Simón es adolescente y gay. O sea ha llegado el
momento en el que debe informarle al mundo su orientación sexual. Como es un
chico contemporáneo, por suerte ya no tiene “enclosetarse” como la opción más a
mano. Eso sí, aunque hayamos ido un par de pasos más allá en la permisibilidad
social, en la aceptación de las minorías, el mundo es heteronormativo y ser gay
y no morir en el intento sigue siendo todo un tema. Menos trágico que en los
cincuenta, como bien puede deducirse en la ganadora del Óscar de este año, esa
maravilla que es La forma del agua
del gran Guillermo del Toro, está bien, menos trágico, pero muy dramático al
fin.
Mientras Simón decide el cómo y el cuándo, otro
adolescente de su misma escuela da a conocer en una red social, bajo el seudónimo
Blue, que es gay, pero que no se anima a admitirlo públicamente. Simón
comenzará con Blue un intercambio de mails, que es el equivalente actual a la
vieja y querida relación epistolar. El intercambio ahonda el misterio, ¿quién
es Blue? Esta es la parte más interesante de la película, imaginar que todos
sus compañeros pueden ser el Blue en cuestión. Haberse quedado en esta
inquietud hubiera llegado a la exploración de las zonas grises, porque está la
asunción de la orientación sexual, pero existe también la voluntad de
exploración, de juego. Pero no se trata de una película indie experimental,
sino de una mainstream con un género en mente: la comedia romántica, de modo
que pasa a otro truco para progresar la acción: el chantaje. Simón se descuida
y deja abierto su correo en la sala de internet del colegio, entonces no
faltará quién lo mire y…
Yo soy Simón (Love, Simon en el original) de Greg Berlanti se impone a pesar de sus cortedades.
Se centra en una clase social acomodada predominantemente blanca, que juega a
la apertura hacia otras razas y clases, pero desde una asepsia, que todavía es
más declamada que incorporada. Esto hace que trama y personajes bordeen los de
un cuento de hadas, o la comedia romántica conservadora, tranquilizadora en sus
afirmaciones de que pueden que las formas cambien, pero todo sigue más o menos
igual. Sin embargo, como ya dijimos, a
pesar de esto, Yo soy Simón se sigue
con interés y empatía. Queremos que le vaya bien a Simón y a todos los demás,
porque como dice una tagline del afiche en inglés: “Todos nos merecemos una
gran historia de amor.”
Gustavo Monteros
Da la casualidad que en el mismo día en que publico esto, Página 12 incluye un artículo sobre salir del clóset en la clase media argentina, y como no hay que despreciar las casualidades, ahí va: https://www.pagina12.com.ar/112087-papa-quiero-contarte-que-soy-gay
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