viernes, 15 de marzo de 2024

Querido diario - Hoy: Quiz Lady


 

El mundo se va al carajo (si es que ya no llegó y tardamos en enterarnos) El capitalismo resolvió sus crisis mutando en neoliberalismo y los ricos son enésimamente más ricos y los pobres de tan pobres ya ni saben qué son. Y las clases medias se caen sin remedio perdidas en negaciones, estupideces y creencias de seguir en estados de bienestar que solo existen en sus sueños.

 

Y todo este descalabro socio-económico también es cultural y hace que las películas (por no decir libros, músicas, artes plásticas y los etcéteras vinculantes) sean cada vez más malas.

 

Y como hay que vivir y seguir entreteniéndonos, nos ponemos perdonavidas y decimos que tal o cual película se deja ver, que tal actriz o actor la hacen llevadera, que si no se le pide mucho entretiene. O sea, excusas para seguir tirando. Para no admitir que perdimos el tiempo. Que los deslumbramientos están cada vez más lejos. Que todo es profesionalismo, oficio. Poco arte. O ninguno.

 

Si hasta en la temporada de premios, los entusiasmos nos duran un segundo. Y vistas contra la luz cruda de la mañana, hasta encumbradas y celebradas obras pierden el brillo de la noche anterior. Anatomía de una caída no resiste mucho análisis. Si se rearma su trama, pierde el tenue encanto pegado con alfileres.  Los que se quedan exhibe más maña que inspiración. Y es probable que se convierta, como dicen todos, en un nuevo clásico navideño como ¡Qué bello es vivir!, no porque tenga méritos para estar a la altura del ejemplo, sino porque por regla general, las películas navideñas son tan malas, que esta que es apenas buena, ya se posiciona alto.  Pobres criaturas es creativa, pero si no adherís a su ética ni estética (mi caso) te quedás más afuera que Nora al final de Casa de muñecas. Zona de interés es dura de ver y pueda que persista, pero es como Noche y niebla de Resnais, más una experiencia de deber cívico que el regocijo ante una obra de arte. Está bien, los fusilados de Goya o el Guernica no provocan lo mismo que La novicia rebelde, pero a lo que voy es claro, creo. Insisto, por las dudas. No todo arte depara las mismas emociones, pero uno tiende a identificar las reacciones ante las obras como primordialmente positivas. Oppenheimer es un thriller rebuscado que da más vueltas que una oreja para escamotear el villano y ofrecer una mínima vuelta sorpresiva al final.

 

En el cine contemporáneo, algunas películas zafan mejor por perfilarse en un género. Si tienen tiros bien pegados, muchas de acción o policiales pueden pasar por buenas. Los musicales disimulan mejor sus tropiezos porque tienen más espejitos de colores, canciones logradas, actuaciones oportunas, coreografías atinadas y así tremendos bodrios como La la land quedan bien aspectadas (en su momento hablé bien de Chicago, perdón, mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa, ¡me enamoran sus canciones!) Este año, la versión musical de El color púrpura tiene sus méritos, aunque usted no lo crea. Y Wonka, la verdad sea dicha, ¡me encantó! No vi la nueva Mean Girls, todavía.

 

Pero a la hora de la verdad, la que la tiene difícil es la comedia. Si, por lo menos, no muestra efectividad está liquidada. Aunque, claro, hay muchos tipos de comedia. Porque no todos nos reímos de lo mismo.

 

Me cruzo con Quiz Lady (Jessica Yu, 2023) y veo el tráiler para ver si puedo reírme con su humor (por aquello ya mencionado de que no todos nos reímos de lo mismo) Concluyo que puedo llegar a reírme con ella y la veo.

 

Es tanto una buddy-movie, como una roadmovie, como una feel-good movie de superación.

 

Ann Yum (Awkwafina) y Jenny Yum (Sandra Oh) son dos hermanas distanciadas, vueltas a reunir por la huida de la madre de un geriátrico. Ann, desde siempre, es fanática de un programa de preguntas y respuestas, un Quiz Show bah, conducido por Terry Mc Teer (Will Ferrell) en el que el campeón habitual es el participante, Ron Heacock (Jason Schwartzman). Una deuda inesperada de la madre hará que Jenny inste a Ann a participar del show para ganar la abultada suma adeudada. Francine (Holland Taylor), la vecina de Ann, tendrá una participación no menor en las idas y vueltas.

 

Si en el policial estar un paso delante de la trama es un demérito, en la comedia no necesariamente lo es. En las de enredos, por ejemplo, en la presentación de personajes, uno puede adivinar quién se enredará con quién. Las sorpresas no dependerán de la originalidad de la trama, sino del desarrollo. Aquí, hasta cierto punto, eso se cumple. Uno ve venir para dónde irá la trama, pero el cómo a veces nos elude y sorprende.

 

Hay excesos innecesarios, el personaje de Jenny tiene un permanente juego de comedia física que dista mucho de ser elegante. El motivo por el que Jenny no pudo seguir estudiando es literalmente escatológico. Si bien es sabido que es muy incómodo hacer las necesidades físicas en casa ajena, más en un baño adyacente a los dormitorios de los anfitriones, la solución que la pequeña Ann encuentra es un poco extrema. (Los arquitectos deberían reconsiderar la vuelta de letrinas alejadas de la casa principal, a veces, para personas tímidas o inhibidas pueden ser muy convenientes)

 

Estoy tentado a terminar con los lugares comunes de que se deja ver, de que Sandra Oh, Awkwafina y el resto del elenco hacen atractiva la visión, de que, si no se le pide mucho, entretiene, pero hay un par de escenas que la distinguen y la hacen considerable. Al principio se ve a una Ann niña que va creciendo, siempre sentada en un sofá, frente al televisor, donde permanentemente está el Quiz Show de Terry Mc Teer. Detrás del sofá, sus referentes adultos, o sea su madre y su hermana, hacen su vida a los gritos y en referencia permanente a hombres e ignorando olímpicamente a Ann. Se comprenderá después porque en el trabajo tiene nulas habilidades sociales y que la única relación confiable para ella es la que tiene con este show de preguntas y respuestas y con su conductor perenne. Y en el final habrá una sobredosis de subtítulos impresos a la imagen que nos cuentan el destino final de todos los personajes, con detalles no siempre necesarios o pertinentes. Las dos escenitas despiertan más una sonrisa amarga que una carcajada fresca, pero hay creatividad en ellas y rescatan a esta comedia de la medianía habitual en estos tiempos, en la que el oficio prima sobre el talento genuino.

Gustavo Monteros

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.