viernes, 11 de agosto de 2023

Programa doble - Hoy: La Costa Mosquito - Saint Jack




 Programa doble: sección donde repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: La costa mosquito y Saint Jack

 

Allie Fox el padre que hace Harrison Ford en The Mosquito Coast / La costa mosquito (Peter Weir, 1986) es una de las figuras paternas ineludibles de la historia del cine. Y no porque tenga la abnegación de Dad (papá) (Gary Lewis), el padre de Billy Elliott (Stephen Daldry, 2000) o la ética de Atticus Finch (Gregory Peck), el padrazo de Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, Robert Mulligan, 1962), dado que es más bien todo lo contrario, un megalomaníaco manipulador y dictatorial. Pero es a la vez un inventor genial, capaz de vivir de acuerdo a sus convicciones y un ejemplo acabado de superación de adversidades. Un hombre equivocado, aunque genial, te regalo el oxímoron de semejante modelo de conducta. En los albores del neoliberalismo, Allie se da cuenta de que lo que hizo grande a los Estados Unidos, en versión capitalismo neoliberal será su decadencia y caída, así que junta sus bártulos básicos, su esposa bella (Helen Mirren) que lo ama sin limitarlo (pero también sin contenerlo), su familia tipo de dos chicos, Charlie (River Phoenix) y Jerry (Jadrien Steele) y dos chicas, las gemelas April y Clover (Hilary y Rebecca Gordon) y se va a construir su Utopía en Mosquitia, allá en el este de Nicaragua y el extremo este de Honduras, o sea donde el diablo perdió el poncho, pero en el Caribe. En el viaje en barco chocará con su antípoda, el reverendo Spellgood (André Gregory) un pastor evangélico, condescendiente, superficial, hedonista y acomodaticio. (Nótese el juego de palabras del apellido del pastor, “spell” como sustantivo es hechizo, así que queda algo como el hechizo bueno) (Aunque el apellido de Allie también tiene lo suyo, como sabemos fox es zorro, juegos alegóricos, como quien dice). Como sea, en la prosecución de su utopía, Allie pone a su familia en peligro más de una vez, pero como todo hombre de acción sabe, nada se construye desde la seguridad de los rincones.

 

En Saint Jack (Peter Bogdanovich, 1979), Jack Flowers (Ben Gazzara) es un proxeneta de Singapur que tiene la ambición de poner un prostíbulo de lujo, salir de pobre diablo y eventualmente regresar a los Estados Unidos natales tan deslumbrantemente rico como para hacer olvidar su pasado. Aunque las tríadas chinas no facilitarán muchos las cosas. Conoceremos a Jack por la progresión de su relación con William Leigh (Denholm Elliott), un contable inglés que debe supervisar los números de dos negociantes chinos amigos de Jack. De a poco sabremos que Jack es un veterano italoamericano de la Guerra de Corea y que es también un exescritor licenciado en literatura y que William es un hombre sencillo que solo quiere jubilarse y pasar sus años de vejez en la campiña inglesa. Paulatinamente comprendemos también que el San del título no es irónico, mordaz o burlón sino verdadero. Jack tiene cualidades asociadas a los santos. ¿Puede un proxeneta ser un santo? Si no nos ponemos fanáticamente dogmáticos, ¿por qué no? Después de todo, como notó Toulouse Lautrec, hay flores que crecen en el fango, no todas son de excelsos jardines.

 

Estas dos películas se basan en sendas novelas de Paul Theroux, a quien no he leído, pero a juzgar por el material aquí expuesto es capaz de crear personajes masculinos extraordinarios en la más pura acepción del adjetivo.

 

Dos detalles, Harrison Ford dice que La costa mosquito es, si no su película favorita, de la que más orgulloso está. Opción que habla de sus ambiciones artísticas, porque el personaje le exigió un desafío del que no estuvo a la altura. Se lo ve bastante mal, desorbitado, perdido, desencajado. Harrison es una auténtica estrella de cine que sabe que la cámara ama a los actores que se pierden en los personajes, que lo entregan todo sin dudar y aquí Harrison duda, intuye lo qué tiene que hacer, pero no sabe encontrar cómo hacerlo. Y que a la vuelta de la vida o de su carrera, diga que aprecia haber luchado, aunque no triunfado, lo hace un poco un héroe artístico, que se emparente lejanamente con Allie Fox y su utopía.

 

Peter Bogdanovich es reconocido, pero aún no en su plena valía. Se dice que los críticos nunca le perdonaron que se atreviera a pasar de la crítica a la realización cinematográfica. No sé si tanto, pero hasta al día de hoy lo relegan a un segundo puesto que no merece. Bogdanovich por mérito y logro, ambos a la vista, es uno de los grandes directores estadounidenses. Él insistía que Saint Jack si no era la mejor de sus películas le pegaba cerca. Y uno que es un sentimental tiende a elegir otras más amables o gozosas como Luna de papel (Paper Moon, 1973) o ¿Qué pasa, doctor? (What’s Up, Doc?, 1972), pero Saint Jack es muy lograda y tiene a priori dificultades ampliamente superadas, así que es probable que haya que darle la razón al querido Peter.

Gustavo Monteros

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