Adhiero en Facebook a una página de cinéfilos
empedernidos que un buen día suben una foto de Ingmar Bergman en plena faena de
dirección a Ingrid Bergman y Liv Ullman en Sonata
otoñal. La replico y por hacerme el
gracioso pongo: Te extraño, Ingmar, la angustia existencial no es la misma sin
vos. Y como si mi tonta formulación hubiera sido una plegaria, casi desde la
nada, se estrena una película que la responde. Y con creces.
Crímenes y virtudes (Anesthesia,
2015) de Tim Blake Nelson es muchas cosas, pero por sobre todo, un estudio de
la angustia que provoca la existencia. Comienza con un hecho de sangre, después
vamos hacia atrás y comprobaremos cómo se entrelazan las vidas de muchos y
variados personajes.
Tenemos a Walter Zarrow (Sam Waterson) un importante
profesor de filosofía de la Universidad de Columbia a punto de jubilarse,
casado con Marcia (la siempre luminosa Glen Close). Son los padres de Adam (Tim
Blake Nelson) cuya esposa Jill (Jessica Hecht) quizá tenga cáncer, los hijos de
ambos también tienen lo suyo, Ella (Hannah Marks) anda por esa etapa de la
adolescencia en que se cuestiona a la madre, y a la suya no va que le pasa esto
de la enfermedad, y Hal (Ben Konigsberg) de aguda inteligencia, y a punto de
desentrañar los misterios del sexo. Por otro lado tenemos a Joe (K Todd
Freeman) un adicto a la heroína, arrastrado a la rehabilitación por Jeffrey
(Michael Kenneth Williams) un entrañable amigo de la infancia. Mientras que una
hermosa mujer, Sarah (Gretchen Mol) ahoga en vino, para preocupación de sus
hijas pequeñas, la casi certeza de que le meten los cuernos. Y en otra parte de
la ciudad, Sam (Corey Stoll) procura disfrutar sin culpa unos días de profuso
sexo con una longilínea inglesa, Nicole (Mickey Summer). And last, pero todo
menos least, una estudiante aventajada del profesor Zarrow, Sophie (la siempre
excelente Kristen Stewart) descubre que nunca su yo es más yo que cuando se autoflagela con un alisador de cabellos.
De cómo todas estas historias confluyen directa o indirectamente
en el hecho de sangre es el eje de la película, y es esta su única debilidad:
cuando el rompecabezas se arma, se nota que algunas piezas fueron violentadas para
que calcen bien, es decir, el armado luce demasiado rígido, mecánico incluso. A
la larga importa poco o nada, dado que cada escena está estructurada con
talento y dialogada y actuada como los dioses. Este largometraje es como un
collar de impecables cortometrajes, el collar puede tener engarces defectuosos,
pero cada perla es bella y genuina.
La escribió y dirigió el actor Tim Blake Nelson, recordado
por ser el tercer protagonista de ¿Dónde
estás, hermano?, 2000, de los hermanos Coen, junto a George Clooney y John
Turturro.
Sigo extrañando a Bergman, un irreemplazable si los
hay, pero que sus temas vuelvan en excelente forma siempre es bienvenido. No es
que la angustia existencial se haya perdido en la superficialidad de estos
tiempos, es solo que ya no urge contarla como antes, las libertades sexuales y
sociales adquiridas han hecho más romo su filo.
Gustavo Monteros
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