¿La realidad supera a
la ficción? Todo el tiempo. Cómo sea, cuando sea, por dónde sea. La realidad
hace lo que se le da la gana. La ficción responde a normas, leyes, códigos,
constituciones, porque la ficción debe ser “creíble”. La realidad no se ata a nada
y se desata para dónde quiere. Y si contraría la credibilidad, mejor.
Y ya que hablamos de
respeto a las normas, convengamos que los ingleses aman la regularidad, la
habitualidad, lo esperable, lo comprobable. Aman las convenciones para tener la
libertad de ser excéntricos. Fascinados por la paradoja, cuanto más se apegan a
las reglas, más excéntricos se permiten ser. Repasen con la mente durante unos
segundos los personajes más conspicuos de la literatura inglesa y verán que la
premisa se cumple.
The lady in the van une estas dos características, una situación real que
escapa a la credibilidad llevada a cabo por unos personajes muy amigos de las
excentricidades.
Cuando el prolífico
comediógrafo Alan Bennett por fin echa buenas, se compra una casa en Camden, un
peculiar barrio de Londres. (En Inglaterra, todo es “peculiar”). El hombre es
muy tímido y su inclinación sexual no contribuye a que sea más comunicativo.
Vive su homosexualidad furtivamente. Detalles que lo hacen proclive a ser
invadido por personalidades más fuertes, como la de Mary Shepherd, por ejemplo.
Mary Sheperd es una mujer mayor que vive en una furgoneta estacionada en la
calla donde se muda Alan Bennett. No pasará mucho antes de que la señora le
instale la furgoneta en la entrada a la propiedad de Alex, lo que los llevará a
“convivir” durante 15 años.
Mary (Maggie Smith) es muy “peculiar”, aunque
Alan (Alex Jennings) no le va a la zaga, si de rarezas se trata. Mary cuenta
muchas cosas, ¿son ciertas?, ¿algunas?, ¿todas?, ¿ninguna?
Esta historia
“mayormente” cierta tuvo varias formas, primero fue un ensayo, después una
novela corta, luego una obra de teatro, a continuación una obra para la radio y
por último, esta película. Las tres últimas transformaciones tuvieron a Maggie
Smith en el protagónico.
Un talento como el de
Maggie Smith necesita personajes ricos para exponerse en todo su potencial. Por
suerte, hay autores preocupados por proveérselos. Alan Bennett es uno de ellos.
Actrices tan inmensas representan un desafío para cualquier dramaturgo que se
precie. Los que tuvimos la suerte de crecer con
Maggie Smith atestiguamos que a medida que ella y nosotros nos
“añejábamos”, los autores y los directores hallaban modos de solazarnos con su
talento. (Pasó lo mismo ¡por suerte! con las otras tres grandes intérpretes de
la escena inglesa (Vanessa Redgrave, Judi Dench y Helen Mirren) (Sin contar a
Joan Plowright y Glenda Jackson, por voluntad propia, jubilada la primera y
retirada la segunda para dedicarse a la política, aunque ahora vuelve por sus
fueros).
El personaje de Mary
Sheperd parece estar siempre igual, apenas modificada por un lentísimo
deterioro. Y es en esta dificultad en la que Maggie Smith pule toda su
brillantez y sabiduría y nos entrega un personaje con más matices y sutilezas
que un cuadro de Turner. Y más allá de las virtudes del diálogo, de las
actuaciones del reparto, de los encuadres, de los detalles de puesta y
realización, la película (como antes lo fueron Primavera de una solterona (Ronald Neame, 1969), Viajes con mi tía (George Cukor, 1972), La solitaria pasión de Judith Hearne
(Jack Clayton, 1987) o el telelfilm Mi
casa en Umbría (Richard Loncraine, 2003)) es un apabullante y altamente
placentero one-woman-show de Maggie Smith en plena forma.
Nicholas Hytner es el
director, que no casualmente llevó al cine las obras más célebres y populares
de Alan Bennett: La locura del rey George
(1994) y The history boys (2006). Y
conforma ahora con esta The lady in the
van (2025) una trilogía. Ojalá pronto sea una tetralogía.
The lady in the van puede verse en Netflix. Y es, por si no quedó claro,
una imperdible por lo magistral actuación de la siempre luminosa Maggie Smith.
Gustavo Monteros
!!!!!!!!!!!!!!!!
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