viernes, 6 de septiembre de 2024

Querido diario - Hoy: Departamento Q


 

En este año del Señor 2024, la tormenta de Santa Rosa llegará a horario y recargada, se dice que lloverá desde la tarde del 30, todo el 31 de agosto y parte del 1 (de septiembre, claro, que si fuera de otro mes, sería ya la inminencia del diluvio, catástrofe bíblica con casillero a cruzar, muchas otras ya están tachadas, que el Mileinato es pesadilla sin fin).

 

Si en tardes de lluvia en las que no se trabaja, uno mira una película, en un fin de semana bajo agua, uno debe programar una maratón. Confieso que después de la cuarentena por la covid, los encierros me hallan si no preparado, al menos con herramientas. De mi amplio catálogo, procuro elegir con celeridad para no perderme en la neurosis del inventario sin fin (es tanta la cantidad de títulos de los que dispongo, que si me pongo a repasar termino por no ver nada).

 

Primero voy por un género (en tardes de lluvia opto en líneas generales por los musicales, pero ahora no ando muy canoro), me surge elegir entre tres: ¿policial, bélico o feel-good? Gana policial. Se me cruza la imagen del libanés Fares Fares y me inclino por las del Departamento Q que lo tienen de protagonista y son cuatro.




La primera es de 2013 y se llama  Kvinden i buret (La mujer en la jaula) en el original danés, The Keeper of Lost Causes en inglés, y en su traducción textual para su distribución en Argentina, El guardián de las causas perdidas. Esta y las tres restantes se basan en novelas best-sellers de Jussi Adler-Olsen.

 

Y como ya se sabe, si uno quiere iniciar una saga policial hay que seguir el modelo Arthur Conan Doyle, o sea inventarse un detective (privado o público, a elección), un ayudante / ladero / secuaz, más un jefe (que ayude o mejor aun que entorpezca por los motivos que sea, en general por política, las investigaciones), algunos colegas envidiosos, y de ser necesario un némesis (como el famoso Moriarty en el ejemplo de Sherlock Holmes mencionado). Pero esto último puede ser aburrido o mandar todo para el lado de la comedia o el modelo James Bond y sus ultraenemigos que, como mínimo, se quieren quedar con el mundo.

 

Aquí el protagonista es un detective público o sea de la fuerza policial, Carl Mørck (Nikolaj Lie Kaas), su segundo es Assad (Fares Fares), el jefe es Marcus Jacobsen (Søren Pilmark), sus colegas envidiosos son varios y a partir del segundo caso, Carl y Assad tienen una secretaria, Rose (Johanne Louise Schmidt). En El guardián de las causas perdidas se inicia el yeite. Carl se manda una cagada y como consecuencia principal lo mandan (literalmente) al sótano a resumir cold cases (casos viejos sin resolución), armar un informe final y archivarlos. Le asignan un ayudante, Assad, un policía musulmán con el que nadie quiere trabajar, por ser, claro, musulmán (porque Dinamarca será muy avanzada, pero prejuicios no le faltan como a todas las sociedades).

 

Carl, sino no habría historias a contar, que es muy peculiar, para usar un eufemismo, entiende que debe resolver estos casos irresolutos y no solo archivarlos y se pone a investigar. Lo que justifica el título en inglés y para Argentina, eso de las causas perdidas y el título original danés, que habla de una mujer en una jaula (aunque no es una jaula sino una cámara de compresión de aire).

 

Hace 5 años, una mujer que iba en un ferry, acompañada por su hermano que padece un daño cerebral, desaparece en pleno viaje y se la da por suicidada. A Carl algunos detalles le hacen ruido y al tirar del hilito descubre una trama de venganza. La chica del ferry, jugando de niña, desató una tragedia que repercute hasta el presente. La pobre paga el daño provocado de un modo que nadie querría para sí ni en las peores pesadillas ni en las fantasías más alocadas.

 

Y este primer caso no solo es apasionante y de sorpresiva resolución, que se queda a vivir en la memoria, sino que establece los personajes protagónicos y la relación que se da entre ellos. Carl tiene serios problemas de relación, no cree en nada ni en nadie, uno intuye que ha padecido un severo trauma en la infancia, más adelante sospecharemos que la formación religiosa podría haber tenido algo que ver, como sea, pone a los que lo rodean a distancia infranqueable, con los que se comunica solo con sarcasmos, lo que lo hace parecer soberbio, ególatra, insensible a los que no saben mirar debajo de las apariencias. Estas características le vienen más que bien a Nikolaj Lie Kaas y su cráneo de hombre de Neanderthal (divergencia al paso, nunca se habla de cráneos de mujeres de Neanderthal, con razón, quizás, deberían haber sido feísimas).

 

Assad, por el contrario, a pesar de haber sufrido toda su vida desprecios varios, subestimaciones, disgregaciones, agresiones raciales y el largo y feo etcétera que se da con la gente diferente, por su fe, quizá, cree que un mundo mejor es posible, que en el fondo de los fondos, hay bien hasta en los peores ejemplares humanos y está más cerca del candor que del cinismo.

 

Estos dos son el agua y el aceite, como quien dice. Aunque forzados a convivir, son una atractiva pareja despareja. Y a medida que más se conozcan, crecerá el respeto e intercambiarán creencias. Muy de a poco, Carl aprenderá a expresar el amor, la amistad, la confianza que es capaz de sentir y Assad será un poco menos crédulo y no tan convencido de que el humano tiene siempre un bien escondido, valga la rima. A este primer filme lo dirigió Mikkel Nørgaard.




El segundo, dirigido también por Mikkel Nørgaard al año siguiente del primero, o sea 2014, se llama Fasandræberne (Los asesinos de faisanes) en el original, The Absent One fue su título en inglés y con la traducción textual del título en inglés se lo conoció en Argentina: El ausente.

 

Y se centra en cómo los ricos encuentran siempre sustitutos para que paguen por sus fechorías (en este caso crímenes horribles, no solo un accidente por descuido de frivolidad como en el cuento protagonizado por Oscar Martínez en Relatos salvajes (Damián Szifron, 2013).

 

Los integrantes de la futura pandilla que derivará en auténtica mafia se conocen en un severo internado para ricos. Estos hijos de sus buenas madres purgan las frustraciones que les provoca ser puestos en vereda ejerciendo violencia atroz contra ciudadanos menos privilegiados como miembros de la clase media tirando a baja, o los pobres de toda pobreza de las clases bajísimas de tan bajas, a los que golpean, violan o matan. Y como es de esperarse, de grandes llegan a ser pilares de la sociedad. Económica, no moralmente, claro. Pero no hay alfombra que oculte tanto mal y la tozudez de los parientes de algunas de las víctimas, más la soberbia de creerse impunes los lleva a pagar los horrores que deben.

 

El sueco David Dencik y el danés Pilou Asbæk, que participarían más tarde en grandes proyectos internacionales como películas de James Bond y series como Games of Thrones, corporizan dos de los deleznables villanos.



 

El tercer film de la saga es 2016, lo dirigió Hans Petter Moland y se llama Flaskepost fra P (Mensaje en la botella de P) en el original y Conspiracy of Faith (Una conspiración de fe) en su título en inglés. Y es sobre cómo el fanatismo de una secta religiosa ha permitido que el secuestro y muerte de chicos quedaran impunes.

 

Pero el descubrimiento de un mensaje en un recipiente de un derivado del petróleo y el celo de un paseador de perros que denuncia lo que podría ser el secuestro de un chico llevan a que el Departamento Q de Carl y Assad procuren evitar uno o dos asesinados de chicos inocentes a manos de una víctima de maltratos infantiles debidos a una madre tan loca como religiosa (el noruego Pål Sverre Hagen, visto también en notorios proyectos internacionales).



 

El cuarto film de la saga es Journal 64 y es de 2018 y lo dirigió Christoffer Boe. El hallazgo macabro, detrás de una pared erigida en un departamento ahora a la venta, de tres cadáveres momificados, en posición de tomar té alrededor de una mesa remite a Marc y Assad a una institución ya abolida, que en los lejanos cincuenta se usaba para disciplinar a mujeres rebeldes. Era una especie de internado donde se las hacía entrar en “razón”, a base de tejidos, canto de himnos y castigos corporales. Y de paso se esterilizaba a las “degeneradas”, o sea a las muy sexuadas, a las lesbianas, o las muy contestonas.

 

Los médicos que hacían estos abortos con “accidentes” después metamorfosearon su monstruosidad y fundaron sociedades médicas que más o menos en secreto esterilizan a las refugiadas, a las inmigrantes ilegales y a las idiotas. Desbaratar esta organización será más que peligroso para el Departamento Q, dado que se trata de figuras prominentes de la sociedad con contactos en los más altos círculos.

 

El Departamento Q será pronto una serie inglesa. Se desconocen los protagonistas y si se respetará la etnia y creencia del personaje de Assad, (quizá Carl sea interpretado por Mathew Goode).

 

Los policiales negros, más allá de muchas categorías que los distinguen y diferencian, caen en dos grandes tendencias. Los que realizan nuestra primaria idea de justicia, en la que los malos no se salen con la suya y reciben algo parecido a un merecido castigo (a veces son tan graves las aberraciones que cometen, que el castigo suena menor) y los que son más realistas, desgraciadamente, y que ratifican que los encumbrados siempre se salen con la suya. Después de todo ser poderoso no es hacer lo que se quiera al margen de todo principio, sino hacerlo y quedar impune. Departamento Q está dentro de la primera tendencia, ojalá alguna vez sea la única.

Gustavo Monteros

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