viernes, 13 de septiembre de 2024

Querido diario - Hoy: Salut l'artiste


 

Nicolas (Marcello Mastroianni) es un profesional implacable de lo suyo. Y ¿qué es lo suyo? La morisqueta, la payasada, actuar que le dicen. Es un actor a secas. Sin especialización a la vista. Hace lo que puede, lo que le piden, lo que halla.

 

Corre de un lado para otro. De día puede ser un secundario en una película de época, a la noche un partiquino en una obra de teatro y en trasnoche parte de un acto para cabarets. Trabaja también de extra especializado, no de los que hacen bulto, sino de los que actúan peleando y muriéndose en una de guerra, con granada, fusil o lo que venga. Y también hace doblajes. Siempre listo para lo que guste mandar.

 

En teatro es un soldado de la patria (se llama así a los actores que obedecen ciegamente al director, sin cuestionarlo ni pedir precisiones demandantes).

 

Y en eso de ser partiquino y en el acto de cabaret, tiene un socio, Clément (Jean Rochefort), que todo es más fácil en sociedad. Clément acaba de pegarla con una publicidad para televisión bastante estúpida, pero al menos difundirá su cara. El acto de cabaret que hacen es gracioso y muy creativo, aunque un tanto mecánico, depende más de cambios de traje que de otra cosa, pero es ideal para cabarets internacionales porque su efectividad no depende de las palabras. A veces presentan este acto en grandes fiestas de casamientos o de embajadas.

 

Toda la vida de Nicolas gira alrededor del actuar y alrededores. Su exesposa, madre de su hijo, es una costurera que trabaja para una casa que hace trajes para los coristas de la ópera o los comparsas de los filmes de época. Su actual pareja es una directora de diálogos para dibujos animados extranjeros a los que actores locales les prestan su idioma y expresividad.

 

A veces a Nicolas lo reconocen en la calle, porque ha estado en escenas claves de películas populares.

 

Por la mitad del metraje de la película, Clément, harto de trabajitos que no conducen a nada, se aparta de la actuación, deja solo a Nicolas y toma un trabajo de publicidad teatralizada en los supermercados para una empresa que, entre otras cosas, hace fideos. Estas teatralizaciones consisten en poner en stands, personajes disfrazados de Reyes Magos, Papas Noel, ángeles o Marys Poppins a que interaccionen con los clientes. Y suprema ironía, ahora que es solo un vendedor, a Clément le surge una oportunidad única. Claude Chabrol, el gran director, lo descubre en un supermercado y le ofrece ser el protagonista de un documental. Clément teme, con razón, que si le confiesa que fue actor, Chabrol se eche atrás.

 

Nicolas ha reemplazado a Clément en el acto que compartían por un colega más bajo y más gordo, al que la ropa no le entra. La ropa y la delgadez de Clément eran claves para la eficacia del número, de ahí que la fisonomía del nuevo integrante augura el probable fin del acto.

 

Nicolas no se queja nunca, porque es un actor de alma, de oficio, de vocación, de destino. Y eso que algunas cosas que le toca hacer bordean la humillación, como cuando en una película, es un gag secundario. La acción principal pasa por una pareja que está en un bote en un río angosto. Detrás se ve un muelle con un pescador, nuestro Nicolas.  De repente el muelle se viene abajo y el pescador se hunde. Por desinteligencias de producción, la toma se hace una y otra vez. Y si bien todos son muy amables rescatando a Nicolas del agua, secándolo y acicalándolo para que vuelvan a hundirlo con el muelle, nadie está muy cómodo con repetir el gag una y otra vez.

 

En la Argentina para su distribución la titularon Intimidades de un seductor. Les debe haber parecido que tenía más gancho, sin embargo, nada más alejado de la esencia de la película. Nicolas tiene sus aventuras con actrices que se inician en la profesión, a las que seduce con cuentos sacados de historias de películas o tramas de obras de teatro. Pero hay poco o nada de intimidades y Nicolas, por más que lo haga Mastroianni, no es ningún seductor.

 

Este film fue escrito y dirigido por Yves Robert, uno de los reyes de la comedia amable y un poco melancólica. Y es un claro homenaje a los actores que están siempre ahí, a la espera larga de que se les dé la oportunidad de saltar al primer plano. El hombre dirigió, entre otras, las recordadas La guerra de los botones (1962), Buenas noches, Alejandro (1968), Alto, rubio y con un zapato negro (1972) (que en 1985 tendría una remake norteamericana protagonizada por Tom Hanks), y Un elefante con una trompa enorme (1976) (que en 1984, Gene Wilder protagonizaría y dirigiría para el cine yanqui como Una chica al rojo vivo, aunque hoy quizá se la recuerde más por la pegadiza banda sonora hecha y cantada por Stevie Wonder.

 

El título de esta película de 1973 es a la vez burlón y afectuoso. Salut l’artiste es Hola, artista y se lo dice un tramoyista a la pasada a Nicolas. E insisto, es tanto una burla como un reconocimiento. Porque Nicolas no será Alain Delon o Jean-Paul Belmondo, pero es un artista con mayúsculas. Talentoso como el que más, no en vano lo interpreta Marcello Mastroianni. Pero en arte, el talento no alcanza, tanto o más que en otras profesiones, la suerte es decisiva. Y a Nicolas le es esquiva. Pero Nicolas no se arredra. Ama lo que hace como quien cumple un único destino posible.

Gustavo Monteros




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