jueves, 10 de septiembre de 2015

Ricky y The Flash



Por razones de fuerza mayor no podré ir al cine esta semana, sin embargo que esto no sea óbice (siempre me deliró esta expresión) de que hable de la película que vería si pudiera ir: Ricki y The Flash. Con la ayuda del tráiler y los antecedentes de las personas involucradas en el proyecto, no es difícil hacer clarividencia sobre ella. Fue escrita por Diablo Cody, dirigida por Jonathan Demme, y protagonizada, claro, por Meryl Streep.


Diablo Cody, al margen de o debido a su peculiar nombre, es una de las pocas guionistas con status de celebridad. Debutó allá en el lejano 2007 (dado que mi vida no es muy abundante en eventos cambiantes, el tiempo me parece como la pampa, lo que semeja cerca está lejos y ayer es ya anteayer) con La joven vida de Juno, (dirección de Jason Reitman) película que aun hoy recordamos y celebramos. Como suele suceder con los auspiciosos debuts, lo que viene a continuación es una segura decepción: Jennifer’s body o sea El cuerpo de Jennifer, rebautizada aquí como Diabólica tentación (2009, dirigida por Karyn Kusama con Megan Fox en la mentada Jennifer y secundada por Amanda Seyfried y sus inmensos ojos), bodrio en el que la “diabólica” Cody demostró más apego a los lugares comunes que a la originalidad. Se repuso, un poco, no demasiado, porque los convencionalismos la pueden, con Adúltos jóvenes (2011, Jason Reitman) en el que al menos le permitía a la fabulosa Charlize Theron lucirse en la inmadura protagonista que aprendía a colapso limpio de qué va la vida. Cody, como puede vislumbrarse en el tráiler, no le hace asco a las convenciones (Ricki y The Flash va de recuperaciones y segundas oportunidades, mamá Streep abandonó por el rock a marido Kevin Kline e hijos, entre ellos, nena Mamie Gummer (hija de Streep en la vida real) quien intentó suicidarse porque la dejó exmarido, papá Kline llama a Ricki para que ayude y de paso se redima) y las buenas líneas. De modo que es fácil prevenir que el film hará nada que no hayamos visto antes, pero que quizá lo diga de un modo eficiente y, si nos descuidamos, hasta entrañable en el futuro.


Jonathan Demme, contando documentales, cortos, películas de TV y episodios de series, dirigió hasta la fecha 55 títulos; y como toda persona de larga trayectoria cuenta con logros indiscutibles (Melvin y Howard, 1980, que lo puso en el mapa, Totalmente salvaje o Something wild a secas, 1986, delicia de delicias con una imparable Melanie Griffith, más un impagable Jeff Daniels y unos anteojos de sol inolvidables; la simpatiquísima Casada con la mafia, 1988, con la ídem Michele Pfeiffer; la icónica El silencio de los inocentes que afianzó la carrera de Jodie Foster y catapultó al Olimpo de las caracterizaciones carismáticas a Anthony Hopkins) con interesantes (Filadelfia, 1993) o fallidas (Beloved, 1998, La verdad sobre Charlie, 2002) concesiones a la industria, más otras aventuras personales que terminaron en vehículos de lucimiento para actores (Denzel Washington en la remake de El embajador del miedo, 2004, Anne Hathaway en La boda de Rachel, 2008 , Wallace Shawn, The master builder, 2013, según la obra de Ibsen, El maestro constructor, of course). Y con Ricky y The Flash, no sé si redescubrirá la pólvora, pero sin duda limará los convencionalismos y lugares comunes del guión para refrescarlos un poco.


And last but not least, la señora Streep. Meryl está a prueba de críticos que quieren odiarla, bajarla de las alturas que habita, denostarla, arrastrarla por el fango de la ignominia, pero, pobres, no pueden; se les nota la mala leche, y mucho, aunque no les queda más remedio que sumarse a regañadientes al coro de alabanzas. Meryl puede con todo, ahora encima hasta canta y bien. Su grandeza de tan evidente es ya indiscutible. Es una de las pocas figuras que devuelve con su sola presencia el precio de la entrada, puede que la película en la que está sea buena, regular o mala, pero ella garantiza que dará espectáculo y del bueno. Meryl es así. Una chica de talento. De mucho talento.

Un abrazo, Gustavo Monteros


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