Tres requisitos son indispensables para disfrutar de Atentado en París (Bastille Day, 2016) en plenitud.
Primero: ser simpatizante de Idris
Elba o Richard Madden. El escocés Madden es una figura en ascenso, fue el
Príncipe de la Cenicienta en el que
la madrasta era Su Majestad, Kate Blanchett, fue Romeo en una reciente puesta
teatral del drama de Shakespeare dirigido por Kenneth Branagh, coprotagoniza
con Dustin Hoffman la serie Los Medici,
pero fue Game of Thrones la que lo
puso en el mapa. Allí fue Robb Stark y en el episodio 9 de la tercera
temporada, junto a su madre Catelyn Stark, pasaron a mejor vida tras un
sangriento y sorpresivo enfrentamiento con enemigos traicioneros ¡durante una
boda!, todo un climax, no tan devastador como el falso destino final de Jon
Snow, pero, bueno, por entonces todavía quedaba mucha gente por despanzurrar.
Como sea, el muchacho no actúa mal, es de buen ver y se perfila de galán. Para
los amantes del policial, en su variante negra-negrísima, entre los que me
cuento, el grandote de voz cavernosa de Idris Elba es una referencia
insoslayable: el hombre no es nada más ni nada menos que Luther, policía de tan poca suerte que todo el que se involucra con
él, en amistad o en amor, termina contando el cuento desde el otro mundo. Peripecia
que lejos de apagar nuestra simpatía, la acrecienta. Este londinense tiene una
presencia hipnótica y parece un favorito de San Cayetano, tiene incluso más
trabajo que Darín.
Segundo: no ser muy quisquilloso con los vericuetos de
la trama. No es que haya que dejar el cerebro a la entrada, pero tampoco darle
mucho uso durante el despliegue de una trama que no es novedosa ni original,
aunque ostenta brío y despierta interés casi constante. Un carterista, Madden,
se ve envuelto en un atentado al robarle un paquete con una bomba a una crédula
aspirante a desestabilizada social (la también ascendente Charlotte Le Bon,
vista recientemente en Operación
Anthropoid y en 2014 junto a Helen Mirren en Un viaje de diez metros), lo que atraerá la atención y posterior
participación en los hechos de un agente norteamericano, Idris Elba, que como
buen yanqui, es policía del mundo. Por suerte, a pesar del título rebautizado
para estos pagos y la bomba, no abusa del triste tema de los terrorismos y sus
funestos fundamentalismos, no, se inclina para el lado de policías y ladrones y
esas cosas.
Tercero y no por eso furgón de cola: amar París. No
tengo el gusto de conocer la Ciudad Luz personalmente, pero tengo tanto cine
encima como para poder enorgullecerme de conocerla mucho… vicariamente. Es tan
hermosa que hasta sus techos lo son, razón por la cual hay una persecución por
dichas alturas (aquí puede verse que se inscribe en una tradición por la que ya
han andado Jean-Paul Belmondo y Harrison Ford. Ver link al final de esta crónica.
En resumen, no es una joya del cine, pero cumple con
lo que promete: entretener. En tiempos de un presidente chanta que pisoteó
todas y cada una de las promesas electorales que le hicieron ganar el puesto,
esta peliculita, al no defraudar expectativas, se erige como un bastión de
ética.
Dirigió James Watkins (Eden Lake, 2008, La dama de negro, 2012).
Gustavo Monteros
http://enunbelmondo.blogspot.com.ar/2016/11/por-los-techos-de-paris.html
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