jueves, 1 de febrero de 2018

The Post: Los oscuros secretos del Pentágono

Comencemos por dos tautologías: “Los yanquis solo pueden ser yanquis” y “El capitalismo es el capitalismo” Y si las desarrollamos nos da que los yanquis te venden que pueden iniciar o participar en cualquier guerra, y después cuando el tiro les sale por la culata, venderte el arrepentimiento, “la tristeza de haber sido y el dolor de ya no ser”


The Post, los oscuros secretos del Pentágono cuenta una filtración periodística anterior al famoso Watergate. Estamos a principios de los setenta, en plena administración Nixon, The New York Times primero y The Washington Post después publican que cuatro presidentes hasta la fecha usaron la guerra de Vietnam para hacer negocios o por motivos políticos, que a la larga son más o menos lo mismo, porque en el capitalismo todo se transforma en dinero o poder, otra tautología “El dinero es poder y viceversa”.


Si hay alguien que puede llevar a la pantalla lo que se le da la gana es Steven Spielberg. Sabrá Dios cómo funciona su morbo creativo, por qué privilegia este proyecto por encima de aquel otro. En este caso es como si se hubiera dicho: Mirá vos,  de “Paren las rotativas” todavía no hice. Convengamos que ya hay casi una tradición de películas con entretelones de diarios, y si les sumamos las de investigaciones periodísticas ya tenemos para varios libros. Como sea, Spielberg puede hacer atrapante hasta el paseo de mi Perrito, aquí hay una situación única que él, con su suprema sabiduría narrativa, exprime hasta que destile todo su sabor.


Todo gira alrededor de si Kay Graham (Meryl Streep) editora dueña del Washington Post autoriza o no al editor en jefe del periódico, Ben Bradlee (Tom Hanks) la publicación de la continuación de las revelaciones que inició The New York Times y que no puede continuar porque le fue prohibido.


Con lo expuesto ya basta para que cinéfilo básico, entre los que me cuento, esté encantado. ¡Es la primera vez de Meryl con Tom y Steven! Aunque la cosa resulte en bodrio, ya es para descorchar champán. Pero, tranquilos el resultado es bueno, tirando a muy bueno. Kay (Streep) no es ningún personaje aguerrido de Sally Field, más bien todo lo contrario. Se crió con la fortuna del diario (fortuna entendida tanto como riqueza y vaivenes del azar también)  pero cuando su padre muere, no le lega el diario a ella, sino a su marido, pero cuando este se suicida, a ella por fin no le queda más remedio que hacerse cargo del mismo. En lo social, (galas, cenas, homenajes, eventos en general)  lo hace muy bien, en lo económico, depende de los asesores, quienes en este momento en particular le aconsejan que amplíe el negocio dando una participación en acciones, algo que puede ser peligroso, ya que puede perder el control y hasta quebrar. Esta vez no hay spoiler posible, ya que todos sabemos el resultado, pero el arte del director está en hacernos olvidar que lo sabemos y que en el proceso nos comamos las uñas.


Por más maestro que se sea de la narración, no hay cuento que dure si no está bien corporizado. Detalle que Spielberg jamás descuida, sus películas están llenas de personajes que les calzan a los actores elegidos como si hubieran nacido predestinados a encarnarlos. Con lo que hemos resumido hasta ahora del argumento, sabemos que Meryl tiene un personaje jugoso para deslumbrarnos otra vez, cosa que hace. El de Hanks es más bien su satélite, no es tan interesante, pero Hanks le aporta su aura y nos lo hace un poco más seductor. Y en personajes claves, Spielberg coloca a actores muy populares y queridos en las grandes series televisivas. Como Daniel Ellsberg, (el que consigue los secretos)  pone al muy talentoso Matthew Rhys, el protagonista de The Americans. Como el típico periodista que no cejará hasta obtener la primicia está Bob Odenkirk, sí el Saul Goodman de Breaking Bad que hasta se ganó su serie Better call Saul. Procurando hacer simpático a Robert McNamara, un señor bastante hijo de puta en la realidad, pusieron a Bruce Greenwood, cara conocida por lo repetida (en el buen sentido) si las hay.  Tracy Letts, actor que anda por todos lados también y que escribió la famosa obra Agosto, Osage County, hace de un asesor de Kay (Streep) que primero no y después sí, como corresponde a los asesores en los dramas que dependen de una decisión. Y como esposa de Hanks, la gran Sarah Paulson, que cumple con informar, por las dudas se haya usted atragantado con un pochoclo y por toser se hubieran perdido, de qué va el drama de la decisión de Kay (Streep), pero si usted ni se ahogó ni tosió, como ella actúa como los dioses, igual se los hace apasionante y no le resulta para nada obvio o repetitivo. Hay más caras familiares, pero se las dejo para que las descubra.


Sin ponerme Marxista-Leninista, es obvio que se trata de una drama capitalista de aquellos, en el que entre los “buenos” tenemos a la patrona garca, Kay (Streep) de la vieja escuela (le preocupa que sus empleados se queden sin trabajo, este tipo de patrones ya no quedan ni en las adaptaciones de La cabaña del tío Tom), a lo que voy es que cinchamos para que a una señora , garcona como la que más,  la aventura le salga bien y gane más plata, y hasta prestigio o lustre de progresista, pero,  bueno, no es tan raro, porque terminando en tautologías Meryl es Meryl y Steven en Steven, son grandes y yanquis, y no vamos a pretender ahora que sean rusos o cubanos.

Gustavo Monteros


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