Comencemos por dos
tautologías: “Los yanquis solo pueden ser yanquis” y “El capitalismo es el
capitalismo” Y si las desarrollamos nos da que los yanquis te venden que pueden
iniciar o participar en cualquier guerra, y después cuando el tiro les sale por
la culata, venderte el arrepentimiento, “la tristeza de haber sido y el dolor
de ya no ser”
The Post, los oscuros secretos del Pentágono cuenta una filtración periodística anterior al famoso
Watergate. Estamos a principios de los setenta, en plena administración Nixon, The
New York Times primero y The Washington Post después publican que cuatro
presidentes hasta la fecha usaron la guerra de Vietnam para hacer negocios o
por motivos políticos, que a la larga son más o menos lo mismo, porque en el
capitalismo todo se transforma en dinero o poder, otra tautología “El dinero es
poder y viceversa”.
Si hay alguien que
puede llevar a la pantalla lo que se le da la gana es Steven Spielberg. Sabrá
Dios cómo funciona su morbo creativo, por qué privilegia este proyecto por
encima de aquel otro. En este caso es como si se hubiera dicho: Mirá vos, de “Paren las rotativas” todavía no hice.
Convengamos que ya hay casi una tradición de películas con entretelones de
diarios, y si les sumamos las de investigaciones periodísticas ya tenemos para
varios libros. Como sea, Spielberg puede hacer atrapante hasta el paseo de mi
Perrito, aquí hay una situación única que él, con su suprema sabiduría
narrativa, exprime hasta que destile todo su sabor.
Todo gira alrededor
de si Kay Graham (Meryl Streep) editora dueña del Washington Post autoriza o no
al editor en jefe del periódico, Ben Bradlee (Tom Hanks) la publicación de la
continuación de las revelaciones que inició The New York Times y que no puede
continuar porque le fue prohibido.
Con lo expuesto ya
basta para que cinéfilo básico, entre los que me cuento, esté encantado. ¡Es la
primera vez de Meryl con Tom y Steven! Aunque la cosa resulte en bodrio, ya es
para descorchar champán. Pero, tranquilos el resultado es bueno, tirando a muy
bueno. Kay (Streep) no es ningún personaje aguerrido de Sally Field, más bien
todo lo contrario. Se crió con la fortuna del diario (fortuna entendida tanto
como riqueza y vaivenes del azar también) pero cuando su padre muere, no le lega el
diario a ella, sino a su marido, pero cuando este se suicida, a ella por fin no
le queda más remedio que hacerse cargo del mismo. En lo social, (galas, cenas, homenajes,
eventos en general) lo hace muy bien, en
lo económico, depende de los asesores, quienes en este momento en particular le
aconsejan que amplíe el negocio dando una participación en acciones, algo que
puede ser peligroso, ya que puede perder el control y hasta quebrar. Esta vez no
hay spoiler posible, ya que todos sabemos el resultado, pero el arte del
director está en hacernos olvidar que lo sabemos y que en el proceso nos
comamos las uñas.
Por más maestro que
se sea de la narración, no hay cuento que dure si no está bien corporizado.
Detalle que Spielberg jamás descuida, sus películas están llenas de personajes
que les calzan a los actores elegidos como si hubieran nacido predestinados a
encarnarlos. Con lo que hemos resumido hasta ahora del argumento, sabemos que
Meryl tiene un personaje jugoso para deslumbrarnos otra vez, cosa que hace. El
de Hanks es más bien su satélite, no es tan interesante, pero Hanks le aporta
su aura y nos lo hace un poco más seductor. Y en personajes claves, Spielberg
coloca a actores muy populares y queridos en las grandes series televisivas.
Como Daniel Ellsberg, (el que consigue los secretos) pone al muy talentoso Matthew Rhys, el
protagonista de The Americans. Como
el típico periodista que no cejará hasta obtener la primicia está Bob Odenkirk,
sí el Saul Goodman de Breaking Bad
que hasta se ganó su serie Better call
Saul. Procurando hacer simpático a Robert McNamara, un señor bastante hijo
de puta en la realidad, pusieron a Bruce Greenwood, cara conocida por lo
repetida (en el buen sentido) si las hay.
Tracy Letts, actor que anda por todos lados también y que escribió la
famosa obra Agosto, Osage County,
hace de un asesor de Kay (Streep) que primero no y después sí, como corresponde
a los asesores en los dramas que dependen de una decisión. Y como esposa de
Hanks, la gran Sarah Paulson, que cumple con informar, por las dudas se haya usted
atragantado con un pochoclo y por toser se hubieran perdido, de qué va el drama
de la decisión de Kay (Streep), pero si usted ni se ahogó ni tosió, como ella
actúa como los dioses, igual se los hace apasionante y no le resulta para nada
obvio o repetitivo. Hay más caras familiares, pero se las dejo para que las
descubra.
Sin ponerme
Marxista-Leninista, es obvio que se trata de una drama capitalista de aquellos,
en el que entre los “buenos” tenemos a la patrona garca, Kay (Streep) de la
vieja escuela (le preocupa que sus empleados se queden sin trabajo, este tipo
de patrones ya no quedan ni en las adaptaciones de La cabaña del tío Tom), a lo que voy es que cinchamos para que a
una señora , garcona como la que más, la
aventura le salga bien y gane más plata, y hasta prestigio o lustre de
progresista, pero, bueno, no es tan
raro, porque terminando en tautologías Meryl es Meryl y Steven en Steven, son
grandes y yanquis, y no vamos a pretender ahora que sean rusos o cubanos.
Gustavo Monteros
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