Los directores de cine son también seres humanos. Sí,
ya sé, estoy diciendo una pavada, que no lo es tanto cuando conciben una
genialidad y uno sospecha que sean semi-dioses. El Bergman de El séptimo sello, el Fellini de La dolce vita, el Welles de El ciudadano, el Truffaut de Los 400 golpes, el Favio de El romance del Aniceto y la Francisca o
el Scorsese de Buenos muchachos, por
mencionar solo algunos indiscutibles, fueron más que humanos cuando crearon
esos hitos de la historia del cine. Steven Soderbergh no es todavía un
indiscutible, pero va camino de serlo. El hombre derrocha talento aunque no
haya producido su obra maestra. Quizá haya sido eso lo que lo llevó en 2013 a
decir: me retiro, no hago más cine, no juego más. Algo dudoso porque no se iba
a pintar acuarelas junto a un río serpenteante, a escribir novelas cínicas en
algún sótano perdido o a soñar margarita en mano en una playa tropical. No,
seguiría como la cabeza rectora y a veces ejecutora de la serie protagonizada
por Clive Owen, The Knick (sobre la
vida personal y profesional de los que trabajaban en el Hospital Knickerbocker
de Nueva York a principios del siglo XX). Y no hacía falta ser clarividente ni
prever en bolas de cristal para suponer que regresaría a hace cine más temprano
que tarde.
Es que el hombre ama al cine. En todos sus géneros y
variantes. Su filmografía es un zafarrancho ecléctico de títulos que van desde
la inaugural Sexo, mentiras y videos
(1989) pasando por Traffic (2000)
hasta los dos Che (2008). Y que
conste que menciono solo algunos de los más recordados para no apabullar. Dejé
afuera a propósito la saga de ladrones que contribuyó y mucho a su fama y
fortuna: Ocean’s Eleven/La gran estafa
(2001), Ocean’s Twelve/La nueva gran
estafa (2004) y Ocean’s
Thirteen/Ahora son trece (2007). La primera película fue una recreación de
una que con el mismo título, Ocean’s
Eleven, había protagonizado Frank Sinatra en 1960, junto a Dean Martin,
Sammy Davis Jr., Peter Lawford, Angie Dickinson, Joey Bishop, Richard Conte,
César Romero, Akim Tamiroff y Henry Silva y que aquí conocimos como Once a la medianoche. En ambas, claro,
se robaba un casino.
Como se recuerda esta saga dirigida por Soderbergh
estuvo protagonizada por George Clooney, Brad Pitt, Matt Damon y con Scott
Caan, Casey Affleck, Shaobo Qin, Bernie Mac, Don Cheadle, Carl Reiner, Elliott
Gould, Eddie Jemison y Andy García, en los secundarios de las tres. Julia
Roberts estuvo en las dos primeras y no en la última, mientras que Vincent
Cassel y Eddie Izzard faltaron a la primera, pero no a las dos últimas.
Catherine Zeta-Jones solo estuvo en la del medio y Al Pacino y Ellen Barkin
pasearon solo por la tres.
Como decíamos no hace mucho, el género de ladrones es
muy popular, y cuando está bien hecho se vuelve inolvidable y se lo revisita en
sus reapariciones. Pecado que confieso cometí con las tres. Las vi en cine,
después las bajé y volví a verlas, me detenía en ellas cuando las pasaron por
cable o televisión abierta, y cuando estuvieron en plataforma de contenidos,
las reví, por las dudas recordara mal algún detalle. Es la ventaja de las
comedias policiales amables, uno puede volver a verlas, un gran drama o una de llorar, en cambio, solo se
las vuelve a ver si se está en vena de desahogo.
Y ahora Steven Soderbergh sale de su autoexilio con otra banda. El título elegido quiere emparentarlo con la presidida por Clooney, Pitt, Damon, pero tuerce un poco los términos. Más apropiado hubiera sido llamarla La suerte de los Logan o para fortalecerlo un poco más, La maldición de los Logan.
Jimmy Logan (Channing Tatum), harto de patear maltratos
y miserias, convencerá a sus hermanos,
Clyde (Adam Driver) y Mellie (Riley Keough), hijos del sur estadounidense, de participar en un gran robo. Será necesario
reclutar a un experto, Joe Bang (Daniel Craig) quien a su vez involucrará a sus
hermanos menores, Fish (Jack Quaid, en la vida real hijo de Meg Ryan y Dennis
Quaid) y Sam (Brian Gleeson, en la vida real hijo de Brendan Gleeson y hermano
de Domhall, Fergus y Rory, Gleeson, claro). Como se ve, la cosa familiar pesa
mucho en esta película (y en la vida). La hija de Jimmy, la pequeña Sadie
(Farrah Mackenzie) pivoteará una subtrama tan seductora como conmovedora.
Alrededor de Sadie orbitan su madre, la exesposa de Jimmy, Bobbie Jo (Katie
Holmes), su padrastro Moody (David Denman) y sus medio hermanitos, Dylan (Boden
Johnston) y Levi (Sutton Johnston). Y mucha relevancia tendrán también los
personajes de Seth MacFarlane y Hilary Swank.
Ya se sabe, para que una de ladrones funcione, uno debe simpatizar con los personajes para que su suerte nos importe, conocer el plan a medias, para garantizarnos algunas sorpresas y revelaciones, y que no todo salga según lo previsto, para que haya súbitas contingencias e imprevistos. Todo lo cual se cumple aquí a la perfección. Si los ladrones comandados por Clooney en la saga de su Danny Ocean eran como él, muy cool, estos, liderados por el bueno de Channing Tatum son tirando a muy anti-cool. Diría que hasta un poco redneck (ver definición de Wikipedia abajo).
Es una de las mejores películas del año,
entretenimiento puro, claro, porque tampoco todo puede ser profundidad y
filosofía. Sencillamente imperdible. Ah, Daniel Craig entrega una actuación
regocijante como pocas.
Gustavo Monteros
“Redneck es el término utilizado en Estados Unidos y
Canadá para nombrar el estereotipo de un hombre blanco que vive en el interior
de aquel país y tiene una baja renta. Su origen se debe al hecho de que por el
trabajo constante de los trabajadores rurales en exposición al Sol acaban
quedando con sus cuellos enrojecidos (del inglés red neck, "cuello
rojo"). Hoy en día se suele utilizar para denominar de manera peyorativa a
los blancos sureños conservadores. El término también es usado ampliamente para
despreciar a la clase trabajadora y los blancos rurales que son percibidos por
los progresistas urbanos como no liberales. A la vez, algunos sureños blancos
recuperaron la palabra, autoidentificándose con ella y usándola con orgullo.”
Wikipedia dixit
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