viernes, 16 de septiembre de 2022

Programa doble: El cordero enardecido - El viejo fusil



 Programa doble, sección en la que repasamos dos películas con aspectos en común.

Hoy: El cordero enardecido – El viejo fusil

 

En El cordero enardecido (Le mouton enragé, Michel Deville, 1974) dos hechos sin importancia se unen. A Claude Fabre (Jean-Pierre Cassel), profesor universitario, le acaban de rechazar otro manuscrito con una novela y a Nicolas Mallet (Jean-Louis Trintignant) un oscuro empleado bancario en la hora libre del almuerzo casi ha logrado seducir con una frase feliz a Marie-Paule (Jane Birkin) que puede o no ser una prostituta. Claude, ante estos dos hechos, decide no escribir otra novela, sino “vivirla”. De ahora en más guiará a Nicolas para que seduzca mujeres y a través de ellas consiga dinero y una mejor posición social. Nicolas seguirá por su cuenta con la seducción a Marie-Paul y por designio de Claude conquistará a la esposa de un colega universitario, Roberte (Romy Schneider). El éxito será imparable y Nicolas hasta dejará su trabajo en el banco. Pero toda acción tiene su consecuencia, claro y entonces…

 

En El viejo fusil (Le vieux fusil, Robert Enrico, 1975) estamos en los estertores de la dominación nazi en Francia. En una apacible vecindad agrícola, uno de los doctores del lugar, Julien Dandieu (Philippe Noiret), un hombre que es la imagen de la felicidad, ante el temor de que las últimas escaramuzas sean las más cruentas envía a su esposa Clara (Romy Schneider) y a su hija Florence (Catherine Delaporte) a una granja perdida en un lugar más agreste con la esperanza de que allí no pase gran cosa. Pero en la guerra nadie está a salvo, entonces…

 

El cordero enardecido es una sátira social en ropajes de comedia negra que no ha perdido mordacidad. Puede que algunas circunstancias (la violencia hacia las mujeres, el ciego prejuicio homofóbico) hayan cambiado un poco, pero por desgracia las mañas burguesas, la lógica de relaciones de pareja, la facilidad con que toda relación se equipara a la dinámica de amo-esclavo, patrón-sirviente o dominador-dominado siguen incólumes. El hombre ha avanzado en muchos aspectos, quizá hasta haya mejorado, pero en cuestiones básicas, atávicas, de fondo, no sé, quien sabe, quizá siga igual. Es una película que se enriquece y se profundiza cada vez que vuelve a vérsela. Es ideal para ver con amigos recalcitrantes y hacerles después preguntas punzantes.

 

El viejo fusil, aunque transcurra en la Segunda Guerra, es un western. Sus tópicos más determinantes están presentes: el hecho de sangre que clama venganza, el hombre pacífico que despierta y es una tromba letal, el destino cruel que no borra el pasado feliz, el apoyo constante y final de la amistad, la paz conquistada a balazos. Dos citas literarias me vienen a la cabeza respecto de este film, al principio entronca con el mito mesopotámico de la Cita en Samarra y al final es una revalorización de Death, be not proud.

 

Estas películas tienen envolventes participaciones secundarias con ínfulas de protagonismo de Romy Schneider, que en las dos hace gala, como en todas las que hizo en los setenta, de una sensualidad pecaminosamente arrolladora. La pobre luchaba denodadamente por sacarse de encima la pureza y los remilgos del personaje que la hizo famosa, la Sissi, carita de muñeca, que llegó a emperatriz, a pesar de, o más bien, gracias a austríacos mohines y melindres.

Gustavo Monteros

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