Siempre que vuelvo a ver las coreografías de Bob Fosse para
cualquiera de los musicales que dirigió (Sweet
Charity, Cabaret y All that jazz) recupero el asombro y la
conmoción que me despertaron las primeras veces que las vi (sí, así en plural,
contraviniendo la lógica, porque ante lo magnífico, el deslumbramiento abarca
no la primera sino las primeras múltiples veces). Ante cada visión me detengo
en detalles en los que no me detuve antes, y si bien ya creo que las conozco de
memoria, de repente detecto que aquel bailarín o aquella bailarina hacen una
pequeña variación, minúscula, pero perceptible y vuelve la conmoción. El arte
de Fosse es como el amor, no se agota.
Gustavo Monteros
Gustavo Monteros
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