El danés Bille August ingresó al cine internacional con
fulgores de nuevo maestro. Su Pelle, el
conquistador (1987) conquistó en el mismo año la Palma de Oro de Cannes y
el Óscar de la Academia. Unos años más tarde, en 1991 para ser precisos, Ingmar
Bergman lo premió permitiéndole llevar a la televisión, primero como miniserie y
condensado después al cine, uno de sus guiones más personales, nada más ni nada
menos que la historia de amor de sus padres: Las mejores intenciones. Y allí se apagaron sus fulgores. Todos sus
proyectos posteriores oscilaron entre la decepción y la corrección: La casa de los espíritus, 1993, Smila, misterio en la nieve, 1997, Los miserables, 1998, Adiós Bafana, 2007, Tren nocturno a Lisboa, 2013. El nuevo maestro no lo era tal,
apenas un aprendiz aventajado.
Con este Corazón
silencioso de 2014 prueba suerte con el melodrama de despedida final y eutanasia.
Subgénero que amenaza con convertirse en género epidémico: The weather man/El sol de
cada mañana, 2005, Antes de partir,
2007, Algunas horas de primavera,
2012, Amour, 2012, entre las que
recuerdo en este momento… hay más… muchas más.
Esther (Ghita Norby) una señora de unos setenta largos
sufre de esclerosis lateral amiotrófica, enfermedad degenerativa que la inmovilizará
primero para después irle quitando todas las funciones vitales. Como la
sentencia es inapelable, con la ayuda de su esposo, Poul (Morten Grunwald) un
médico clínico, ha decidido tomar una dosis letal de pastillas. Pero antes
quiere pasar un último fin de semana con su familia, la hija mayor, Heidi
(Paprika Steen), el esposo de esta, Michael (Jens Albinus), el hijo adolescente
de ambos, Jonathan (Oskar Saelan Halskov), la hija menor, Sanne (Danica
Curcic), la pareja de la misma, Dennis (Pilou Asbaek) y la amiga de toda la
vida de Esther, Lisbeth (Vigga Bro).
Como es previsible durante este fin de semana se
expondrán las personalidades de los involucrados en este final, se sacarán
trapos al sol y se develarán unas cuantas verdades ocultas.
Bille August, en líneas generales, no es muy avispado
y depende mucho de un buen guión para concretar una buena película. El de esta
película que firma Christian Torpe no le hace honor al apellido, pero tampoco
es muy virtuoso. Digamos que es más bien prolijo, convencional y leve, a pesar
de la gravedad del tema.
Si
algo no se le discutirá jamás a Bille August es su capacidad para manejar
actores y estos, además son muy, muy buenos. Entonces los actores más el estilo clásico elegido por August son los
que salvan la velada del tedio y del olvido.
En resumen, más que iluminar con un gran reflector la
última peripecia humana, le arrima una linterna, pero a quienes gusten de las
elegías quizá les alcance.
Gustavo Monteros
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