viernes, 10 de junio de 2022

Programa doble: My dinner with André - My dinner with Hervé



 

Al momento de su estreno, My dinner with André (Louis Malle, 1981) fue una de las películas más malinterpretadas y vilipendiadas de la historia. El título era literal y abarcaba toda la película. Se abría con un narrador, el actor, autor y director Wallace Shawn (más conocido por su faceta de actor) que iba camino de su cena con otro actor, autor y director teatral, André Gregory (más conocido por su labor como director teatral) Se saludaban, hablaban, cenaban y eso era todo. Gregory monopolizaba la charla y contaba una crisis creativa que había tenido y como la había superado haciendo experimentos teatrales en Europa (principalmente en Polonia), las charlas que tuvo con su mentor, el maestro Jerzy Grotowski más consideraciones filosóficas sobre la existencia y la vida contemporánea. Superada la burla con que fue recibida inicialmente, la película no se olvidó y se instaló en el colectivo cultural como lo que en definitiva es: un registro histórico de una manera de ver el mundo, según la perspectiva de dos individuos que se formaron de una determinada manera, que se ganan la vida con la cultura, que pertenecen a lo que en el marxismo se designaría como la burguesía ilustrada. Son dos personas integradas, formadas, informadas, elocuentes, sensibles. Lo que charlan puede que no sea del interés de todos, del mismo modo que una charla sobre las matemáticas aplicadas o las técnicas pugilísticas no sean para todos los paladares. Es una película muy específica para quienes tengan interés o curiosidad sobre cómo se analizaba la vida y el hecho teatral a fines del siglo XX.


Mi cena con André no solo fue motivo de sketches satíricos, sino que se erigió como una influencia insoslayable para los documentalistas y quien sabe, quizás hasta lo que después se conoció como reality shows. Su importancia es tal que determinó el título de la segunda película de la que hablaremos. Si tenemos un nombre en francés con acento en la segunda vocal, llamémosla pues Mi cena con.


En Mi cena con Hervé (Sacha Gervasi, 2018), la cena no se ve, la interacción entre sus dos protagonistas, el periodista Danny Tate (Jamie Dornan) y la estrella televisiva de la serie Fantasy Island (La isla de la fantasía, 1977-1984) Hervé Villechaize (Peter Dinklage) comienza cuando la cena ha terminado, pero tiene muchos otros personajes, escenarios y vicisitudes. No es una charla sobre temas varios sino el recuento, a lo largo de toda una noche, por distintos derroteros, del fracaso de una carrera actoral que supo tener un éxito refulgente. Hervé vive a la sombra de su fama, ganada por la participación en una película de James Bond, encarnado por Roger Moore, y de la aceptación popular de su personaje icónico, el anfitrión Tattoo en la paradisíaca isla de la célebre serie. Si como dice el tango, la fama es puro cuento, no es menos cierto que la fama no es para todos o que no todos están preparados para enfrentarla y gozarla. El error más común de creerla compensación de lo que no tuvo y se considera debido es craso y fatal. Aquí el atractivo crece porque el personaje del periodista no es solo un receptor de confesiones inéditas, sino que arrastra un presente desafiante y doloroso. Por suerte My dinner with Hervé le escapa a la típica lamentación plañidera de mírenme-como-sufro-por-ser-artista y presenta experiencias con las que es posible identificarse, incluso aquellos a los que la fama nunca los desveló. Dinklage y Dornan dan actuaciones para la ovación.


Dos cenas como la fiesta aquella de Peter Sellers y Blake Edwards: inolvidables.

Gustavo Monteros


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