a pesar de todo
los que las dos películas tienen en común en su primera parte, pueden verse una
después de la otra sin problema y con gran interés.
Como dijimos
la apertura es paralela, el conocimiento en la Toscana y la invitación que
surge a continuación, después todo es diferente.
El
equivalente al matrimonio de Louise y Ben es la pareja compuesta por Louise
(Sidsel Siem Koch) y Bjørn (Morten Burain) y la hija sigue llamándose Agnes
(Liva Forsberg). Se nota que Bjørn y Louise no están muy cómodos en su
matrimonio, pero los motivos nunca se desarrollan, están implícitos y abiertos
a las contingencias que el espectador pueda atribuirles. Agnes sigue sin poder
estar sin su peluche, pero igual lo pierde a la primera de cambio.
La pareja
que los invitará a la casa perdida en regiones apartadas está compuesta esta
vez por Patrick (Fedja van Huêt) y Karin (Karina Smulders) y el hijo se llama
Abel (Marius Damslev). Y como con Louise y Ben, las circunstancias que los
llevaron a unirse y ser cómo son no se perfilan con minucia, quedan al arbitrio
del espectador.
Y como
también ya mencionamos el final (siempre en versión thriller sangriento a toda
orquesta en ambas) es muy distinto y hace hincapié en atavismos perdidos. En un
momento Bjørn le preguntará a Patrick: ¿Por qué nos hacen esto? Y Patrick
responderá: Porque ustedes nos lo permiten. Y por desgracia, cualquier parecido
con la situación social actual de la Argentina no es pura coincidencia. O sea,
machaco yo a mi vez: El mal no es invencible, solo se expande porque se lo
deja.
Gustavo Monteros
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