jueves, 11 de octubre de 2018

22 de julio



Netflix ambiciona producir contenidos que generen en su lanzamiento la expectativa de un estreno cinematográfico. Competir con las salas de cine y quizá en el futuro reemplazarlas.


Conmigo logró ese objetivo de las expectativas con 22 de julio de Paul Greengrass. El cine de Greengrass es mejor cuando recrea hechos tomados de la realidad. La marcha y posterior masacre a los irlandeses del 30 de enero de 1972, Bloody Sunday (2002); los últimos momentos vividos a bordo de uno de los aviones secuestrados el 11 de septiembre de 2001, United 93 (2006); el secuestro de un barco a manos de piratas somalíes en 2009, Capitán Phillips (2013), con otra gran actuación del inmenso Tom Hanks. Su tratamiento de ficciones a secas es eficiente y apenas notable: La supremacía de Bourne (2004), El ultimátum de Bourne (2007) y la menos lograda de toda la saga, Jason Bourne (2016), además de Green Zone – La ciudad de las tormentas (2010), todas con el carismático Matt Damon, y una romántica perdida en el tiempo: The Theory of Flight –Vuelo en busca del amor (1998) con Helena Bonham Carter y Kenneth Branagh, en los tiempos de su breve y tumultuoso amor, asediado por el despecho de Emma Thompson.


22 de julio según su gacetilla de prensa: Narra el atentado terrorista más letal de la historia de Noruega y los sucesos posteriores. El 22 de julio de 2011, un ultraderechista radical detonó un coche bomba en Oslo y luego disparó a los adolescentes de un campamento de verano en la isla de Utøya. Murieron 77 personas. A través de los ojos de un superviviente, y en paralelo a su recuperación física y emocional, "22 de julio" retrata la trayectoria del país para lograr su curación y reconciliación.


Greengrass, fiel a su estilo, narra con brío y urgencia, más técnicas de documental, los aspectos más salientes de la masacre, para después concentrarse en dos contrapuntos, el terrorista por un lado y una de sus víctimas que lucha por recuperarse por el otro, y el que hay entre los abogados defensores y acusadores por el otro, más el dilema del Primer Ministro ante el ataque: ¿pudo preverse?, ¿se actuó con la diligencia necesaria?


Para no sobrecargar las tintas e inclinar la balanza, Greengrass recurre quizá a demasiadas simplificaciones, lo que puede restarle profundidad pero no claridad para repensar este auge de las ultraderechas y los peligros que representan.


Y por eso el film se vuelve ineludible. ¿Qué hay detrás de la xenofobia, del resurgimiento de los nacionalismos exacerbados? ¿Por qué en tiempos de globalización en que la información se supone asequible a todos es posible estimular odios primales y prejuicios raciales más asociados a la ignorancia?

Gustavo Monteros

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