Continuando con nuestra sección de Programa doble, repaso
de dos películas con aspectos en común, hoy: El amor en su lugar y Tercera
llamada.
Como se sabe, el teatro es celebración de vida. Y se
puede decir también que lo que se ve en el escenario es solo la punta del
iceberg, y lo que hay debajo, lo que pasa detrás de escena, puede ser grande
como para hundir un transatlántico o apenas un dadito para completar el
aperitivo. Pero si en una oficina, las emociones se ocultan, en el teatro se
enmascaran para potenciar lo que se muestra al público. Toda actividad humana
tiene una corriente submarina de amores desencontrados, envidias irresueltas,
solidaridades inesperadas y odios imperecederos. Ah, pero las del teatro…
En El amor en su
lugar (Love gets a room, Rodrigo
Cortés, 2021), la actriz Stefcia (Clara Rugaard) debe decidir si fugarse con su
examante, al actor, autor y compositor, Patryk (Mark Ryder) o si quedarse con
su nuevo amor, el actor y cantante, Edmund (Ferdia Walsh-Peelo). La cuestión no
solo es sentimental sino de vida o muerte, porque Stefcia debe resolver su
dilema mientras representan El amor en su
lugar, la comedia que escribió Jerzy Jurabdot para entretener a quienes sobrevivían en el
gueto de Varsovia en 1941. Sí, ese es el espacio-tiempo del dilema de Stefcia.
Durante la función, ella barajará, negociará, alternará opciones. El resto del
elenco y los músicos (porque de una comedia musical se trata) tiene sus propias
cuitas no menos urgentes y desesperadas. Encima en mitad del espectáculo, aparece
un nazi feroz que amedrenta a público y oficiantes por igual porque tiene el
gatillo de tan fácil, facilísimo.
Sobre un hecho real (la obra que da al título de la
película se escribió y se representó en un teatro del gueto antes de que
empezaran las deportaciones) los guionistas Cortéx y David Safier construyeron
una ficción atrapante que se transforma sobre el final en un homenaje al
teatro. Un dato, la obra original de Jurandot no tiene canciones, se las agregó
Cortés por necesidad dramática de su guión, las letras son suyas y la música es
de Víctor Reyes.
Esta película pasó desapercibida, aunque no debió ser
así. Se filmó antes de la pandemia y se esperó a que los cines se reabrieran
para ser distribuida. Su público natural, los adultos con interés por películas
serias, no había vuelto a las salas para ese entonces y se perdió entre las
ofertas pochocleras para adolescentes. Merece ser redescubierta. No es
perfecta, pero si valiosa.
Pensé que Tercera llamada (Francisco Franco Alba, 2013) era una comedia brillante. Es una comedia, pero no brillante, más bien un tanto oscura. Isa (Karina Gidi) una puestista mexicana a cuatro semanas de estrenar una versión de Calígula de Albert Camus, con una monumental escenografía lista, con el vestuario en los últimos toques y los actores del numeroso elenco con la letra aprendida, decide que su puesta está equivocada, que “ahoga” el texto de Camus con tanta grandilocuencia y tira todo por la borda. Hay que empezar de cero, ahora todo será de una sencillez espartana, cuatro columnas, togas y de vuelta a Roma (en su concepción original la hacía transcurrir en la Italia fascista, con la monumentalidad que la caracteriza). Habrá resistencias, llantos, portazos. Perderá a su protagonista masculino, lo reemplazará por una actriz. Y las cuatro semanas se perderán en un caos de idas y vueltas y se llegará a la noche de estreno en un apocalipsis, no de metáfora sino de literalidad bíblica. Pero ya se sabe también, el actor es un bicho resistente que sabe que el show debe continuar y que en esa misión le va la vida, y hasta puede volver del carajo un mundo que se fue para allá y está de lo más instalado. El elenco es parejo en expresividad, desparpajo (si le toca) y patetismo (si le toca). Se destacan Irene Azuela, como Julia la actriz que asume el personaje de Calígula, Cecilia Suárez como una diseñadora de vestuario con urgencias sexuales que sacia con un tramoyista, Chippen (Víctor García) así apodado porque fue un stripper en un Chippendale, Mariana Treviño como Ceci, la delirada asistente de dirección, Fernando Luján como el actor viejo que nunca se rendirá, Anabel Ferreira como una representante y relacionista pública que no se aparta de su petaca ni aunque vengan disparando cañones, y una participación especial de la legendaria Silvia Pinal como una delegada del gremio de actores que se las trae. Hay cameos de Julieta Venegas, Ana Ofelia Murguía y otros figurones mexicanos que se me pierden porque no soy experto en su cine.
El film se cierra con Acuario, deja que entre el sol del
musical Hair, y es apropiado porque
por más nublado, encapotado, tormentoso que el cielo venga, el actor siempre
deja entrar el sol, después de todo es su oficio, ¿no?
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