viernes, 20 de septiembre de 2024

Querido diario - Hoy: El final feliz


 

Si no se me hubiera dado por hacerme el erudito quien sabe si hubiera vuelto a ver esta película. Todo empezó porque me crucé Facebook con una foto de una jovencísima Liza Minnelli conversando animadamente con una igualmente joven Barbra Streisand. El epígrafe decía: Entrega de los Oscars de 1970. Y me picó la curiosidad de saber qué hacían ahí porque nadie va a los Oscars si no tiene algún motivo concreto, ya sea estar nominado, entregarle el premio a alguien o actuar en la gala. Me remití entonces a ver quienes habían estado nominados ese año.

 

Barbra directamente no, pero su inminente exmarido sí (Elliott Gould, actor impar si los hay, estaba nominado como actor de reparto por Bob&Carol&Ted&Alice), aunque no solo lo acompañaba, sino que de paso le ponía el cuerpo a las múltiples nominaciones técnicas que había recibido Hello, Dolly!, recientemente estrenada.

 

Liza estaba nominada como mejor actriz protagónica por Los años verdes (The Sterile Cuckoo), actuación inolvidable que ya había recibido el premio de nuestro Festival de Mar del Plata. Sin embargo esa noche perdió el Oscar ante Maggie Smith y su apabullante Primavera de una solterona. Las otras nominadas eran Jane Fonda por Baile de ilusiones (They Shoot Horses, Don’t They? /¿Acaso no matan a los caballos?), otra actuación histórica, Geneviève Bujold por Ana de los mil días, otro destacable desparramo de talento y Jean Simmons por The Happy Ending, de la que no me acordaba nada.

 

Después de repicar la foto en el Facebook y de consignar estos datos y algún otro que se me ocurrió, agregué que buscaría The Happy Ending y que la vería. La suerte quiso que este film anduviera por internet y que no me fuera difícil acceder a él. Si bien podía verla en vivo, elegí bajarla para visionarla entre clases.

 

Se trata de una película de 1969, escrita y dirigida por Richard Brooks, un narrador talentoso al que se recuerda sobre todo por dar versiones cinematográficas impecables de obras de teatro y novelas tales como Los hermanos Karamazov, Una gata sobre el tejado de zinc caliente, Elmer Gantry, Dulce pájaro de juventud, Lord Jim, o A sangre fría.

 

Aquí estamos en el territorio de las burguesas ricas a las que Stephen Sondheim les regaló ese inoxidable himno de batalla que es The Ladies Who Lunch, canción que pertenece al musical Company. Hoy estas mujeres son una excepción, por entonces eran legión. Tiempo que puede ejemplificarse con la carrera de Mary Tyler Moore. En El Show de Dick Van Dyke era la esposa ama de casa, dependiente emocional y económicamente de su esposo, el personaje que hacía Van Dyke. En El Show de Mary Tyler Moore era una mujer sin lazos emocionales ni económicos con ningún hombre a la vista.

 

El personaje que hace Jean Simmons, Mary Wilson, en este The Happy Ending pertenece a la primera etapa de Tyler Moore, la de la esposa ama de casa que depende casi para todo de su marido, interpretado por John Forsythe, unos cuantos años antes de que Linda Evans y Joan Collins se pelearan por él en Dinastía.

 

Estas amas de casa casadas con un profesional rico, es decir exitoso mensurable en dinero, además de ser bellas y dispuestas a gastar mucha plata, debían proveer decendencia, mandato que Mary Wilson / Jean Simmons ya había cumplido en la forma de una adolescente, más volcada hacia su padre como era de esperarse.

 

Mary / Jean Simmons, como la mayoría de sus contemporáneas en la misma situación se deprimían, tomaban muchas pastillas, se emborrachaban, iban a peluquerías, gimnasios, masajistas todos los días, o a lo sumo día por medio, compraban toneladas de ropa que apenas usaban, sombreros como para abrir una sombrerería, innumerables tapados de piel (todavía ni se soñaba con proteger a los animales) que arrastraban gustosas, visitaban con frecuencia cirujanos plásticos y pensaban en el amor de sus maridos más que todas las películas francesas sobre racionalización de los sentimientos juntas.

 

Como esta Mary / Jean Simmons, que dado que tiene tiempo libre de sobra, se le da por indagar en el Y vivieron felices que cierra los cuentos de hadas que terminan en el casamiento significativo. La pobre descubre que la pasión se acaba y el amor romántico trasmuta en algo más parecido a un hábito.

 

Anda muy inquieta porque es inminente la fiesta de aniversario de bodas que no tiene ganas de aguantar. Huye con dificultad (el marido le quitó el acceso a las tarjetas de crédito debido a incidentes graves relacionados con el alcoholismo) a Nasáu para tomar distancia y despabilarse un poco. Por suerte se topa en el avión con una excompañera de facultad, Florence Harrigan / Shirley Jones azafata ella, que es todo lo contrario a Mary / Jean Simmons.

 

La chica es independiente, amante habitual de hombres casados, que (nos enteramos después) hasta se pagó la carrera universitaria no con el dinero de papá y mamá (por otra parte, más que ausentes) sino con su propio cuerpo, prostituyéndose como chica de lujo.

 

Florence / Shirley Jones pasará en Nasáu unos días con su amante, el más que casado, Sam / Lloyd Bridges. Mary / Jean Simmons será asediada por Franco / Bobby Darin, un soltero fotógrafo italiano, que resultará ni fotógrafo ni italiano sino un gigoló estadounidense, que dejará abruptamente de acariciarla cuando sepa que Mary / Jean Simmons no está casada con un multimillonario.

 

Mary / Jean Simmons, más asoleada y menos apabullada volverá a casa. Casa, entendida no como el nido matrimonial sino la ciudad de pertenencia, donde alquilará un departamentito, conseguirá un trabajo de vendedora (para horror de su hija) y tomará cursos nocturnos para ver si puede conseguir mejores trabajos.

 

Yendo a uno de estos cursos será interceptada por su marido Fred Wilson / John Forsythe que la instará a volver con él, aunque parece que no será el caso.

 

Es curioso como a estas mujeres no se les ocurría ni remotamente profesionalizarse retomando estudios, adoptar intereses sociales como contribuir a las mejoras de vida de los poco privilegiados, abrazar las causas feministas o entrar en política.

 

Aunque pensándolo bien no es tan curioso, todos sus mandatos de clase las mantenían prisioneras en cárceles de lujo.

 

Mary / Jean Simmons se libera un poco por casualidad, y de no haber sido así quizá nunca se hubiera liberado. O hubiera seguido gastando dinero a lo pavote o un día hubiera tomado una pastilla de más y hubiera salido de escena.

 

Hoy estas mujeres están casi extinguidas, ¿alguien las extrañara? Sí, los maridos nostálgicos de los patriarcalismos perdidos.

 

A medida que veía esta película recordé por detalles haberla visto. Duró brevemente en mi memoria porque a la edad que la vi me interesaba de poquito a nada las películas sobre las tristezas de los niñas o niños ricos. De puro resentido, supongo. Obligado a labrarme un futuro estudiando y trabajando, me daba mucha envidia los que tenían desde siempre un colchón donde caer sin siquiera despeinarse. Con el tiempo aprendí a ser empático y comprendí que a la hora de la angustia por la existencia y de la desesperación de no saber de qué va la vida no hay riqueza que valga. Puede que el alcohol (como símbolo posible de oráculo falso) sea mejor y más caro, pero sigue sin dar respuestas.

Gustavo Monteros


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