Programa doble, sección en la que repasamos dos películas
con aspectos en común.
Hoy: No te preocupes, cariño – Mi policía
Ni tanto ni tan poco.
Se suponía que el 2022 marcaría un antes y un después en
la carrera cinematográfica de Harry Styles.
(Para quienes no lo conozcan, un cantante británico,
exintegrante de la banda juvenil One Direction, que se lanzó como solista y
alcanzó un contundente éxito en el mercado pop británico y su zona de
influencia. Antes de la globalización, las famas eran intrusivas y abarcadoras.
Mi tía Martina que era más folklorista que Leda Valladares jamás consumió a los
Beatles, los Rolling Stones o ABBA, pero sabía perfectamente quienes eran y,
muy a su pesar, movía la cabeza y los pies al ritmo de sus sucesos cuando se
los topaba. Ahora con tanta segmentación y redes sociales y nichos, la fama
urbi et orbi ya no existe, fue sustituida por famitas, según los consumos más
individualizados. Es probable que llegue el día en que se cumpla una de las
polaridades borgeanas, que de tantas famitas, todos seamos famosos y que
ninguno lo sea, porque el todo y la nada, en la concepción de Borges, o en este
caso, la fama y el anonimato, al ser ambos absolutos se igualan.)
En realidad toda esta perorata es para defenderme de las
ofensas de los fans de Harry Styles por haberme puesto a explicar quién es y no
dar su fama por asumida.
Como sea el chico vendemúsica, chico porque no llega a
los treinta todavía, lo pusieron a vender películas y lo hicieron protagonizar
un par. Aparte de los videos, ya habían comprobado que la cámara lo trataba con
suma simpatía en la breve participación en Dunkerque
(Christopher Nolan, 2017) y en su cameo para Eternals (Chloé Zhao, 2021).
No
te preocupes, cariño (Don’t
Worry Darling, Olivia Wilde, 2022) se estrenó primero. La presentación en
el Festival de Venecia reveló que la filmación tuvo sus entredichos
escandalosos, en particular entre la protagonista femenina Florence Pugh y
quien precedió a Styles en el papel de Jack, Shia LaBeouf. Aunque, según parece,
no faltaron tampoco dimes y diretes entre la directora y también actriz en el
proyecto, Olivia Wilde, y la ya mencionada Florence Pugh. Los escándalos
opacaron los logros de un film no muy original, pero bello y atrapante.
Estamos en un suburbio cerrado que vive según modas,
códigos de comportamiento y peculiaridades de finales de los años cincuenta y
principio de los sesenta. Los hombres parten a trabajar en una planta
misteriosa que quizá tenga que ver con materiales atómicos, mientras las
mujeres se quedan en la casa, limpiando, cocinando, construyendo un paraíso de
descanso para cuando vuelvan sus maridos, al que reciben con un beso
apasionado, la cena lista, acicaladas cual modelos y con un vaso de whisky
reparador, como preludio a una relajación mayor.
Esta cerrada comunidad está liderada por el carismático
Frank (Chris Pine). Accedemos a la historia por el matrimonio conformado por
Alice (Florence Pugh) y Jack (Harry Styles). Sociedad tan ordenada y glamorosa
no tarda en resquebrajarse y por las grietas se cuelan unas incómodas verdades.
La directora Wilde mencionó como influencias para este
film a Inception (Christopher Nolan,
2010) y a The Truman Show (Peter
Weir, 1998), pero cuando uno llega al final de la trama, otras dos películas
muy pero muy famosas vienen a la mente. Películas que no nombraré, porque si se
las menciona, todos supondrán con acierto de qué viene el cuento.
Mi
policía (My Policeman,
Michael Grandage, 2022) es una historia de amor de a tres, narrada en dos
tiempos (los años cincuenta y el ahora más o menos contemporáneo) y por seis
actores (los tres más jóvenes encarnan a los personajes en los cincuenta, los
tres mayores en la actualidad).
Todo comienza en los cincuenta, Marion (Emma Corrin) una
maestra recién recibida se enamora del hermano de una amiga, Tom (Harry
Styles), el policía del título. Pero el mío de Mi policía no le pertenece en exclusividad, lo comparte con Patrick
(David Dawson) un curador de museo, que es más rico y cultivado que los otros
dos, provenientes de las clases populares.
La relación de Tom y Patrick no solo está prohibida por
la sociedad de aquellos tiempos sino que es muy peligrosa, puesto que se la
considera ilegal y se la pena con la cárcel.
En la actualidad, pasados unos cuantos y largos años,
Patrick (Rupert Everett) que ha sufrido un severo ACV es traído por Marion
(Gina McKee) a la casa costera en la que disfruta de su jubilación junto a Tom
(Linus Roache), que no quiere saber nada con Patrick, menos que menos cuidarlo
en esta hora de desdicha física. Pero hay que pagar deudas pendientes y las
verdades ocultas tanto tiempo no dejan vivir tranquilo.
Esta historia de amores contrariados conmueve e interesa,
pero tanto la novela de Bethan Roberts en la que se basa como el guión que la
respeta en demasía, tiene un Macguffin conflictivo, unos diarios en los que el
joven Patrick vertía sin pelos en la lengua todo lo que vivía. La novelista
Roberts los necesita para una imputación legal, pero le complican las vueltas
de tuerca que tiene reservadas. Habría que haber llegado a otra solución
técnica, porque estos benditos diarios molestan más que ayudan.
De todos modos hay buenos momentos. Por ejemplo el viejo
Tom en un momento atestigua en la calle un beso entre dos hombres y se le
desata una tristeza que solo puede aliviar llorando mucho. El pobre tuvo que
padecer escarnio público por algo que hoy es tan natural como el rocío. (O que al
menos se tolera mayoritariamente) Y la primera relación sexual entre los
jóvenes Tom y Patrick es torpe, tierna y bella.
¿Cuando vimos en estreno La muerte le sienta bien (Death
becomes her, Robert Zemeckis, 1992), El
club de las divorciadas (The First
Wives Club, Hugh Wilson, 1996) o Un
lugar llamado Notting Hill (Notting
Hill, Roger Michell, 1999) nos dimos cuenta de la relevancia que
alcanzarían y de la influencia que ejercerían? Nos encantaría decir que sí,
pero ni ahí. Seguimos nuestra vida y esas películas las suyas y dejaron huella.
Se suponía que No
te preocupes, cariño y Mi policía
significarían el breakthrough (trabajo consagratorio) para Harry Styles. No lo
fueron, aunque las dos tiene elementos
que quizá las hagan duraderas (quizá también se olviden, claro)
Ni tanto ni tan poco. Pero quién sabe…
Gustavo Monteros
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