Tiempo de vacaciones. De verano, un poco más largas,
en el hemisferio norte. De invierno, más cortas, en el hemisferio sur. Tiempo
en que las pantallas cinematográficas se llenan de grandes propuestas
industriales de inconmensurable fuerza propagandística para atraer la mayor
cantidad de espectadores. Tiempo de Pixar y su saludable invasión mental, de
dinosaurios que comen tiburones spielbergianos como si se tratara de
cornalitos, de amarillas olas Minion, de hombres hormigas Marvel, de
resucitados Terminators, de Pixceles extraterrestres, de locales segundos
socios por accidentes, de locales locos exbañeros ahora en un zoológico, de
romances adolescentes, más alguna que otra de susto, para no descuidar un grupo
siempre fiel que apoya lo que sea se parezca al género-terror. Todas dice ser
tan atrapantes como un juego de parque de diversiones, tan divertidas como para
que nos atragantemos con los pochoclos de rigor, de tan seguro impacto social
que sin duda serán el fenómeno cultural próximo. Claro, para eso se necesita
tiempo, porque todas pretenden serlo y casi ninguna supera el desinfle, pasado
el agigantado éxito. Porque, pobres, la mayoría no son sino el cartoncito que
sostiene los pochoclos. No importa, todo parece indicar que los cines estarán
llenos, en verano se vendieron más entradas que las soñadas, e incluso en el
intermedio, hasta la llegada de estas nuevas vacaciones, las salas se siguieron
llenando, superando cifras de años anteriores. Nosotros, como siempre,
procuraremos develar las probables virtudes o defectos de las ofertas
laterales, generalmente para adultos mayores, que es lo que somos. Niños de
alma siempre, claro, pero ¿para qué ocuparnos también de lo que los demás hablan
hasta el hartazgo? Seamos sinceros, a nadie convenceremos o desconvenceremos de
ver los Minion. Verlos o no verlos, ésa es una cuestión en la que no tenemos ni
arte ni parte. Como sea, como esta semana no hay ofertas laterales, nos dieron
vacaciones. Hasta la semana que viene, entonces.
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