viernes, 2 de junio de 2023

Programa doble: Mary, Mary - Esa extraña sensación


 

Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: Mary Mary - Esa extraña sensación 

Me pongo a leer Osvaldo Miranda, el comediante de Mario Gallina sobre vida y obra del actor mencionado en el título, uno de los que más he admirado. Cuando el libro repasa su trayectoria teatral, me entero que durante dos temporadas, las de 1963 y 1964, para extender la química que tenían con la actriz Irma Córdoba, rapport  escénico explotado entre 1958 y 1962 en la telecomedia Mi marido y mi padrino, hicieron la comedia Mary, Mary de Jean Kerr. Como no la conocía, me puse a ver qué averiguaba sobre ella. Descubrí que había sido llevada al cine en 1963 con Debbie Reynolds y Barry Nelson en los protagónicos, dirigidos por el ubicuo Mervyn LeRoy que venía de dirigir el insoslayable musical Gypsy (1962) con Rosalind Russell, Natalie Wood y Karl Malden. Como se la hallaba online en inglés por ahí, me puse a ver Mary, Mary.


Tras varios meses de separación, Mary (Debbie Reynolds) y Bob (Barry Nelson), a instancias del contador de ambos, Oscar (Hiram Sherman) vuelven a reunirse en el departamento de Bob para resolver algunos asuntos fiscales. Cuando el divorcio salga, Bob se casará con Tiffany (Diane McBain), una rica heredera, fanática de los alimentos sanos. Y a Mary, un cliente de Bob, que es editor de libros, al margen de discutir una autobiografía que hará olas, intentará seducirla. Se trata de Dirk Winsten (Michael Rennie) una estrella de Hollywood.


LeRoy no intenta disimular el origen teatral del material. La trama, salvo breves excepciones, transcurrirá por entero en el departamento de Bob. Habrá enredos, gags, caracterizaciones muy peculiares y un diálogo veloz e inteligente. Característica esta última que extrañaba de las comedias contemporáneas, que suelen desenvolverse sin una línea, no ya recordable o citable, sino decente.



Me pongo a ver en el mismo sitio otra película, That Certain Feeling (Esa extraña sensación, Melvin Frank, Norman Panama, 1956) basada en otra obra de Jean Kerr (King of Hearts). No es tan buena como Mary, Mary (quizá porque está forzada para ser un vehículo de lucimiento para Bob Hope), pero tiene lo suyo.


Larry Larkin (George Sanders) un historietista muy popular está perdiendo el “toque” con su personaje insignia, un chico inocente y travieso, por su intención de postularse para la política. Su agente y su secretaria, Dunreath (Eva Marie Saint) con la que va a casarse, desesperan. A ella, para salvar al autor y al personaje, se le ocurre contratar como “negro” (autor encubierto, cuya colaboración permanece anónima) a su exmarido, el también historietista, Francis X. Dignan (Bob Hope).  Hay también un sobrino de Larry, niño de 10 años recientemente huérfano, al que deberá adoptar y una mucama negra y pícara que canta como los dioses, como que es interpretada por la genial Pearl Bailey. Y un par de perros para subrayar que es un producto familiar.


Aquí habrá también enredos (más que en la anterior), gags (más que en la anterior, no en vano estamos en una “comedia” de Bob Hope), caracterizaciones muy peculiares (mucho más forzadas que en la anterior) y un diálogo veloz e inteligente (en realidad más veloz que inteligente). De todos modos tiene más chistes por minuto que todas las comedias de Netflix y Prime Video juntas.


Uno no puede menos que defender lo que uno es. Soy un hombre viejo, que se crió frecuentando las comedias de los grandes maestros (Billy Wilder, Howard Hawks, Preston Sturges, Ben Hecht, Neil Simon, Noël Coward, Sacha Guitry, Eduardo de Filippo, etc.) y no me resigno a que la comedia contemporánea sea tan poco brillante, tan escasa de ideas, pura fórmula tonta, balbuceo ininteligible. No sé, creo que tiene que haber continuidad, no decadencia.

Gustavo Monteros


Ah, en realidad a Jean Kerr la conocía, Please don’t eat the daisies (aquí se llamó Éramos tan felices, Charles Walters, 1960), aquella divertida comedia familiar con Doris Day, David Niven, cuatro niños que se las traen y un perro tan grandote como cobarde, se basa en una novela suya. Se le agradecen las risas y ¡las buenas líneas! 



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