Ferdinand Waldo Demara Jr y Frank Abagnale Jr ratifican aquello
de que la realidad supera a la ficción.
Ferdinand, apenas con estudios básicos completos, se hizo
pasar por marine universitario, monje trapense, guardiacárceles licenciado y cirujano.
Frank, sin terminar el secundario, se agregó algunos años
en documentos falsificados y se hizo pasar por piloto de aerolíneas
comerciales, médico clínico y abogado.
En ambos el Junior pesaba. Idealizaron a sus padres y
cuando estos fracasaron rotundamente, y del sueño americano pasaron a la pesadilla
de la que no se despierta, se hicieron pasar por otros en un intento de ayudarlos
a recuperar el paraíso perdido de casas acogedoras, esposas amorosas y
bienestar económico continuo.
Estos dos estafadores camaleónicos no perseguían el lucro
en primera instancia, aunque se volvieron expertos en meter el perro (sobre
todo Ferdinand Waldo) y en falsificaciones exquisitas (sobre todo Frank).
Cuando les tocó ser médicos, Frank eligió ser jefe para
derivar o constatar, y así evitar el peligro de hacer daño. Waldo estudió y se
preparó autodidácticamente y cuando tuvo que pasar a la práctica, en teoría al
menos estaba ducho. Y hasta se dio el lujo de operar a 19 pacientes, uno detrás
del otro, se desempeñaba como cirujano de guerra en Corea y la celeridad era un
prerrequisito para salvar vidas.
A Waldo no lo perseguía nadie y lo pescaban más por la corroboración
de los datos mentidos que por pericia policial. En cambio, el juvenil Frank era
seguido de cerca por un agente del FBI, Carl Hanratty, tan tenaz como obstinado,
no en vano, esposa e hija se lo sacaron de encima por anteponer el trabajo a la
familia.
Las proezas de ambos personificadores fueron materia de
best-sellers tan populares que terminaron en películas.
En 1960 hicieron la de Ferdinand Waldo Demara Jr. La
dirigió Robert Mulligan y la protagonizó Tony Curtis, al que por entonces le
explotaban su simpatía arrolladora, de ahí que el tono imperante fue de una
comedia con escasos toques dramáticos.
En 2002 hicieron la de Frank Abagnale Jr. La dirigió Steven
Spielberg y la protagonizó Leonardo DiCaprio, actor por entonces joven al que
le explotaban su vena dramática, de ahí que el tono imperante fue el de un
thriller con derivaciones de melodrama. Carl, su perseguidor, fue encarnado por
Tom Hanks, que unos veinte años antes habría podido ser un buen Frank.
La de Ferdinand Waldo Demara Jr se llamó The Great
Impostor / El gran impostor y con suerte se la puede ver online.
La de Frank Abagnale Jr se llamó Catch me if you can
/ Atrápame si puedes y se la puede ver tanto en Amazon Prime Video como
en Netflix.
Los gurúes de la autoayuda insisten con que si no se está
de acuerdo con uno mismo, se debe intentar ser otro. Ferdinand Waldo y Frank
llevaron la premisa con inusitado éxito hasta las últimas consecuencias y se
convirtieron en figuras románticas incapaces de aceptar los condicionamientos
de una sociedad que los condenaba a la oscuridad, la miseria, el escarnio por
falta de oportunidades. Por las dudas no se recomienda hacer lo mismo. A menos,
claro, que se tenga la inteligencia, la astucia, las habilidades necesarias, en
cuyo caso, sí. El mundo está tan corrido para el lado de la injusticia, que
cualquier intento de corregirlo es bienvenido. Incluso si es punible. Y no es una incitación al delito, no, más
bien es una invitación a pulir talentos que no siempre se estimulan.
Gustavo Monteros
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