Las horas más oscuras es la biopic de la semana. Las biopics distan mucho
de ser mi género favorito y menos como se las concibe ahora, de la manera más
pedestre posible, como si con decir que se basa en hechos reales bastara para
dar por contado el cuento. Esta, por suerte, no procura contar tooooooooooda la
vida de Churchill sino algunos días, los días de la operación Dínamo, más
precisamente, que fue como se conoció internamente en Inglaterra al rescate de
los soldados en Dunkerque.
A los ingleses les gusta
celebrarse tanto o más que a los yanquis, pero son infinitamente menos torpes
para hacerlo. No se celebran en sus supuestas hazañas imperialistas sino en sus
hazañas defensivas, que templan supuestamente mejor el carácter inglés, o sea
el Blitz y Dunkerque. Aquí ambos son reflejados de costado, oblicuamente,
porque lo que interesa es cómo Churchill fue en estas horas el Hombre del
Destino.
Churchill, como
Gardel, es característico de por sí, ya viene formateado de entrada. Su forma
de hablar, su peso, sus cigarros, sus bebidas. No es el mejor papel de Gary
Oldman, pero como pasó con Pacino y su medio vergonzante ciego bailarín de Perfume de mujer, sea el que le obtenga
el demorado Óscar. En lo personal de los últimos Churchills prefiero el de John
Lithgow para The Crown. Este de
Oldman, como la primera hora y media de esta película, me resultó irritante,
bordeando lo insoportable. Pero a partir del viaje en subte, cuando conecta con
lo humano y no con las ideas de lo humano, la película, valga la redundancia,
gana en humanidad y dejó de aburrirme.
La ascendente, bueno
ya ascendida, Lily James, y la delgadísima Kristin Scott Thomas, una la
secretaria y la otra la esposa, son las mujeres más distinguibles de esta
historia. Ben Mendelsohn, que últimamente como la mugre y las cucarachas, está
en todas partes es el rey tartamudo.
El director Joe
Wright que en el 2008 con su Atonement/Expiación,
deseo y pecado anduvo por el Blitz y Dunkerque, los revisita ahora de este
otro costado. Gustos u obsesiones que tiene la gente.
En fin, si le gustan las películas biográficas o si se admira mucho a Gary Oldman, véala. Si no pertenece a ninguna de las categorías anteriores, la puede ver, pero, ojo, va por su cuenta y riesgo. Eso sí, al lado de la infladísima Dunkerque (el bodrio más tremendo del 2017) de Christopher Nolan con la que obviamente dialoga es el colmo de la diversión.
Gustavo Monteros
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