El actor Taylor Sheridan (Sons of Anarchy) devenido guionista (Sicario, Denis Villenueve, 2015, Hell or High Water/Sin nada que perder, David Mackenzie, 2016)
devenido director y guionista (Wind
River/Viento Salvaje, 2017) es saludado como la ascendente estrella
promisoria del neo-noir.
Lamento disentir, pero tanto elogio me parece un poco
exagerado. No le quito mérito a su escritura, a su favor diré que no pretende
presentarse como un revolucionario del género, más bien como dice el título de
la canción de Peter Allen que bailan Ann Reinking y Erzsebet Foldi en All that jazz (Bob Fosse, 1979)
Everything old is new again. O sea revitalizar lo viejo para que parezca nuevo.
Esa reformulación que puede ser muy estimulante para el público se vuelve
rancia si se hace con los mismos viejos elementos combinados de la misma
manera.
Si no se ha visto Hell
or High Water/Sin nada que perder y se pretende hacerlo, saltarse el presente
párrafo que contiene spoilers. En esta película, se utiliza por enésima vez un
artilugio que llamo Morituri en honor
a la vieja película de Bernhard Wicki de 1965 con Yul Brynner y Marlon Brando.
Morituri sale de la frase latina Ave, Caesar, morituri te salutant (Salve,
César, los que van a morir te saludan) que se atribuye a los condenados a
muerte obligados a presentarse como gladiadores en un combate fatal. Llamo Morituri
a esos momentos antes de un combate, duelo, enfrentamiento en los que uno de los
personajes que participará habla de planes futuros, bien, ese personaje morirá
y la mención de dichos planes se hizo para crear pathos, o sea conmoción,
emoción, empatía. En los géneros policiales, de guerra, westerns, de acción, de
ciencia-ficción, este instrumento se usó hasta el hartazgo desde el principio
de los tiempos, ya es hora de darlo de baja e inventar otro. En Hell or High Water/Sin nada que perder,
el personaje de Jeff Brigdes acosa con comentarios racistas al de Gil
Birmingham, que se jubilará después de este caso. Y cuando en medio de las
pujas denigratorias, Birmingham se explaya una noche sobre lo que hará cuando
se jubile, uno ya sabe que no saldrá ileso del tiroteo final, cosa que ocurre…
Con tres guiones en su haber, ya podemos hablar de rasgos
en común que se corroboran. Se agradece que parta siempre de conflictos entre los
personajes principales, eso evita recurrir a la dialéctica del pasillo (contar
antecedentes de la historia y de los personajes como chusmaje del lugar de
trabajo) o el montaje de noticieros con el mismo objetivo que la dialéctica del
pasillo. Sheridan en cambio contrapone personajes lo que dinamiza mejor la
historia. En Sicario como en Viento salvaje las protagonistas
femeninas (Emily Blunt en el primer caso, Elizabeth Olsen, en el segundo) inician
trabajos en ambientes nuevos del que desconocen casi todo. En Hell or High Water/Sin nada que perder los dos viejos investigadores
de historiales opuestos se ven obligados a convivir en la misma habitación de
hotel.
Y en las tres historias hay una sorpresa final que
resignifica lo que aconteció, más rica en Sicario
y Hell or High Water/Sin nada que perder
que en este Viento salvaje.
Y si bien los tres filmes son policiales, transitan
ese sendero estrecho que participa tanto del western como del drama policial.
Ahora atengámonos a Viento salvaje. En un inhóspito ambiente nevado, se produce un
crimen contra una adolescente india. El FBI se ve obligado a intervenir y manda
a una novata, Jane Banner (la mencionada Elizabeth Olsen) para que comande la
investigación. Estará por encima del cowboy del lugar, Ben (el siempre
impecable Graham Greene) y procurará la ayuda de un rastreador, Cory Lambert
(Jeremy Renner) de triste pasado.
Taylor Sheridan ganó el premio al mejor director en
Cannes 2017 en la sección Un Certain Regard, y durante la primera parte del
film uno se pregunta cómo habrán sido los otros candidatos, porque lo que se ve
no supera lo genérico, sin vuelo ni imaginación, por suerte en el flashback
ilustrativo de lo que pasó y en el enfrentamiento final Sheridan muestra nervio
y mano firme en el manejo de la violencia y justifica el lauro recibido.
Jeremy Renner está bien, pero se supone que su secreto
es más terrible de lo que muestra. El
personaje de Elizabeth Olsen tendría que repensar su elección de carrera, si
bien es inexperta, es demasiado emocional para enfrentar los problemas que vienen con su cargo.
En 2001 Sean Penn dirigió The Pledge, llamada aquí Código
de honor, con Jack Nicholson, Patricia Clarkson y Robin Wright entre otros
notables. La refiero porque con personajes que arrastraban penas similares que
las padecidas por estos personajes, establecieron una vara de actuación que los
intérpretes de esta película no llegan ni por asomo. Gil Birmingham, como el
padre de la víctima, está muy bien en sus dos escenas con Jeremy Renner y
conmueve, pero su tragedia no llega a ser devastadora.
La película tiene una agenda noble, visibilizar los
femicidios contra las mujeres indias. Sin embargo, esta loable intención le
resta espontaneidad a la narración.
En resumen, si no se es un hinchapelotas como yo
respecto del policial y sus variables, y no se es impresionable con escenas de
violación, puede verse con complacencia y apreciación.
Gustavo Monteros
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